«Antes grababan los buenos, ahora lo hace todo dios»

El guitarrista sevillano, compañero inseparable de la bailaora Eva Yerbabuena, se planta en solitario en la Bienal con ‘Flamencorio’, un espectáculo programado en el Espacio Turina donde mostrará sus credenciales como compositor

13 sep 2018 / 07:00 h - Actualizado: 13 sep 2018 / 10:57 h.
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  • El guitarrista sevillano Paco Jarana, en una imagen de archivo. / Andalucia.org
    El guitarrista sevillano Paco Jarana, en una imagen de archivo. / Andalucia.org
  • El guitarrista sevillano Paco Jarana, en una imagen de archivo. / Andalucia.org
    El guitarrista sevillano Paco Jarana, en una imagen de archivo. / Andalucia.org

«Vamos a ver, porque uno llega preparado a la Bienal, y luego te falta una uña, te sobra un dedo...» Con ese buen humor afronta Paco Jarana el resto de plantarse solo en el Espacio Turina (Hoy, 19.00) con Flamencorio.

—En el programa dice que viene «dispuesto a echar la tarde». ¿Sobra retórica en el flamenco?

—Este concierto es solo una forma de compartir, de pasar un rato con tus amigos y con la gente que sigue tu carrera, que te admira y respeta. No es que quiera quitarle seriedad a un concierto de guitarra, solo se trata de exponer mis verdades. Voy a hacer lo que llevo haciendo toda la vida, como a mí me gusta hacerlo.

—Fue de los pocos de su quinta que asistió al Conservatorio. ¿Le sirvió?

—Cuando entré, el flamenco era un poco tabú, la hermana pequeña, una música pobre. Todo lo que tú traías en tu cabeza te lo echaban abajo. Pero no dejo de entender que todo eso cambió, y la formación de hoy no tiene nada que ver con aquello. Mi generación pagó los platos rotos de aquella ignorancia. Ahora me arrepiento de haberlo dejado en 4º y en 2º de guitarra.

—¿Ya no hay nadie en el flamenco que desdeñe el estudio y lo confíe todo a la inspiración del momento?

—Es bueno tener la libertad en el pensamiento a la hora de crear, pero el instrumento que es tu vehículo de transmisión es externo y te tienes que adaptar a él. Y para eso necesitas horas y horas. Además, nunca se acaba, siempre hay alguien que hace algo distinto. Aunque te duela la mano o no te hayan pagado, tienes que seguir, porque la guitarra, si la dejas un día, se nota, y si la dejas dos, ni te cuento...

—Usted ha tocado para Lebrijano, Chano Lobato, Morente... ¿Puede calcular lo que hemos perdido en los últimos años?

—Esa magnitud la tiene el aficionado, y lo nota precisamente cuando el artista está ausente. Entonces nos inventamos otros cánones para soportar esa falta. Ahí te das cuenta del socavón que han dejado, y te preguntas qué podrían haber llegado a hacer si siguieran con nosotros. Hemos vivido una época de oro con la posibilidad de estar con esa gente, de escucharlos hablar y transmitir lo que han vivido.

—¿Actúa rápido el olvido?

—Hoy todo se consume más rápido. No digo que sea peor, pero es diferente. Hay cantidad de gente tocando fantásticamente, cantando y bailando, pero somos prisioneros todos de la marcha, el consumismo no nos deja disfrutar. Al menos a mí se me escapa todo. ¿Esto es real, es bueno? No hay tiempo de analizar nada.

—¿Por qué nunca ha grabado un disco en solitario?

—Me he puesto muchas veces delante de un micrófono Neumann con la guitarra y los temas preparados, pero le tengo a esto un respeto tan grande... Entonces me digo, ¿qué es lo mejor que sé hacer? ¿Tocar para el baile? Pues seré eso, y cuando me den la oportunidad, intentaré hacerlo lo mejor que pueda. ¿Sabes qué pasa? Que todo lo que he hecho ha sido para un soporte, de una voz o de un baile. Cuando quitas eso, lo que queda es una banda sonora, habría que arreglarla y adaptarla para que sea otra cosa, y a mí me cuesta la propia vida hacerlo.

—¿Se graba demasiado, a pesar de la crisis de las discográficas?

—Yo creo que si no tienes nada que decir, mejor estar callado. Antes grababan solo los buenos, ahora lo hace todo dios. Y mira, yo he sido el tonto de los discos. Sacaba uno Enrique de Melchor y me iba a la puerta de El Corte Inglés a esperar que llegara, y los gastaba de escucharlos. Yo he escuchado más a Paco que a mi padre hablar. Así que no, el que quiera algo, que me lo pida, yo se lo doy; pero mientras no aparezca uno con 200 millones para convencerme, me niego.

—Supongo que hoy hay demasiadas facilidades...

—Claro, pero pagar por grabar, jamás. Un disco tiene que ser el momento cumbre de alguien que tiene un discurso y algo que exponer.

—Muchos guitarristas suspiran por tocar para Eva Yerbabuena, pero dicen que el puesto está ocupado. ¿No les da ninguna esperanza?

—Para nada está ocupado [risas]. Todo el que lo haga bien tiene esa puerta abierta, porque yo quiero para ella lo mejor. Y si un día no puedo estar a la altura, me echo a un lado y que pase otro. Entiendo que todavía puedo ocupar ese trabajo, entiendo el trabajo de Eva, sé cómo es. Pero a alguien que quiera, yo le diría vamos, siéntate ahí. Fuimos a Cuba a dar un seminario y puse a los chicos a tocarle por soleá, fue una gozada para ellos. Y entiendo que muchos quieran tocar para ella, yo flipo todavía.

—¿Sigue todavía proporcionándole anécdotas el hecho de llamarse Francisco Franco?

—Hombre, me han puesto de moda otra vez [risas]. Creo que fue mi madre la que me lo puso, para que me llamara como el abuelo, pero me pegué una mili muy buena: me llamaron para darle un recital al capitán general de Tenerife, y me dieron doscientos días y pico de permiso para tocar con Mario Maya, no sé si por hacerlo bien o por el nombre... Ahora viene el de Amazon o cualquiera, ve el nombre y sí, el chiste está ahí.