Música para concienciar, divertir y soñar

El Teatro de la Maestranza acogió ‘Kacharristán’, un original espectáculo interpretado por el colectivo Vibra-Tó en colaboración con Bloobloop Dúo, Zopli2 y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla

Música para concienciar, divertir y soñar / Antonio Puente Mayor

Antonio Puente Mayor

Es notorio que la basura está afectando a nuestro planeta como nunca antes habíamos imaginado. ¿Qué pasaría si todos los habitantes de la Tierra decidieran dar un nuevo uso a los materiales que ya no usan? Con esta premisa, tres músicos imaginarios dieron vida a ‘Kacharristán’, el original concierto con el que el colectivo Vibra-Tó, en colaboración con Bloobloop Dúo, Zopli2 y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla nos sorprendieron en la tarde de ayer en el Teatro de la Maestranza. Un espectáculo interpretado por los sevillanos Joaquín Sánchez Gil y Miguel Guinea Díaz, el canario Saulo Valeón y la madrileña Clara Gallardo que, de modo didáctico a la par que divertido, buscaba concienciar sobre el reciclaje y el respeto por el medio ambiente.

Los fundadores de Vibra-Tó, sobre los que recae la mayor parte del montaje, se definen como investigadores multi-instrumentistas que crean instrumentos musicales a partir de objetos cotidianos y materiales de desecho, viajan por el mundo y transmiten el amor por la música y sus instrumentos a gente de todas las edades. Y para ello ponen en marcha talleres, apariciones en medios de comunicación y por supuesto conciertos. Desde vieja latas de aceite a botellas de plástico, pasando por embudos o gorros de natación, Sánchez y Guinea utilizan todo tipo de recursos para obrar el milagro, que no es otro que alumbrar instrumentos de cuerda, viento o percusión, con los que llevan años sorprendiendo a espectadores de España, Bélgica, Brasil o Portugal.

Con una premisa tan pedagógica se podía pensar que el espectáculo estaba diseñado expresamente para los niños —había muchos pequeños acompañados de sus padres—, sin embargo, desde sus primeros compases, ‘Kacharristán’ consiguió enredar en su juego a jóvenes y adultos, ya fuese por la genialidad de las creaciones o por el carisma de los intérpretes. Esta es la principal razón del éxito de la convocatoria, el superar las expectativas de aquellos que decidieron darle una oportunidad a una propuesta insólita. Y es que bastaba con echar un vistazo al patio de butacas para comprobar que Vibra-Tó, sus colaboradores y la Orquesta Sinfónica de Sevilla contaron en todo momento con la complicidad de un recinto en el que no faltaron risas y comentarios de asombro.

En cuanto a la puesta en escena, esta era de lo más sencilla: una alfombra azul en el proscenio, sobre la que gravitaba una tela turquesa a modo de mar de plástico, dividía el espacio destinado a la orquesta del utilizado por los intérpretes, lo que permitía que estos pudiesen coger sus instrumentos en el propio escenario. Desde una regadera a un serrucho, pasando por un recogedor o una manguera, ponían la nota de color a la particular escenografía de ‘Kacharristán’, en la que tampoco faltaron pistolas de agua, tapas de cacerolas o latas de conserva. Por último, una farola situada en el extremo derecho de la escena creaba curiosos contrastes con el vestuario negro de los músicos de la ROSS, excelentemente dirigidos por David Fernández.

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En cuanto a la mecánica del espectáculo, este arrancó con el ‘Himno Nacional del Kacharristán’, compuesto por Miguel Guinea, y continuó con las presentaciones de los personajes, tras lo cual se interpretó un animado popurrí compuesto por piezas de Vivaldi, Beethoven o Rossini. A la par que los empleaban para crear melodías, los protagonistas —vestidos con trajes de fantasía rematados con turbantes— fueron presentando con sintonía y buen humor cada uno de sus instrumentos, al tiempo que interactuaban con una ROSS cuyo ‘traje de faena’ aportó una enorme frescura a la propuesta. Y es que la exhibición de talento de sus músicos, sumada al sortilegio de Vibra-Tó y cía, logró deleitar a los asistentes durante un total de sesenta minutos que se hicieron cortos —además de los mencionados compositores, también sonaron estupendas melodías de Joaquín Sánchez arregladas por Eduardo Purriños—. Esa es otra de las ventajas de ‘Kacharristán’, que pese a manifestarse como un ejercicio estrambótico, consigue atrapar al respetable dejándolo con ganas de más.

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