Cultura

Roberto Alberto, el pintor realista de la Sevilla que fue

Este artista inició en 2005 una serie de obras que retratan una ciudad de otra época a través de bares, cines y pequeños comercios de barrio que han desaparecido con el paso del tiempo

La avenida de la Constitución con tráfico en una obra de Roberto Alberto / CEDIDA

Carlos Doncel

Las medias de Modas Castillo, la fachada de Anisados El Punto, el icónico letrero al revés de la copistería Trajano, el cartel del multicines Alameda. Todas estas son escenas de una Sevilla que fue, de la que solo quedan los recuerdos de vecinos de siempre, algunas fotos desgastadas en papel y las pinturas de Roberto Alberto. Porque los cuadros de este artista sevillano toman aún más sentido cuando el tiempo demuestra que no volverá esa ciudad que retrata año tras año.

"En 2005 empecé a pintar lugares que frecuentaba con amigos o familiares. Lo vi como un ejercicio de preservar la memoria personal", cuenta Alberto. Desde el principio puso el foco de sus obras en el pequeño comercio, "que es lo que le da vida a las calles y barrios". Mercerías, bares, papelerías, cines, tiendas. "Muchos de ellos han desaparecido a medida que me hacía mayor", comenta este sanjuanero residente en la Puerta Osario.

"Cada mes de diciembre, si puedo y no tengo un proyecto más importante, hago una exposición con las piezas nuevas de Arqueología urbana", explica Roberto Alberto. "Le puse ese nombre porque entendía que eran fósiles. Me gusta lo decante a nivel estético, la belleza que aporta el paso del tiempo", afirma este pintor sobre una serie que muy pronto cumplirá 19 años.

El escaparate de Modas Castillo que pintó Alberto / CEDIDA

La importancia del vínculo emocional

"Llegué a la conclusión de que lo que mejor podía retratar era lo que me rodeaba", dice Alberto. "Al final, para que la pintura funcione debe conectar a un nivel emocional con la gente. Y esta serie lo tiene: al observar un cuadro de un bar o una tienda muchos se acuerdan de aquella vez que fue con su pareja, un amigo, sus padres", detalla este graduado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla.

Como los desayunos de Pepe Baena Nieto o las solitarias cafeterías de Hopper, los negocios de otro tiempo de Roberto aluden también a esa memoria gráfica compartida por tantos. "El éxito como pintor es hacer algo que te guste y que conecte con los demás. Si pintas la iglesia de San Roque, imagínate la de vivencias que tienen los hermanos", resume este artista de 51 años.

Multicines Alameda, de Roberto Alberto / CEDIDA

Y no basa esta apuesta en una perspectiva comercial: "Lo hago como una labor periodística, de dejar un testigo de la ciudad en que vivo", asegura. "De hecho un profesor de la universidad de Pensilvania me invitó a dar una charla, le pareció muy interesante eso de reflejar una ciudad que va desapareciendo y da paso a otra".

El juego de la oca de los templos sevillanos

En la última exposición de Roberto Alberto los bares coparon la mayoría de óleos sobre tabla: El Tremendo, Casa Eme, Casa Coronado, Bodega Camacho, El Garlochí, El Jota… "Dentro de la Arqueología urbana me fijé el año pasado en los bares de los sevillanos, esos a los que vas a beber de pie con los amigos", aclara. "Era también una forma de reivindicarlos en un momento en que muchos locales se convierten en sitios impersonales que podrían estar en Lisboa o Copenhague".

La fachada de El Tremendo según la mirada de este pintor sevillano / CEDIDA

Y en su intento de que esta sea "una serie viva", para el próximo diciembre está realizando 63 cuadros que representan un juego de la oca sevillana. "Cada casilla representa a una iglesia de la ciudad; los dados son cervezas; la calavera, el azulejo de la Susona, y el laberinto, una caseta de la Feria", señala. "La idea es exponer todos los cuadros juntos a modo de tablero en un espacio del centro histórico aún por definir", apunta este pintor.

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En estos casi 20 años de serie hay estampas de otra época como la avenida de la Constitución con autobuses y motos, la antigua Sala X, la copistería Trajano, Modas Castillo. Pero también de una Sevilla auténtica que aún resiste en Coronado, El Ajoblanco, Casa Palacios, El Tremendo. Y antes ellos, la esperanza de que dentro de unos años no se conviertan en otros nuevos recuerdos de aquella ciudad que fue.

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