FESTIVAL DE SEVILLA | EMMA SUÁREZ Actriz y protagonista de 'Desmontando el elefante'
"Estoy acostumbrada a vivir al día, a no saber si voy a trabajar dentro de dos meses"
La actriz protagoniza junto a Natalia de Molina ‘Desmontando un elefante’, ópera prima de Aitor Echeverría, que se estrena en el Festival de Sevilla
Mientras abajo, en la calle, hay quien vende castañas asadas como es tradicional en pleno noviembre, en la terraza del hotel, periodistas y profesionales del cine huyen del sol como de la peste. Emma Suárez (Madrid, 1964) se acerca a una mesa en sombra y retira sus gafas negras. Es casi un tópico que comencemos hablando del tiempo, pero enseguida eso conduce a relacionar el cambio climático con la catástrofe de la DANA y la intoxicación de las redes sociales. Mejor cambiar rápidamente de tema, porque nos dicen que tenemos 20 minutos, y hay que ir al grano.
La actriz, una de las más reconocidas y galardonadas en la historia del cine español, ha acudido al Festival de Sevilla como protagonista de Desmontando un elefante, ópera prima de Aitor Echeverría, en la que da vida a Marga, una mujer cuyo alcoholismo crea una situación paralela de dependencia entre ella y su hija menor, Blanca, a quien da vida Natalia de Molina. El filme, que forma parte de la Sección Oficial, es un drama intimista y sutil que también cuenta en su reparto con Darío Grandinetti y Alba Guilera.
“Venga, pues vamos a desmontar ese elefante”, lanza la merecedora de tres premios Goya (en 1996 por El perro del hortelano, y en 2016, como protagonista por Julieta y como actriz de reparto por La próxima piel), como señal para iniciar la entrevista.
PREGUNTA. ¿Cómo ha sido trabajar con Natalia de Molina y con un director novel como Aitor Echeverría?
RESPUESTA. Se ha creado un vínculo muy hondo entre los tres, porque esta es una película que aborda un tema delicado, sobre el que hay mucho estigma, y hemos tenido tiempo para preparar, reflexionar, hablar, investigar. Aitor nos ha dado la mano y ha estado muy cerca de nosotras todo el tiempo. Ha hecho una película muy madura, a pesar de que sea su ópera prima. En realidad, es un cineasta que ya lleva tiempo trabajando como director de fotografía.
Desmontando un elefante es una película que lleva gestando desde hace diez años, entonces él sabía muy bien de lo que quería hablar y cómo lo quería contar. Y para mí fue un desafío abordar este tema, significaba acercarme a un lugar desconocido, y la posibilidad de aprender también. Aitor es delicado, tranquilo, sutil, discreto, elegante… ese aroma que tiene la película está en él como director, y nos ha transmitido desde el primer momento mucha confianza.
P. El estigma del que usted habla recae aquí en una arquitecta de éxito, una mujer de clase media-alta con una familia aparentemente idílica. No es algo habitual de ver, y ella lo expresa de modo muy contenido. ¿Cómo preparó ese personaje de Marga?
R. En la primera entrevista que tuve con Aitor le dije que, obviamente, necesitaba acercarme a personas que tuvieran esta enfermedad, que estuviesen en tratamiento, ir a centros de desintoxicación, hablar con terapeutas, y así lo hicimos. Pudimos asistir a terapias de grupo y familiares en varias ocasiones. También leí varios libros, y vi alguna que otra película como Leaving Las Vegas, donde Nicolas Cage hizo aquel trabajo tan interesante, pero los filmes no me servían mucho porque siempre se ha tratado el alcoholismo mostrando el alcoholismo.
Lo interesante de Desmontando un elefante es que hay otra perspectiva, muy original. En la secuencia de la cena de Navidad, por ejemplo, lo único que se bebe es agua. No se ve a este personaje nunca bajo los efectos del alcohol, sino las consecuencias que esto tiene en la relación entre una madre y una hija. La película muestra cómo afecta a la familia, y el vacío que siente esta mujer.
Necesitaba acercarme a personas que tuvieran esta enfermedad, que estuviesen en tratamiento por alcoholismo, ir a centros de desintoxicación, hablar con terapeutas
Me he dado cuenta del increíble trabajo que tienen que hacer estas personas para salir adelante. Es una reconstrucción de la identidad a la que se enfrentan y me merece todo el respeto porque la sociedad no les ayuda, la sociedad les estigmatiza. Empezar a aceptar y reconocer que lo que te sucede es una enfermedad ya es un paso de gigante, porque la sociedad no te mira así. Es una mujer que lo tiene todo, pero a veces todo es nada, a veces hay un vacío existencial, hay una insatisfacción ante la vida, hay un no gustarse, un no quererse. En las terapias a veces nos decían que la causa no es tan importante muchas veces. O sea, que no hay una razón que justifique el por qué una persona es adicta.
P. A las actrices que alcanzan una determinada edad les suele costar mucho encontrar papeles. No parece que sea su caso, porque no para de trabajar en cine, teatro y televisión.
R. Ahora mismo estoy preparando teatro. El año que viene es el centenario de Carmen Martín Gaite y vamos a hacer El cuarto de atrás [con dirección de Rakel Camacho en adaptación de María Folguera, y se estrenará en el Teatro de la Abadía, en Madrid, el 27 de febrero].
P. ¿Qué le lleva a aceptar o declinar un proyecto?
R. Es muy relativo. Tenga en cuenta que yo vivo de esto, claro. Es mi trabajo, pero también tengo una familia, entonces uno elige en la medida de lo posible y según las propuestas. A veces te coinciden varias, y tienes que dejar de hacer una que te gustaba muchísimo y de la que te habías enamorado y dices: “¡Qué fastidio, no la puedo hacer!”. Desde luego, sí que trato de cumplir con los compromisos que adquiero. Esta película, por ejemplo, la rodamos en junio del 2023, pero el proyecto lo había recibido dos años antes y me había gustado mucho.
Sí que es verdad que me seducen mucho las películas que cuentan historias y que me motivan, las que me llegan, me plantean preguntas y, como actriz, me invitan a tomar riesgos. A veces, cuando leo un guion, me digo: “¡Ostras, ¡qué difícil!, ¿no?” Pues eso es la que me gusta.
P. No acudió a ninguna escuela de interpretación, pero, ya desde niña, sus padres la apuntaban a muchos cástings. ¿Era porque veían en usted un potencial?
R. A mis padres, que ya se fueron, les estoy muy agradecida porque si me dedico a esto es por ellos. Somos una familia de cinco hermanos y, bueno, supongo que ellos estaban muy orgullosos de los hijos que tenían. A mis hermanos les habían metido en una agencia de modelos. El pequeño, yo y los dos mayores, siendo muy pequeños, ya habíamos hecho alguna colaboración en algún spot de publicidad.
Un día mi padre, leyendo el periódico, vio el anuncio de un cásting, mi madre me llevó al día siguiente y me dieron el papel protagonista. Yo, sinceramente, nunca había pensado en ser actriz. Este oficio me despertó una vocación que yo desconocía. Yo era una niña que jugaba a disfrazarse, jugaba a ser otra, en casa el juego siempre formó parte de nuestra familia, pero nunca me planteé que ese sería mi futuro profesional.
Equipo de la película 'Desmontando un elefante', que se estrena en el Festival de Sevilla. / Lolo Vasco / Festival de Cine
P. Aquel primer papel era el de Memorias de Leticia Valle (Miguel Ángel Rivas, 1979). Usted tenía 14 años y ya estaba trabajando con Fernando Rey, Héctor Alterio y Esperanza Roy. ¿Aprendió la vida a través del oficio de actriz? ¿Sigue siendo así?
R. Mire, ahora tengo la sensación de que, cuando voy a un rodaje, me siento un poco como en casa. Han sido muchas películas ya, entonces para mí el cine forma parte de mi familia y de mi vida de una manera muy cotidiana.
Cuando voy a un rodaje, me siento un poco como en casa
Es verdad que siempre estás aprendiendo, porque cada personaje y cada película es algo nuevo en tu vida, pero también soy consciente de que hay una experiencia que me hace sentirme cómoda en los rodajes, con los equipos. independientemente de la generación de la que provengan, sea un director novel o un profesional veterano. Pero siempre hay algo también maravilloso en este oficio que lo hace nuevo cada vez. Cada proyecto es un descubrimiento.
P. ¿Llegó a haber algún momento en que se sintiese incómoda, insegura, en crisis?
R. A ver, este es un trabajo en el que la inseguridad y la inestabilidad forman parte de la vida. Yo ya estoy acostumbrada a no hacer planes. Cosas como sacarme un billete para irme de vacaciones en Semana Santa con antelación me parecen impensables. Es algo que no he hecho nunca, que no puedo hacer. Estoy acostumbrada a vivir al día, a no saber si voy a trabajar dentro de dos meses, porque ese miedo siempre existe. Y más cuando eres una persona responsable con familia. La inestabilidad forma parte de este trabajo y hay que aprender a convivir con ella. Eso es lo más difícil, sigo trabajando, pero nunca sabes lo que va a pasar. Siempre he vivido consciente de esa circunstancia.
La inestabilidad forma parte de este trabajo
P. Alguien como usted, con tres Premios Goya, una Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, y toda su trayectoria y popularidad, ¿siente aún ese miedo a la incertidumbre?
R. Es que esto no es una carrera en la que terminas, estudias cinco años y tienes un máster, ¿no? Cada película es una experiencia nueva y siempre te puedes equivocar. El arte, la creatividad, es algo intangible, no sabes muy bien cómo vas a acertar, si vas a gustar, si no va a gustar…. Estás siempre en tierra de nadie.
P. De todas las películas en que ha participado, ¿hay alguna a la que tenga un cariño más especial?
R. Muchas, muchísimas. La ardilla roja, El perro del hortelano, Besos para todos, La próxima piel, Julieta, Josefina… Creo que soy una persona agradecida con los proyectos en los que he participado. He tenido la suerte de conocer gente buena, gente buena en todos los sentidos. He crecido con personas a las que admiraba, como Mario Gas, Jaime Chávarri… Sigo manteniendo amistad con ellos y eso me gusta mucho.
Y también el trabajar con gente joven, como Fernando Franco. La consagración de la primavera es otra película que me ha enseñado muchas cosas. Hay filmes que se quedan ahí porque son personajes que has vivido de una manera más profunda, más honda, y que te han abierto dentro de ti lugares desconocidos y has aprendido y crecido con ellos. Y eso es muy bonito, porque al final uno trabaja con emociones. Eso te lo llevas en tu baúl.
P. Ha trabajado con muchos de los más grandes directores, y directoras, del cine español. ¿Se le ha quedado alguna espina clavada?
R. Hay muchos directores con los que me que me encantaría trabajar ahora mismo, mucha gente joven, y muchísimas actrices y actores. Afortunadamente creo que ahora hay mucho movimiento, e historias magníficas. Estamos en un momento cinematográfico de mucha diversidad y con muy buena mano. Me quedo muy sorprendida a veces de los trabajos que veo y me gusta muchísimo. O gente desconocida a la que ves en una película y dices: “¡Qué maravilla de trabajo!” Me gusta mucho eso.
P. Está hablando del gran nivel que hay ahora mismo, pero ¿cree que es más fácil hacer cine ahora de lo que era antes? En su oficio, por ejemplo, usted entró por la puerta grande, con mucha fortuna, pero hoy en día la mayor parte de intérpretes noveles están poniendo copas en bares.
R. Sí, pero eso ha pasado siempre. Este es un oficio que no te hace rico, es vocacional, y si no encuentras trabajo en el cine o en el teatro, tienes que buscarte algo alternativo. Yo creo que lo que ha cambiado es el mundo de las plataformas. Antes el cine se veía en las salas y ahora lo puedes ver en tu ordenador, en la televisión, en el móvil…. Yo soy una antigua en ese sentido, porque a mí me gusta ir al cine y ver una pantalla grande.
Ahora hay muchas series, hay mucha más gente joven que antes. Yo recuerdo que a lo mejor nos hacían una entrevista a una generación de jóvenes actrices e íbamos siete u ocho y ya estábamos todas. Y ahora, sin embargo, hay muchísima gente y hay mucho talento.
P. ¿Puede que las plataformas sirvan para que haya más cultura cinematográfica?
R. Yo creo que hay mucha oferta, y uno tiene que aprender a elegir lo que quiere ver. En ese sentido es más complejo, porque te metes en Netflix, en Movistar, en Prime Video, en Disney, en HBO, y todas te pueden ofrecer algo que quieras ver. En mi casa, mis hijos se pasan todo el tiempo haciendo zapping y al final es como… “Vamos a ver algo”, ¿no?” Lo importante es que se sigan creando historias porque, a pesar de que haya tanta oferta, a mí, por ejemplo, lo de todas las series y documentales que se hacen de crímenes me parece un poco excesivo. Y a lo mejor tiene que ver con lo que hablábamos antes de la deriva de las redes sociales.
En el Festival de Sevilla
Desmontando un elefante se exhibe el sábado 9 de noviembre (21.30), el lunes 11 (19.30) y el miércoles 13 (19.45) en el Cine Nervión.
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