Flamenco

El Carnegie Hall se entrega a Paco de Lucía una vez más

Una gala de más de tres horas y tres decenas de músicos arranca el festival para celebrar en Nueva York el legado del genial guitarrista y compositor

Los músicos participantes en la gala de homenaje a Paco de Lucía en el Carnegie Hall de Nueva York saludan tras finalizar el concierto.

Los músicos participantes en la gala de homenaje a Paco de Lucía en el Carnegie Hall de Nueva York saludan tras finalizar el concierto. / FUNDACIÓN PACO DE LUCÍA

Ángeles Castellano

Más de 30 músicos, con sus 30 personalidades y sus 30 carreras. Todos, unidos con un único propósito: celebrar el legado de Paco de Lucía. Con esa premisa se celebraba este martes el acto principal del festival Paco de Lucía Legacy en Nueva York: una gala en el Carnegie Hall con la propuesta de homenajear al maestro, fallecido hace una década.

Y así, con el eje vertebrador de las composiciones más emblemáticas del genio de la guitarra, que cambió el flamenco para siempre, se presentaba un concierto de algo más de tres horas de duración y un aforo casi completo y que terminaba con un fin de fiesta de un animado Pepe de Lucía subiendo al escenario en lo que debía haber sido la mítica rumba que encumbró a Paco de Lucía, Entre dos aguas, para dar por finalizado el concierto cantando el estribillo de su Buana buana king kong.

  • Salvo una baja de última hora -Salif Keita no consiguió el visado para poder entrar en Estados Unidos-, los músicos llevaban dos días ensayando en la ciudad de los rascacielos para dar forma al homenaje. En él se presentaban tres generaciones de flamencos: los que convivieron con él (Pepe Habichuela, Carmen Linares o José Mercé), los que formaron parte de su banda (los dos sextetos: Rubén Dantas, Jorge Pardo, Carles Benavent, Tino Di Geraldo, Antonio Serrano, Alain Pérez y Piraña, además de José María Bandera, Diego el Cigala, Duquende, Dani de Morón, Antonio Rey, Antonio Serrano, Josemi Carmona o Niño Josele) y algunos otros músicos invitados, como los guitarristas Rafael Riqueni y Yerai Cortés, el contrabajista -y esta noche también acordeonista- Javier Colina, Al Di Meola, con quien Paco de Lucía compartió escenario y estudio en varias ocasiones, el salsero panameño Rubén Blades -que hizo una inspiradísima versión de su Parao sentado en una silla cual cantaor y acompañado a la guitarra por un Niño Josele en estado de gracia- o la cantante catalana Silvia Pérez Cruz. Además, también se subieron a las tablas los bailaores Karime Amaya y los hermanos Farruquito y Farru.El riesgo de subir a tantísimos músicos está siempre en mantener esa magia propia del flamenco durante todo el espectáculo. Se crearon momentos de una emoción íntima, como las tarantas de Antonio Rey, o los solos de Pepe Habichuela y Rafael Riqueni. También hubo otros de gran complicidad entre los músicos, con un Jorge Pardo especialmente inspirado junto a sus compañeros Benavent y Dantas interpretando Alta mar, o la dulzura de la armónica de Antonio Serrano envuelta por el grandioso piano de Chano Domínguez en Canción de Amor. El público lo entendió y lo aplaudiól desde el inicio, de una manera efusiva y ruidosa muy diferente de lo que suele ocurrir en España y más a la manera en la que, en el jazz, se jalean los solos para agradecer el virtuosismo.Con un solemne José Mercé por seguiriyas y una elegante Carmen Linares por alegrías, o un Yerai Cortés con muchas ganas de exponerse, explorando sonoridades con esa actitud desafiante que sostiene en el escenario, durante el recital las guitarras brillaron, sobre todo, las guitarras. Las que crecieron alrededor de Paco de Lucía y él dio alas para volar, como la de Antonio Sánchez, que emuló junto a Al Di Meola y Yerai Cortés el trío que conformaron el propio Di Meola junto a Paco de Lucía y John McLoughlin con su juguetón Mediterranean Sundance.Hubo momentos de intensidad, como el que protagonizaron Duquende junto a Bandera, Niño Josele, Pardo, Benavent, Di Geraldo, Makarines y Chonchi Heredia interpretando Sólo quiero caminar, pero también en otros se perdía esa magia buscada por algunos problemas de sonido o músicos que parecían no estar del todo concentrados, como un errático Diego el Cigala que primero reclamaba las letras de lo que debía interpretar para después tirarlas al aire y ponerse a improvisar.Es complejo mantener esa emoción en un recital en el que constantemente entran y salen músicos del escenario y los técnicos tienen que ajustar sillas, micros y monitores. Faltó quizás un hilo conductor, un elemento que uniese una canción con otra y encadenase lo que se estaba viviendo o, seguramente, el liderazgo de un capitán como lo fue en su día Paco de Lucía, un líder al que todos seguían.
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