Toros

Los toros de Matilla emborronan el duelo sevillano en la despedida de Hermoso de Mendoza

El argumento principal del festejo, más allá de la oportunidad de encajar la despedida de Hermoso de Mendoza en un festejo mixto, giraba en torno al duelo hispalense forzado por la ausencia inevitable de Morante de la Puebla

El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza en su primer toro de la tarde en el festejo 24 de abono perteneciente a la Feria de San Miguel, en la plaza de la Maestranza de Sevilla. EFE/ Raúl Caro

El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza en su primer toro de la tarde en el festejo 24 de abono perteneciente a la Feria de San Miguel, en la plaza de la Maestranza de Sevilla. EFE/ Raúl Caro / Raúl Caro / EFE

Álvaro Rodríguez del Moral / EFE

La tercera y última corrida de la Feria de San Miguel de Sevilla se ha saldado con el solitario trofeo paseado por Pablo Hermoso de Mendoza después de lidiar el último toro de su vida profesional en la plaza de la Maestranza de Sevilla. Ortega, que dio un recital capotero, y Aguado, muy dispuesto, se estrellaron con el pésimo encierro de la casa Matilla.

El argumento principal del festejo, más allá de la oportunidad de encajar la despedida de Hermoso de Mendoza en un festejo mixto, giraba en torno al duelo hispalense forzado por la ausencia inevitable de Morante de la Puebla que puso en bandeja a la empresa Pagés su sustitución por Pablo Aguado, único sustituto natural del matador cigarrero.

Pero ese atractivo enfrentamiento entre los herederos del genio de La Puebla se iba a ver empañado por el juego decepcionante de la ganadería de los Hermanos García Jiménez, los toros de Matilla, que ya habían sido escogidos en abril para levantar el telón de la temporada y ahora tenían la llave de la clausura del abono.

Todo iba a quedar resumido en el impresionante recibo capotero de Juan Ortega con el segundo. Fue un macizo y extenso ramillete de verónicas que remató con una sensacional media verónica. Esa excelencia capotera se iba a mantener en el quite posterior, dictado por chicuelinas y presidido por un sentido de la gracia que se desbordó en las dos medias.

Aguado replicó por el mismo palo cuajando otra tanda de chicuelinas de distinta expresión y cadencia. Pero el toro ya había anunciado que su motor no era infinito y claudicó por completo después del sabroso inicio de faena de Juan Ortega y una ronda de derechazos de rabioso y templado clasicismo. El quinto, manso y aquerenciado, tampoco le iba a dar demasiadas opciones.

Muchas menos son las que barajó Pablo Aguado pese a su evidente disposición y sentido de la responsabilidad en una tarde de máximo compromiso en la que había entrado por la vía de la sustitución. Lanceó entonado al tercero, que blandeó desde el primer momento hasta pararse por completo después de cuatro o cinco muletazos de cristalina naturalidad.

Tampoco iba a ser posible con el sexto, último toro del abono 2024 en la plaza de la Maestranza. Fue un animal con más disparo que embestida, que engañaba en sus viajes incompletos y que obligó al joven matador sevillano a emplearse en un esfuerzo estéril que sí sirvió, al menos, para probar su actitud.

Pero la corrida estaba organizada para amparar la despedida de Pablo Hermoso de Mendoza en una de las plazas que mejor le han visto. El rejoneador navarro recibió los brindis sucesivos de sus compañeros, el cariño del público de Sevilla y mostró su magisterio con un primero de más a menos y con un manso cuarto que le obligó a un gran esfuerzo, brindado a su mujer, hija y definitivamente a Guillermo: su hijo, pupilo y heredero artístico.

Hermoso pasearía finalmente la única oreja concedida en el festejo gracias al cariño y la sensibilidad del público que abarrotaba la misma plaza en la que cortó un rabo en la lejana Feria de Abril de 1999. La ovación de despedida fue clamorosa.

Ficha del festejo

En la lidia ecuestre se lidiaron dos toros de El Capea, de más a menos uno y manso el otro. Para los de a pie salieron cuatro ejemplares de Hermanos García Jiménez a menos en todo. Se desinfló el primero; se aplomó el tercero; resultó manso y aquerenciado el quinto y muy deslucido y a contrapelo el sexto.

El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, con casaca negra y plata, cinco pinchazos, rejonazo corto y descabello (algunas palmas) y pinchazo y rejonazo trasero (oreja).

Juan Ortega, de visón y oro, media trasera (ovación) y estocada (ovación).

Pablo Aguado, de zafiro y oro, media tendida (silencio) y media estocada (silencio).

Lleno de ‘no hay billetes’. Saludaron los banderilleros Juan Sierra y Francisco Javier Araújo tras parear el segundo. Fue muy aplaudido el picador Manuel Quinta.