Andrés Cea acaricia el silencio en San Clemente
El órgano del Monasterio de San Clemente volvió a lucir, esta vez de la mano del Otoño Barroco y con Andrés Cea al mando de su teclado
Foto: Luis Ollero. / Juan José Roldán
Juan José Roldán
Rehabilitado con motivo de los fastos del 92, el Monasterio de San Clemente fue fundado por Fernando III El Santo en 1248 y dedicado al Papa entonces en el poder, Clemente. Su Iglesia atesora grandes trabajos escultóricos de Gaspar Núñez Delgado y pictóricos de Francisco Pacheco, además de un retablo que figura entre los más representativos del barroco sevillano, obra de los hermanos de Ribas, un artesonado mudéjar y unos azulejos de cerámica en perfectas condiciones. En el coro se haya un coqueto órgano de tres castillos y un teclado de transmisión mecánica que ha servido generosamente también en los ciclos de órganos históricos de Sevilla que hasta hace poco se celebraban en la ciudad. En este enclave, al que se accede por la calle Reposo a través de un doble compás de estilo neoclásico con atrio porticado, tuvo lugar el primero de los conciertos que celebra el Otoño Barroco este año, organizado por la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla. Hoy otro nutrido grupo de melómanos tendrán ocasión de asistir a la segunda función de este concierto de inauguración con encanto considerable.
Como suele ser preceptivo en estos ciclos cuando se celebran en lugares emblemáticos de la ciudad – a mitad de noviembre el escenario será el Patio del Palacio de Pumarejo – un acreditado especialista en patrimonio sevillano, en esta ocasión el historiador Álvaro Cabezas, cuya vinculación con la música clásica también tiene una notoria importancia, sobre todo en el ámbito de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, ilustró sobre las maravillas de este convento regentado por monjas cistercienses. Tras su profusa disertación sobre los atractivos culturales y patrimoniales del espacio, el organista y musicólogo Andrés Cea dedicó unas palabras al público, especialmente en su faceta de restaurador, advirtiendo sobre el estado mejorable en el que se encontraba el instrumento, prácticamente sin intervención alguna desde su construcción hace más de dos siglos, a pesar de que sus fuelles originales fueron sustituidos hace tiempo por otros de motor eléctrico y manual. También hizo mención a la mágica percepción del silencio que se disfruta en éste y otros espacios eclesiásticos de la ciudad, lo que unido al estado del órgano y su dificultad para absorber tareas muy complejas, le hizo decantarse por un repertorio adecuado a las circunstancias, y de esa forma molestar lo mínimo posible al silencio reinante.
Este repertorio relativamente recogido se inició con un elocuente preludio de Louis Couperin, padre de François y patriarca de toda una tradición de organistas de la Iglesia de Saint Gervais de París entre 1656 y 1826. A caballo entre el estricto contrapunto y el barroco más característico, su música se completó con una fantasía y una fuga en la que pudimos atisbar un estilo cercano al profano, sobre todo en la primera, de líneas sencillas y extremadamente amables. Más solemnes se ofrecieron las tres obras elegidas de Sebastián Aguilera de Heredia, máximo exponente de la Escuela Aragonesa, cuyo refulgente estilo policoral y severa polifonía se hizo sentir en la interpretación de Cea, siempre atento al equilibrio y la sobriedad de su exposición más que a la exhibición pirotécnica. De José de Nebra interpretó dos sinfonías, una en modo menor, sencilla y austera, y la otra en modo mayor, más alegre y distendida. Conocido sobre todo por sus óperas y zarzuelas, su obra para clave y órgano estuvo especialmente destinada a sustituir el legado musical destruido en el incendio del Alcázar de Madrid. Bach por supuesto puso la guinda al pastel, aunque el programa terminara con de Nebra. Con un sonido más aflautado, Cea desarrolló un Preludio y fuga en sol menor extraído del segundo libro de El clave bien temperado en su versión para órgano, del que el intérprete supo extraer su humor grave y moderadamente oscuro, plagado de disonancias, haciendo hincapié en su carácter obsesivo, implacablemente tensionado. Más abierto y optimista en tonalidad Do mayor, Cea acometió una combinación del primer preludio del segundo libro de El clave bien temperado con la primera fuga del primer libro, con soberbios resultados, sin apenas desliz en la digitación y cumpliendo su promesa de apenas acariciar el silencio, algo que también le facilitó el cuerpo no demasiado amplio del instrumento.
ANDRÉS CEA ***
Otoño Barroco, organizado por la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla. Andrés Cea, órgano. Programa: Prelude que il faut jouer d’un movement fort lent, Fantasia y Fuga, de Louis Couperin; Obra de primer tono sobre el paso de la Salve, Pange lingua y Obra de primer tono, de Sebastián Aguilera de Heredia; Preludio y fuga en sol menor BWV 885, Preludio en Do mayor BWV 870 y Fuga en Do mayor BWV 846, de Johann Sebastian Bach; Sinfonías en re menor y en Fa mayor, de José de Nebra. Iglesia del Monasterio de San Clemente, martes 24 de octubre de 2023
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