Lucía Caihuela y la Barroca hacen los deberes

La Barroca de Sevilla ha sido la encargada de poner el broche musical final al curso académico de la Hispalense, con la complicidad de la mezzo Lucía Caihuela

Lucía Caihuela y la Barroca hacen los deberes

Lucía Caihuela y la Barroca hacen los deberes / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Nos hemos hecho eco otras veces en estas mismas páginas de la necesidad y la conveniencia de que las instituciones culturales de esta ciudad colaboren para apoyarse entre sí y ofrecer lo mejor de sí mismas. La Universidad de Sevilla ha ido apostando a lo largo de este siglo por nuestras orquestas, fundamentalmente la Sinfónica, que tantas veces se ha encargado de abrir y cerrar el curso académico. Pero también ha contado con su propia orquesta, la juvenil Sinfónica Conjunta, y este año le ha puesto los deberes a la Barroca, uno de nuestros más ilustres y reconocidos buques insignia. Junto a esta infatigable y siempre apasionada formación, la ocasión ha servido para conocer a la joven mezzosoprano madrileña Lucía Caihuela y disfrutar del buen hacer y el entusiasmo del también joven violinista canario Adrián Linares ejerciendo como concertino en un programa que combinó con desigual fortuna la música fundamentalmente italianizante que se compuso en nuestro país en el siglo XVIII, y sus ilustres referentes europeos. Para completar la propuesta, el excelente fagotista Eyal Streett embelesó con su participación en uno de los conciertos que Vivaldi compuso para el instrumento.

Ya nos cayó especialmente simpática Lucía Caihuela al leer en su amable biografía que cultivó la pasión por la música y el canto escuchando y entonando una y otra vez las bandas sonoras de Sonrisas y lágrimas y West Side Story cuando era niña. Posee una voz de hermoso timbre, profundo y aterciopelado como demanda su tesitura, y un desparpajo y una gracia a la hora de interpretar fuera de toda discusión. Necesita sin embargo trabajar más la apoyatura y las inflexiones de la voz, a la vez que se queda algo corta en proyección. De esta forma su voz se ahoga puntualmente con las intervenciones de la orquesta, mientras pierde fuelle en las zonas más graves de su rango. Nada de eso impidió que acertara en el tono con el que abordó dos de las arias que José de Nebra compuso para el primer acto de la ópera Amor aumenta el valor, la primera como un lamento de tono patético muy influida por las corrientes italianas imperantes en la época, perfectamente resuelta a nivel expresivo, y la segunda con un mayor protagonismo del folclore español, más desenvuelta y dicharachera. De él sería también la primera de las propinas ofrecidas, unas Seguidillas y fandango de la zarzuela Viento es la dicha de amor, con participación de la violinista Raquel Batalloso tocando las castañuelas muy en estilo. Para la cantata de José de Torres Bosques umbrosos, testigo del afán modernizador del autor al incorporar las corrientes italianas a la música española, y que como Nebra aparcó la música sacra y litúrgica para dedicarse también con ahínco a la profana, Caihuela contó con el acompañamiento del conjunto en formato camerístico. La pieza atesora un estilo muy dramático y austero al que la mezzo se adaptó con acierto, más en el aspecto puramente expresivo que con respecto a técnica y emisión. La excelencia es un grado y con Haendel sus cualidades lucieron mejor, alcanzando en la sobrecogedora Scherza infida de Ariodante cotas mayores, y en Sorge nell’alma de Imeneo unas mejores prestaciones en agilidades. También el célebre Ombra mai fu de Serse como propina final, se perfiló entre lo mejor de la propuesta.

Linares logró como concertino una correcta intervención de la orquesta, no quizás entre sus actuaciones más memorables, pero siempre dentro de esa dignidad que le caracteriza. Arropó a Caihuela con aplomo y buen gusto, pero hubo algún desajuste en el concierto de Durante, bisagra entre la escuela napolitana que él mismo ayudó a fundar y la más asentada veneciana que incorpora en sus conciertos. Así, quedaron algo desdibujados los elocuentes diálogos entre violines y violas del largo staccato, seguidas de continuo por la cuerda más grave, si bien Ruiz y Ventura destacaron en sus diabólicos agitados del original final. En el concierto de Vivaldi, todo un dechado de creatividad y virtuosismo, destacó la intervención como solista de Eyal Streett, que como otras veces nos deleitó con su dominio del fagot, ese fraseo elocuente y fluido que posee y el punto jocoso y cómico que tan bien resolvió cuando la partitura lo exigía. Con el Auditorio de Ingenieros completamente abarrotado y el público visiblemente satisfecho, los y las integrantes de nuestra querida Barroca pudieron por fin coger las tan ansiadas vacaciones; imaginamos que también el personal académico y administrativo de la Universidad de Sevilla.

ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA ***

Concierto de clausura del curso 21/22 de la Universidad de Sevilla. Orquesta Barroca de Sevilla. Lucía Caihuela, mezzosoprano. Eyal Streett, fagot. Adrián Linares, concertino. Programa: Arias de “Amor aumenta el valor”, de José de Nebra; Concierto III en Mi bemol mayor para cuerdas y continuo, de Francesco Durante; Cantata “Bosques umbrosos”, de José de Torres Martínez Bravo; Concierto para fagot en La menor RV 499, de Vivaldi; Scherza infida, de “Ariodante”, y Sorge nell’alma, de “Imeneo”, de Haendel. Auditorio de al ETS de Ingeniería, jueves 30 de junio de 2022

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