Icónica Santalucía Sevilla Fest

Otra noche triunfal con Arcade Fire

La banda canadiense, con un sonido impecable, dio en Icónica Santa Lucía Sevilla Fest su enésima clase magistral sobre el rock de masas según el ‘indie’. Unos deslucidos !!! y Orbital, siempre infalibles, completaron el cartel de la noche

El líder de Arcade Fire durante el concierto de Icónica Fest

El líder de Arcade Fire durante el concierto de Icónica Fest / Manu Suá

El calor que aún apretaba en la sofocante jornada era una razón bien rotunda por sí misma, pero aun así se nos rompió un poquito el corazón ver a un grupo tan interesante como !!! –o Chk Chk Chk, que tiene el mérito no sabemos si dudoso o encomiable de poner notables trabas para ser localizado en los buscadores de internet– dando comienzo a su actuación ante una Plaza de España casi vacía.

De la banda encabezada por Nic Offer tuvimos las primeras noticias en los primeros dosmiles, cuando en plena explosión del tremendo revival post-punk, o punk-funk, o dance-punk, llámese como cada uno prefiera a la corriente que reafloró en aquellos años, se descolgaron con aquel memorable Me and Giuliani Down by the School Yard (A True Story), un inapelable e hipnótico hit de nueve minutos que los ubicó entre los primeros de aquel boom, lejos de los muchos e intercambiables proyectos sin argumentos propios más allá del saqueo de legados sonoros ajenos.

La banda neoyorquina abría la larga noche en Icónica Santa Lucía Sevilla Fest, con un cartel triple en el que Arcade Fire era el evidente reclamo estelar. Fue una lástima que el sonido, descompensado, amorfo, con un reverb pasado de rosca, francamente espantoso, desluciera sustancialmente la música de la banda, en la que todo, los ritmos electrónicos, las guitarras cortantes y de aliento disco-funk empleadas prácticamente como un elemento rítmico más, las propias voces, está al servicio del groove y la pulsión del baile.

!!! (Chk Chk Chk) en una de las últimas citas del Icónica Fest

!!! (Chk Chk Chk) en una de las últimas citas del Icónica Fest / Manu Suá

Con sus pantaloncitos de paseo marítimo y su camisa –perfecto atuendo del moderno despreocupado–, y escoltado por Lea Lea –atuendo M.I.A., cuerdas vocales de house de vieja escuela– Offer bailó, correteó, se bajó del escenario, giró sobre sí mismo entre el público como un derviche hipster, hizo, en fin, todo lo posible por caldear el ambiente, inevitablemente desangelado, y con Dancing is the best revenge por fin pudimos atisbar algo del verdadero potencial del grupo, que consiguió poner a bailar de nuevo al público con Un puente. Tras su libérrima versión del Man on the moon de REM pasada por el filtro narcótico del dub, !!! volvió con Even when the water’s cold –cortinilla de las promos de Cuatro durante un tiempo– a aquel Th!!!er de 2013 con el que coquetearon más que nunca con el éxito popular. Se entonaron un poco al final, pero no fue una de esas noches que la próxima semana recordarán ni ellos ni el público. Una pena.

El talento camaleónico de Arcade Fire

Con su rock de catártico e impregnado de sentimiento dramático, Arcade Fire logró en 2004, con su debut Funeral, llegar desde casi la nada a llenar grandes estadios y telonear a David Bowie, quien ejerció siempre de entusiasta pregonero de las bondades del grupo canadiense. A partir de ese momento la banda liderada por Win Butler desarrolló una trayectoria a veces discutida –por su inclinación a la épica, pese a que ésta sea muchas veces introspectiva, son, salvando todas las distancias, también estilísticas, algo así como los U2 de la generación que creció escuchando indie–, a veces, pensamos, demasiado preocupados por exhibir talento camaleónico –como su gran protector–, lo que a fin de cuentas ha tenido la saludable consecuencia de que sus discos siempre han procurado alejarse de la repetición de patrones y fórmulas.

Arcade Fire en el escenario de la Plaza de España

Arcade Fire en el escenario de la Plaza de España / Manu Suá

Y precisamente WE, su último lanzamiento, de 2022, muestra al grupo de regreso a un sonido más cercano a sus primeros tiempos, tras una serie de trabajos en los que fueron incorporando sintetizadores y pegada electrónica, con aquel Reflektor (2013), producido por James Murphy, el capo y enorme talento tras LCD Soundsystem, como ejemplo particularmente elocuente.

Tras una intro con la relectura de 2013 del clásico Sound & Vision de Bowie, arrancó con un Age of Anxiety (Rabbit Hole) tan bailable como preñado de sentimiento, pura marca de la casa, en parte gracias a la voz de Butler, en cuyo templor siempre se agazapa una vibrante emoción. Que además la interpretase dando vueltas sobre la fuente de la Plaza de España, entre los espectadores, terminó de contribuir a un comienzo muy en alto. Por si alguien dudaba del oficio y la capacidad del grupo para meterse al personal en el bolsillo en un chasqueo de dedos, ahí quedó ese comienzo.

El cantante de Arcade Fire entre el público de Icónica Fest

El líder de Arcade Fire entre el público de Icónica Fest / Manu Suá

Creature comfort, de Everything now, con los característicos coros de Régine Chassagne, continuó ahondando a continuación en esa veta de rock expansivo de latido electrónico altamente coreable, al igual que Reflektor y su crescendo atmosférico sobre capas de sintes y los acordes finales de Butler al piano. Afterlife, también de Reflektor, en la misma línea electrónica-emocional, volvió a mostrar a un Butler comodísimo en su papel de frontman-espectáculo, algo que, sinceramente, no lo pudimos siquiera intuir en su primer disco.

Y a él volvió el grupo en la siguiente canción, Neighborhood #1 (Tunnels), propulsada por sus aires de intensa catarsis, la primera de cuantas tocaron de Funeral, de cuya publicación se cumplen ahora veinte años, que en efecto, lo sabemos ahora, no son nada y lo contienen todo.

Butler paró en seco el concierto debido a unos problemas con el monitor de su guitarra de los que todavía se estarán acordando los técnicos de sonido que recibieron sus gritos durante un lapso de tiempo suficiente para incomodar también al público

Con el ambiente prendido, mientras tocaban Neighborhood #3 (Power out), uno de los cortes más rabiosos de aquel debut, Butler, enormemente irritado, tuvo un ataque de divo (por las formas; en el fondo de la cuestión, como no lo sabemos, no entramos) y paró en seco el concierto debido a unos problemas con el monitor de su guitarra de los que todavía se estarán acordando los técnicos de sonido que recibieron sus gritos durante un lapso de tiempo suficiente para incomodar también al público. Fue un anticlímax en toda regla, que medio arreglaron con The Suburbs, tema de pulso más sereno tranquilo del estupendo álbum homónimo.

Tras un reprise de Neighborhood #3 (Power out), la incursión en Funeral siguió con la preciosa y, por supuesto, épica Rebellion (Lies), uno de esos temas de cortocircuito, tan melancólicos como rebosantes de energía y tensión melódica, que levantó al público con especial fuerza: el Medidor Oficial de Pantallitas Iluminadas la señaló como una de las canciones más esperadas.

Arcade Fire durante su concierto en Icónica Santalucía Sevilla Fest

Arcade Fire durante su concierto en Icónica Santalucía Sevilla Fest / Manu Suá

El paseo por el pasado prosiguió con No cars go, de su Neon Bible, otra nueva muestra de la inclinación de las composiciones de la banda al sentimentalismo y aspirar más a ser himnos que canciones. Esto es algo que a algunas personas les pone muy nerviosas, pero en este terreno, quién podría negarlo, lo cierto es que Arcade Fire lo borda. Y luego está su sonido: un auténtico cañón sin perder por ello los matices instrumentales.

El leve exotismo de Haïti dio paso a un guiño a los seguidores pata negra de la banda, que de la mano de Headlights look like diamonds se asomó casi a su prehistoria, a su primer EP, de 2003. Ready to start (“the businessmen drink my blood / like the kids in the art school said they would”), una de sus canciones de pegada más inmediata, con su línea de bajo gordo y su ritmo implacable, empujando la canción siempre hacia adelante. Nosotros preferimos esta concisión y esta rotundidad de la banda antes que sus fugas de vocación cuasi-sinfónica, pero, oye, es cuestión de gustos, hay donde elegir en su propio repertorio.

El público de icónica se entregó al sonido de Arcade Fire

El público de Icónica se entregó al sonido de Arcade Fire / Manu Suá

Quien prefiera el sentimiento grandilocuente, juguetón y pizpireto, un tipo de alegría digamos festivalera, por ejemplo, se solazaría a gusto con Sprawl II, que la banda interpretó a continuación, con despliegue de gigantestos muñequitos bamboleantes por el aire. O con Everything now, seguramente su canción más radiable y ligerita… tanto que bordea peligrosamente lo kitsch. El cierre lo echaron con Wake up, acompañado por el público a voz en grito, manos en alto, bailando, abrazándose, entregado a la banda, que se retiró poco a poco, deslizándose entre el público, mientras coreaba el estribillo de la canción al alimón con la multitud.

El broche final de Orbital

Pasada la una de la madrugada comparecieron en el escenario Orbital, el veteranísimo dúo británico compuesto por los hermanos Phil y Paul Hartnoll, que desde los años 90 vienen facturando un techno de amplio espectro, capaz de aunar la autenticidad –sea lo que sea esto, pero en el fondo nos entendemos— con la accesibilidad. Las espirales de sintes de Deeper del remoto Chime, su primer aldabonazo en la escena electrónica, demostraron que se puede haber un techno de sofá, no necesariamente orientado al baile por defecto, con sus paisajes mentales de quietista abstracción.

Orbital puso el broche de oro al concierto en la Plaza de España

Orbital puso el broche de oro al concierto en la Plaza de España / Manu Suá

La leña, claro, iba a arder antes o después, y comenzó a hacerlo pronto, con Where is it going?sample de Stephen Hawking incluido, una odisea espacial cercana a los primeros Daft Punk. Con las proyecciones como elemento fundamental de la puesta en escena, pisó aún más el acelerador con una sensacional Dirty Rat, su colaboración con Jason Williamson de Sleaford Mods, eximio príncipe de la marrullería, presente solamente en la pantalla con su habitual humor de perros.

Satan, un auténtico clásico –más de treinta años lo contemplan– del dúo, oscureció –para bien– aún más la noche, y nosotros emprendimos la retirada, no precisamente por falta de ganas. El show, como quien, dice, no había hecho más que empezar, pero nos fuimos con la tranquilidad de saber que Orbital estaba haciendo bien lo que mejor sabe, sentando las bases para que muchos de los espectadores aún sigan de fiesta para cuando nosotros nos estemos ya levantando de la cama.