Soustrot perfuma el inicio de temporada de la ROSS
El director titular de la orquesta optó por uno de sus habituales programas franceses para iniciar una nueva temporada, esperemos que sin sobresaltos
Juan José Roldán
El fútbol y el puente debieron restar público al concierto de inauguración de temporada de la Sinfónica, a tenor de los muchos vacíos que pudimos observar en el aforo del Maestranza. Después de una pasada temporada tan polémica y henchida de inconvenientes y sobresaltos, esperemos que ésta fluya con normalidad y colme las expectativas de la afición. Para empezar, su director titular, Marc Soustrot, optó por uno de esos programas tan queridos suyos, con los que acudía siempre a Sevilla cuando no era su titular pero sí un invitado ilustre. De hecho, Mi madre la oca de Ravel lo ha interpretado ya en varias ocasiones, más las que la orquesta lo ha hecho sin él a la batuta. Se trata sin embargo de una música tan excelsa y rotundamente bella que no nos cansamos de escucharla cuantas veces sea necesario, más si se hace de forma tan soberbia como lo lograron ayer los músicos y músicas de la formación bajo la atenta supervisión del maestro lionés. Tras un Preludio cargado de atmósfera y ensoñación, la Pavana de la bella durmiente sonó misteriosa y sensual, con intervenciones sobresalientes de flauta y clarinete, mientras fueron el oboe y el corno inglés los que se lucieron en un Pulgarcito amable y juguetón. La belleza tímbrica de la Emperatriz de las pagodas volvió a brillar en los atriles de la ROSS, mientras orquesta y director no escatimaron esfuerzos para dotar al vals de La bella y la bestia de enorme elegancia y sensibilidad. El jardín mágico volvió a estremecernos con un alto porcentaje de emoción y una inteligente dosificación de sus virtudes expresivas.
Antes, Soustrot nos regaló unas Escenas bohemias de Bizet llenas de encanto. No recordamos haber escuchado antes esta suite extraída de la ópera La bella muchacha de Perth en el Maestranza. En ella se aglutinan el Preludio y una Serenata basada en el aria Viens, ma belle, je t’attends, recreada con gracia y sensibilidad, la Marcha que transcribe el coral Bon citoyens, vivaz y contundente, y la Danza bohemia, único número que se reproduce igual que en la ópera y que cierra pieza de nuevo con enorme elegancia en las impagables prestaciones de director y orquesta. Le siguió la popular Danza macabra de Saint-Saëns, con intervenciones magistrales de Alexa Farré al crispado y diabólico violín, y de unos timbales que dotaron de relieve y significación a la envolvente partitura, y que el resto resolvió con un sensacional sentido del ritmo y claridad en los acentos. Dos breves piezas del ballet conjunto Las bodas de la Torre Eiffel, compuesto por cinco de los integrantes del grupo de Los Seis (Georges Auric, Arthur Honegger, Darius Milhaud, Germaine Taillaferre y Francis Poulenc), precisamente las aportaciones del último, sirvieron para poner el contrapunto festivo y desenfadado a la magia desplegada con Mi madre la oca que le precedió, con la orquesta exhibiendo ritmo, fuerza y ese carácter bufo que expide.
De todas las sinfonías que sobreviven de Camille Saint-Saëns, tres de las cinco numeradas y otras dos, de las que Urbs Rome gozó de enorme popularidad en su época, la número tres es la más programada, si no la única. La intervención del órgano la hace única, mientras muchas personas la identificarán como tema musical recurrente en la banda sonora de la entrañable Babe, el cerdito valiente. Aunque constituye una pieza relevante desde el punto de vista formal, con una orquestación densa y equilibrada, son muchos quienes apuntan que carece del aliento beethoveniano y la gracia schubertiana que la informan. De cualquier modo constituye una pieza sumamente atractiva, con el valor añadido de dotar de voz a un sinfonismo, el francés, que al margen de los logros obtenidos por Berlioz o Franck, nunca gozó de popularidad. Careciendo el Maestranza del gran órgano que suele presidir los auditorios clásicos, el instrumento elegido para la ocasión, del que se encargó Tatiana Postnikova, tuvo que sonar forzosamente amplificado. Paradójicamente esto provocó que su sonido se impusiera al resto, en lugar de integrarse con el resto de la orquesta, lo que dotó a la interpretación de la pieza de una majestuosidad y una irrealidad fascinantes. También la aportación del piano, solo en el scherzo a cargo de Francisco Montero, y a dos manos en el finale con la incorporación de Ángela de la Cruz Moraza, resultó elocuente y llena de magia con sus impetuosas escalas ascendentes. Por lo demás, Soustrot supo combinar el carácter reflexivo y meditativo de sus pasajes más relajados, con la elocuente gravedad de sus grandes acordes y sus abundantes contrastes, hasta desembocar en un radiante y apoteósico final.
ROSS ****
1º concierto del ciclo Gran Sinfónico de la Temporada nº 34 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Marc Soustrot, dirección. Programa: Escenas bohemias de La jolie fille de Perth, de Bizet; Danza macabra Op. 40 y Sinfonía nº 3 en Do menor Op. 78 “con órgano”, de Saint-Saëns; Ma mère l’oye, de Ravel; Discurso del general y La bañista de Trouville, de Les mariées de la Tour Eiffel, de Poulenc. Teatro de la Maestranza, jueves 12 de octubre de 2023
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