Una falta alarmante de sinfonismo contemporáneo

Mientras en ciudades como Valencia se sigue mimando la música clásica de nuestro tiempo, en Sevilla la compuesta a gran escala sigue echándose en falta

Una falta alarmante de sinfonismo contemporáneo / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Si no fuera por el esfuerzo titánico de conjuntos locales como Zahir Ensemble o Taller Sonoro, la música contemporánea prácticamente brillaría por su ausencia en nuestra ciudad. Gracias a ellos podemos disfrutar de una temporada más o menos estable de música de cámara o para pequeños conjuntos, a veces de la mano de ilustres solistas y conjuntos nacionales e internacionales invitados al efecto. Pero el sinfonismo de nuestro tiempo sigue siendo una asignatura pendiente. La idea de Pedro Hallfter de fomentarlo introduciendo en los programas de abono piezas de poca o media duración, algunas de estreno, apenas ha tenido eco en sus sucesores, que se han limitado a pocas citas y casi siempre de escaso o nulo interés vanguardista. Otras plazas, por ejemplo Valencia, mantienen un interés oficial por la música actual, con la complicidad no obstante tímida del público, no solo con la celebración desde hace cuarenta y cuatro años en el caso de la capital del Turia de un festival tan emblemático como el Ensems, sino con una programación lírica y sinfónica en la que no faltan numerosas citas comprometidas con nuestro tiempo.

En uno de nuestros numerosos viajes por cuestiones personales a la ciudad levantina, hemos coincidido con la única cita que la Orquesta de Valencia tiene con este nutrido festival de música contemporánea que desde hace algunos años extiende sus tentáculos a otras capitales y municipios de la comunidad. No es el único encuentro del festival con la música sinfónica actual pero sí el único que protagoniza esta veteranísima orquesta que desde hace algunas temporadas ha tenido que desplazar su sede del Palau en el antiguo cauce del río al Auditorio de Les Arts en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, por una rehabilitación del Palacio de la Música que creemos se está ya alargando demasiado. Lamentábamos, a propósito del arranque de temporada de nuestra Sinfónica, que un año más la programación se antojara tan conservadora. La ROSS lleva años buscando nuevos públicos, lo que quizás haya ahuyentado a su público fiel, posiblemente harto de asistir una temporada tras otra a conciertos similares. Podríamos decir que la de Valencia inició su temporada con este concierto enmarcado en el Ensems, si bien realmente no comenzará hasta el 19 de octubre, cuando Alexander Liebreich dirija obras de Penderecki, Mozart, Panufnik y Stravinski. No podemos ocultar la envidia que nos da que a lo largo de la temporada los valencianos puedan escuchar a Ives, Menotti, Zemlinsky, Adams, Ligeti, Milhaud, Xenakis (de quien este año se cumple el centenario sin que de momento en Sevilla nos hayamos hecho eco de ello), Messiaen, Dutilleux o Lutoslawski, entre otros.

Precisamente estos dos últimos protagonizaron la segunda parte del concierto del pasado viernes de la Orquesta de Valencia bajo la batuta de un buen conocido nuestro, el sensacional clarinetista y director valenciano José Luis Estellés, desplazado desde Colonia donde reside y trabaja como maestro en la Universidad de Música y Danza desde el pasado año. Del mítico compositor polaco la orquesta interpretó la Música fúnebre escrita para conmemorar el décimo aniversario de la muerte de Béla Bartók, y que no disimula echar mano en algunos de sus pasajes del estilo del admirado compositor húngaro, especialmente en el uso del sistema dodecafónico. No se trata sin embargo de una música especialmente difícil para el oído, que en las cuatro partes en las que se articula explora el contrapunto en el que Bartók era un genio, el ritmo con especial énfasis en el virtuosismo de los violines y que Estellés entendió perfectamente a base de ataques precisos y contundentes hasta converger en la desesperación del apogeo y el reflexivo recogimiento del epílogo. De Dutilleux se interpretó Metáboles, un encargo de la Orquesta de Cleveland cuando la dirigía Szell, y que permite el pleno lucimiento de las secciones de la orquesta, en especial la nutrida percusión, a través de cinco breves movimientos cuyo desarrollo va describiendo el proceso natural de transformación de un cuerpo. Una especie de metamorfosis a la que los y las integrantes de la orquesta se prestaron con arrojo y disciplina hasta lograr esa fascinación que acompaña a la página.

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Antes, del compositor local Miguel Ángel Berbis se estrenó Artifici, un encargo del festival que efectivamente es puro artificio que combina imagen, sonidos pregrabados y orquesta sinfónica con el fin de reflejar las influencias culturales y mediáticas que sufrimos la población contemporánea, pero que acaba resultando un pastiche sin un discurso interno coherente y múltiples caídas de tensión, pero sumamente entretenido como no podía ser menos cuando se cita a Ravel, Beethoven, Prokofiev o Dvorák y se introducen samplers de Pharrell Williams, George Michael o Simon & Garfunkel. Eso sí, la orquesta se plegó a todo este circo con seriedad y un sonido apabullante. Mucho más interesante fue la pieza que cerró la primera parte, y que contó con el extraordinario solista italiano Mario Caroli, que con flautas que recorrieron diversos registros dio forma al fascinante Per-sonare del compositor japonés Toshio Hosokawa, presente personalmente en esta edición del Ensems, y que entre otras veleidades nos permitió disfrutar de un sonido en estilo cuadrafónico, con percusión y metales distribuidos entre el escenario y los descansillos traseros del auditorio. Es así como los y las intérpretes de percusión pueden realizarse profesionalmente, la música contemporánea da mucho juego para ello. Por su parte, Colodi emuló a la perfección los peculiares sonidos orientales que jalonan la pieza, mientras el resto de la orquesta acompañó con vibrante energía y sentido de la solemnidad allí donde correspondía.

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