Orquesta de Bormujos, como un diamante por pulir

Alberto Álvarez consolida su propuesta musical en la localidad sevillana, con lleno casi absoluto y una fuerte vocación trasladada al universo más clásico

Juan José Roldán

Digna de admiración es la iniciativa puesta en marcha por el profesor Alberto Álvarez Calero hace siete años y la trayectoria disfrutada desde entonces al frente de esta orquesta con sede en la localidad sevillana de Bormujos. Disfrutamos mucho de su puesta de largo en la capital hispalense en noviembre de 2019 en la Iglesia de la Anunciación, y del concierto que celebraron en ese contenedor de cultura musical que es el Espacio Turina en febrero de 2022, pero nunca antes nos habíamos acercado a su localidad natal para junto a su público natural constatar la buena salud de esta formación que ennoblece y engrosa la oferta musical de la provincia. Como mínimo cabe agradecer y mucho acercar la buena música a todos los rincones posibles, y una orquesta de estas características cumple con éxito su cometido en la comarca del Aljarafe, cuya emergente burguesía demanda sin duda este tipo de propuestas culturales y de ocio.

Álvarez sigue apostando para su orquesta por el inagotable repertorio clásico, combinando sabiamente páginas de escasa o nula divulgación con otras más habituales y reconocidas. Quizás sea una estrategia para provocar un mayor interés dentro de un panorama aunque nunca saturado sí al menos considerablemente alimentado, o quizás simplemente un signo de identidad propia y un mero interés por visibilizar algunas de las figuras que en su momento disfrutaron de gran reconocimiento y hoy han quedado relegadas si no olvidadas. No es el caso exactamente del sevillano Manuel García, quien solo por el hecho de ser padre de las intensamente reivindicadas María Malibrán y Pauline Viardot, ha vuelto a ocupar un lugar destacado en la historia de la música universal, tras un par de siglos de absoluto ostracismo. Sigue siendo más reconocido como tenor importantísimo de su época, gran amigo de Rossini y depositario de algunos de los papeles más relevantes en el estreno de sus óperas más celebradas. Pero su labor como compositor ha sido ampliamente seguida en nuestra ciudad, gracias especialmente al trabajo del historiador y crítico Andrés Moreno Mengíbar. Canciones, oberturas y alguna que otra ópera han conocido en los últimos tiempos una segunda oportunidad que, desgraciadamente no ha convencido a muchos de su oportunidad o conveniencia. Pero aunque sólo sea por dejar constancia de su personalidad arrolladora y su absoluta entrega y pasión a la música en una tierra tan yerma en esas disciplinas, merece atender su legado.

Más allá de su dedicación lírica, García compuso también algunas sinfonías; se sabe que fueron cinco aunque dos continúan desaparecidas. La Quinta la reestrenó hace unos años la Orquesta Nacional de España, y la recuperó anoche el infatigable Alberto Álvarez y su joven orquesta. Haciéndose eco de su vocación y apasionamiento, el director ejerció también e educador, y no sólo en un escueto programa de mano en el que destaca la consideración de nombrar a cada uno y una de las integrantes de la plantilla, sino también en sus locuaces introducciones, aprovechó para aconsejar reglas básicas de comportamiento que en otros espacios no se atreven a recordar, como apagar móviles, evitar ruidos molestos, especialmente los de los envoltorios de los caramelos, y no aplaudir entre movimientos para respetar la unidad de las obras. En cuanto a las interpretaciones, la cuerda aguda exhibió muchas imprecisiones y sonidos a menudo inseguros e imprecisos, a pesar de contar entre sus filas con destacados profesores de la ROSS como Nazar Yasnytskyy, que acompaña a la formación desde sus inicios, o profesoras tan asentadas en nuestra vida cultural como Clare Applewhite y consagrados solistas como Raquel Batalloso o Ignacio Manzano. Tampoco evidenciaron mucha sintonía con unas excelentes maderas, mientras las siempre complicadas trompas llegaron a deformar algo más el resultado global de una sinfonía que dejó entrever la dedicación y buena voluntad de su autor, pero que apenas destacó por la originalidad de su tercer movimiento, donde un inspirado minueto es abruptamente interrumpido por un trío en forma de ländler con un ritmo obsesivo y constante. El molto allegro inicial respondió a la educación operística del autor, mientras su calculado andante evidenció una orquestación escuálida a la que la cuerda respondió de forma algo raquítica. Un allegro assai final y breve cerró la pieza con toda la energía y la dedicación que Álvarez sabe imprimir a su muy personal y atenta forma de dirigir.

Esa misma pasión se hizo patente en una Cuarenta de Mozart de dinámicas contrastadas y un minucioso trabajo en sus matizados crescendi, si bien en general primó el trazo grueso, destacando eso sí un minueto y un allegro final bien construidos y aceptablemente ejecutados, lo que no es poco tratándose de una página tan transitada e instalada en nuestra memoria a través de tantas versiones a cual más depurada y alabada. Un poco más de mordiente y según qué pasajes más delicadeza, le hubiera venido bien a una versión no obstante aseada y digna. No olvidemos la todavía corta trayectoria del conjunto y el mérito que tiene hacerse un hueco en la provincia y acercar esta música en directo a miles de aficionados y aficionadas fuera de la capital. La cálida respuesta del público provocó una propina en forma de recreación rococó posmoderna con algo del minimalismo de Michael Nyman. Se trata de una pieza titulada Palladio (Concerto grosso for String Orchestra) de Karl Jenkins, popular gracias a un anuncio de diamantes, como esta bienvenida orquesta todavía por pulir.

ORQUESTA DE CÁMARA DE BORMUJOS **

Concierto de la Orquesta de Cámara de Bormujos. Alberto Álvarez Calero, dirección. Programa: Sinfonía nº 5 en Mi bemol mayor, de Manuel García; Sinfonía nº 40 en Sol menor KV 550, de Mozart. Salón de Actos CEU Andalucía en Bormujos, sábado 3 de junio de 2023

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