El flamenco que vendrá
Culmina la Bienal de Flamenco de Sevilla con una triple oferta que recoge las tendencias y estilos del flamenco actual y el que vendrá
Dolores Guerrero
El pasado sábado 1 de octubre llegó a su fin la vigésima segunda edición de La Bienal de Flamenco de Sevilla con un triple programa que refleja los diferentes estilos y tendencias por los que discurre el flamenco actual, y el que vendrá.
Y es que tras el estreno de la bailarina de danza contemporánea, Luz Arcas en el Teatro Central, y el genial y cautivador recital de Rafael Riqueni en el Teatro Lope de Vega, los encargados de poner el broche final fueron unas cuantas formaciones de jóvenes creadores que han puesto al flamenco a dialogar con otras disciplinas musicales.
La cita fue en Los Tinglados del Puerto, un curioso espacio que, al estar dentro de los terrenos del Puerto de Sevilla, era desconocido para la mayoría de nosotros. No es un lugar bonito ni majestuoso y, de entrada, no parece el más adecuado para cerrar un festival tan importante como la Bienal de Flamenco de Sevilla. De hecho la acústica y el sonido dejaban un poco que desear. Pero nada más sumarnos a la marea humana que se arremolinaba frente al escenario, tuvimos la certeza de que era el espacio idóneo para la propuesta que, bajo el nombre de Cantes de ida u vuelta, tenía como objetivo congregar a esos jóvenes músicos que, aunque no se ciñen del todo al flamenco, parten de su lenguaje.
Cantantes y cantaores como Queral Lahoz y Cristian de Moret que abrieron, con Fantasías de ida a compás de solea por bulerías, la milonga y el tango argentino, la senda por la que discurriría el resto del espectáculo. Una vereda en la que el flamenco, que nació en el seno del folklore popular, se pare a dialogar con las músicas populares de la juventud, un conjunto de estilos en el que la música electrónica está más que presente, aunque no es la única.
Como se trataba de destacar la fuerte influencia que ejerció en su día en el flamenco el intercambio musical con Hispanoámerica, las guitarras y sintetizadores se pusieron al servicio de los cantes de ida de vuelta. Como los tangos del Piyayo, la vidalita y la milonga que interpretó con encomiable dominio y frescura Tomás de Perrate junto al Pájaro y Raúl Fernández, o las coloridas guajiras y la sorprendente petenera que nos brindó Raúl Rodríguez junto a los Pony Bravo, los mismos palos que abordaron, aunque con un tratamiento diferente, Emilia& Pablo, Anna Colm y Exequiel de Coria, que hicieron de contrapunto a la música del grupo granadino La Plazuela, que puso a botar al respetable marcando el ritmo de la música electrónica con la que envolvieron la Vidalita de Juan Habichuela con Estrella Morente y la Colombiana de La Plazuela. De la misma manera, la Seguidilla del café y la Rumba del Beni de Cádiz de ‘Romero & Pedro Viscomi y Sepacio Surimi’, enfervecieron al público que, a esas alturas, cumplía con sus cuerpos y sus voces con el papel activo que el flamenco exige de sus receptores.
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