Ópera
Turandot: el poder transformador del amor
Gran noche de ópera en el Maestranza, con un lleno absoluto dejándose hipnotizar por una combinación de talentos tan equilibrada como bien dosificada
Turandot en el Teatro de la Maestranza / Guillermo Mendo
La última y más espectacular ópera de Giacomo Puccini quedó inacabada, y con ello la posibilidad de que su autor resolviera de forma convincente esa difícil transformación que sufre su protagonista, de princesa cruel y despiadada a mujer convencida del poder transformador del amor. A Franco Alfano, quien completó la ópera, se le achacó no saber resolver este difícil enigma y ofrecer un tercer acto algo desajustado y pueril respecto al resto, algo que no compartimos, considerando su decisión, siempre acorde a los designios de su principal y malogrado artífice, consecuente con la nueva gramática que, sin salirse de lo tonal y posromántico, encabezó Strauss con sus Salomé y Elektra.
Culminando su homenaje al compositor en el ciento aniversario de su muerte, y tras el sensacional recital que nos dejaron hace una semana Sondra Radvanovsky y Piotr Beczala, el Maestranza levantó anoche el telón para deslumbraros por tercera vez con la misma producción con la que lo hizo en 1998 y 2010, la que diseñó Sonja Frisell a partir de los decorados y figurines creados por Jean Pierre Ponelle para el Teatro de La Fenice en 1987, y que nuestro coliseo hizo suya tras la adquisición de los derechos pertinentes. Pero esta vez llegaba con más luz y las intervenciones del valenciano Emilio López. Su condición de videoartista influyó considerablemente en sus decisiones visuales, aderezadas con un movimiento escénico esmerado y eficaz en lo estrictamente teatral.
El reparto de Turandot sobre las tablas del Maestranza / Guillermo Mendo
Con estas premisas, y un decorado muy ingenioso que da juego a sus tres actos simplemente confiando en un mecanismo rotatorio, notablemente ornamentado con preciosas proyecciones que dan al todo un aspecto mágico, ayer pudimos una vez más congratularnos con esta puesta en escena y gozar de la ópera tanto musical como dramáticamente. Había que convencer de ese poder transformador y los intérpretes lo hicieron con unas actuaciones en lo vocal y lo estrictamente teatral, ejemplares al menos en un alto porcentaje, con los matices y las inflexiones dramáticas precisas para convencernos de su en principio disparatado argumento, inspirado en leyendas ancestrales que Carlo Gozzi convirtió en pieza teatral en la Italia del siglo XVIII.
Dignos de una bellísima partitura
Hoy podemos considerar la insistencia de Calaf como el comportamiento de un acosador, mientras la sed de venganza de Turandot podría estimarse como un feminismo llevado a las últimas consecuencias. Extremismos nunca aconsejables que tanto afectan a la multitud, y así aparece también en esta obra inmortal, con un popolo di Pekino prácticamente omnipresente que da al coro la posibilidad de lucirse a fondo, demostrando el excelso nivel que atesora, combinado con la siempre brillante intervención de las voces blancas de la Escolanía de los Palacios, y el trabajo sensacional de la Sinfónica, de nuevo en las manos especializadas del maestro Gianluca Marcianó, de cuya Tosca, tan felizmente controvertida en lo escénico, dio buena muestra hace dos temporadas.
La suya fue una dirección muy atenta a la escena, capaz de transmitir toda la fuerza arrolladora de la partitura, a la vez que mostrarse comedida y sensual en los pasajes más íntimos, a todo lo cual respondió la orquesta con su calidad habitual, demostrando ser esa joya que tanto mimo y cariño merece.
Sin menospreciar el talento que sin duda le ha abierto tantas puertas, la Turandot de la soprano ucraniana Oksana Dyka no estuvo sin embargo a la altura. Su voz no es esencialmente dramática, como requiere el papel. De hecho fue el único pilar que tambaleó en este suntuoso espectáculo. Su voz estridente se nos antojó directamente chillona, anclada en el agudo permanente, sin color ni matiz alguno. Empeñada en el aspecto cruel y despiadado del personaje, entonó un In questa reggia sin atisbo de emoción ni sentimiento, nada voluptuoso. Y así el resto de su actuación, que en lo estrictamente actoral se saldó con una gestualidad que a menudo rozó lo cómico.
Jorge de León destacó como Calaf, poniendo toda la carne en el asador, tanto en lo actoral como en lo musical, con agudos refulgentes, un control absoluto del instrumento, sintiéndose cómodo y fluyendo en todo su recorrido emocional. Intenso y heroico en todo momento, logró, sin embargo, que el habitual monocorde personaje alcanzara cotas emocionales sorprendentes. Convenció en Non piangere, Liú, aunque no resultó suficientemente poético ni consolador. Pero firmó un Nessun dorma sobresaliente, sin intención de epatar, con limpieza, respeto y seguridad.
Uno de los momentos de la ópera Turandot en el Teatro de la Maestranza / Guillermo Mendo
Pero quien mereció las más encendidas ovaciones fue la soprano donostiarra Miren Urbieta-Vega, entregada en cuerpo y alma a su desgraciada Liú. Acometió Signore ascolta con más vehemencia de lo habitual, sacrificando dulzura y emotividad para centrarse en el ruego enérgico, dando así una dimensión diferente al personaje. En el tercer acto, incluyendo un Tu che di gel doloroso y conmovedor, hizo gala de una riqueza de matices, una claridad y una proyección extraordinarias.
Del trío de ministros, destacamos la intervención seria y con autoridad del barítono Pablo Ruiz, bien arropado aunque con menor cuerpo y un registro más humilde, de los tenores Manuel de Diego y Jorge Franco. Sus personajes tienen tanto peso y carga que bien merecerían voces alternativas en el segundo reparto. Muy bien el movimiento escénico de sus podríamos decir sombras, con acrobacias y agilidades muy entretenidas. Magnífico y profundo en sus breves intervenciones el bajo ruso Maxim Kuzmin Karavaev, y buen nivel también desplegado por el resto del elenco.
TURANDOT ****
Música de Giacomo Puccini. Libreto de Giuseppe Adami y Renato Simoni. Gianluca Marcianó, dirección musical. Emilio López, dirección escénica sobre la original de Sonja Frisell. Jean Pierre Ponnelle, escenografía y vestuario. Juan Manuel Guerra, iluminación sobre diseño original de Joan Sullivan. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Con Oksana Dyka, Jorge de León, Miren Urbieta-Vega, Maxim Kuzim Karavaev, Pablo Ruiz, Manuel de Diego, Jorge Franco, Josep Fadó y César San Martín. Coro Teatro de la Maestranza (Íñigo Sampil, director). Escolanía de Los Palacios. Banda interna del Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo. Producción del Teatro de la Maestranza. Teatro de la Maestranza, jueves 7 de noviembre de 2024
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