Toros en la Maestranza

Sevilla premia el esfuerzo de Emilio de Justo en la decepción de Garcigrande

Cayetano y Gines Marín se fueron de vacío ante el escaso juego de los toros

Antonio Muñoz

Con los tendidos sin llenar, la plaza seguía recordando la faena templada de Juan Ortega en la tarde del lunes. La resaca, no de la Feria, sino de ver torear al de Triana, seguía persistente en la retina de los aficionados. 

El mal juego de los toros de Garcigrande ayudó a que se creara una atmósfera aburrida y apática en el coso de la Maestranza. Emilio de Justo fue el encargado de agradar al público y darle la vuelta a la tarde con sus dos actuaciones.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de La Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Octava corrida de la Feria de Abril 2024. Dos tercios de entrada. Toros de Garcigrande:

CAYETANO, silencio y silencio.  

EMILIO DE JUSTO, oreja y ovación.  

GINÉS MARÍN, ovación y ovación.

Un paciente Emilio de Justo

Emilio se estrenó en el ciclo con el segundo toro de la tarde. Salió muy justito de fuerza. Perdió las manos en varias ocasiones. El tendido protestó la devolución de la res. El presidente, con buen acierto, no lo tuvo en cuenta, y la lidia continuó.

Emilio de Justo le imprimió mucho temple a Azafrán para que el toro no se cayera. La calidad y su nobleza era un resquicio para que la cosa fuera a más. Así fue. El extremeño toreó las primeras tandas en línea recta y a media altura para ayudar al animal. Poco a poco, sin prisa ninguna, le iba dando su tiempo entre tanda y tanda. Hasta que llegó el toreo natural. En ese momento, el toro de Garcigrande embistió con mucha calidad, por momentos, siempre perjudicado por la escasa fuerza. 

Emilio le puso todo el aroma que le faltaba al toro. La banda de música comenzó a sonar al final de la faena, cuando De Justo se puso a pies juntos para realizar el epílogo de la faena. Aquí llegaron las cotas altas de su actuación: naturales de frente y con el pecho. Acabó por convencer al público. Se llevó la única oreja de la tarde.

Con el quinto toro de la tarde. Emilio tenía ya un trofeo en el esportón y quería redondear la tarde. Actitud no le faltó. Arropado en todo momento por sus paisanos, comenzó con un bonito inicio de faena. Arrancó con gran intensidad. El público cantó los olés desde el inicio de faena y el maestro Tejera de amenizarlo. La faena fue de menos a más. Las dos primeras tandas por la derecha fueron sensacionales: clasicismo y pureza. Con la izquierda, la cosa se diluyó. Volvió a la mano diestra, pero Tutoro ya no embestía igual. Saludó una ovación.

Emilio de Justo con su segundo toro de la tarde / José Manuel Vidal

La actitud de Ginés Marín

El tercer toro tuvo un comportamiento similar al de sus hermanos. Poca fuerza y sin raza en los engaños. Ginés Marín intentó en todo momento armar faena a Lillesito. Era una tarea complicada porque el animal se caía y no llegaba arriba. El extremeño insistió con la mano derecha y sacó muletazos destacables hasta que el animal se apagó. El diestro se pegó un arrimón, dejándose llegar los pitones al pecho, en un intento de gallardía. Poco le sirvió con el animal parado. Saludó una ovación desde el tercio.

En el sexto, la actitud de Ginés Marín fue incansable con un manso de libro. El animal salió huidizo desde su salida y no obedecía a los capotes del torero ni de los banderilleros. Embistió de punta a punta de la plaza a los dos picadores. Antonio Chacón intentó fijarlo en los engaños, no había manera. Era un manso de libro. 

Con la muleta se fijó un poco en los engaños. Ginés, en una labor encomiable, insistió con la mano derecha sacando muletazos con mucho mérito. Le tapaba la cara al animal al final de cada muletazo para poder torear en redondo. Se inventó la faena. Muchísimo mérito del extremeño que lo intentó de todas las formas. Dio una vuelta al ruedo al finalizar su actuación.

Ginés Marín en la lidia a su primer toro de la tarde / José Manuel Vidal

Cayetano se fue silenciado

Salía por la puerta de chiqueros el primero de la tarde, Centenero. Un toro colorao, de excelente presentación y serio de pitones, un tío. De salida embistió con una calidad y un temple que Cayetano pudo torear muy cómodo a la verónica. Lástima que el toro no durara más. Embestidas mortíferas que no llegaron arriba. Cayetano insistió en una labor que no tuvo recompensa. El único olé que se escuchó en toda la faena fue el de la estocada. Cayetano ejecutó la suerte suprema de excelentes maneras. 

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En el cuarto ocurrió más de lo mismo. El menor de los Rivera estuvo aseado ante un toro sin fuelle. Se sucedieron los enganchones y la cosa no fue a más. Volvió a recetar una gran estocada al de Garcigrande. Una tarde que no pasará al recuerdo, por la decepción del mal comportamiento de los toros.

Cayetano Rivera Ordóñez en la lidia a su segundo toro de la tarde / José Manuel Vidal

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