La Gazapera

Ciento treinta años de la muerte de Silverio

Es la figura histórica más importante del cante flamenco. Un sevillano de la Alfalfa que nació en 1831, cuando el cante jondo ni existía

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
25 ene 2019 / 12:03 h - Actualizado: 25 ene 2019 / 12:07 h.
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  • Silverio Franconetti Aguilar. / El Correo
    Silverio Franconetti Aguilar. / El Correo

El próximo día 30 de mayo se van a cumplir 130 años de la muerte de Silverio Franconetti Aguilar, la figura histórica más importante del cante flamenco. Un sevillano de la Alfalfa, hijo de un militar romano y de una alcalareña, que nació en 1831, cuando el cante jondo ni existía y eran aún niñas boleras tan importantes como Amparo Álvarez Rodríguez La Campanera, Petra Cámara Reinoso y Manuela Perea Sarria La Nena.

Silverio tuvo una infancia de academias boleras y fiestas llamadas de los ingleses, en casas señoriales del casco antiguo de la entonces aún ciudad amurallada. La muerte de su padre le llevó a Morón de la Frontera cuando tendría unos 10 años y allí sintió la llamada del cante jondo, denominado entonces cante gitano o cante andaluz. El niño sastre, como lo fueron su padre y su hermano mayor, Nicolás, solo quería ser cantaor o torero.

La vida del cantaor sevillano está ya más que documentada, sobre todo después del magnífico libro del moronero Luis Javier Vázquez Morilla, que salió al mercado a finales del pasado año. Sin embargo, aún quedan por investigar los años en los que el cantaor abandonó Morón para volver a vivir en Sevilla antes de marcharse a Sudamérica y regresar con dinero para emprender su labor de empresario de cafés cantantes, entre ellos el suyo propio, que estuvo en la calle Rosario hasta meses antes de su muerte. No hasta su misma muerte, como siempre se había creído, sino hasta meses antes, porque un escándalo personal le obligó a cerrar el local, de ahí que cuando murió viniera de gestionar la apertura de un nuevo café en Madrid.

Urge que el Ayuntamiento sevillano se ocupe en serio de esta gran figura histórica del cante jondo, para recuperar su obra a través de un centro de documentación que llevara su nombre. Lo hemos pedido ya decenas de veces, pero como si se lo pidiéramos al caballo del Prado. ¿Nunca se va a poner aunque solo sea una modesta placa en la calle donde nació el maestro, Odreros? Incluso donde murió, en la Plaza de San Francisco, donde se encuentra hoy el Banco de España.

Como el flamenco atraviesa una etapa de reconocimiento en todo el mundo, quizá sea el momento de hacer algo por Silverio en su tierra natal. También en Morón, donde apenas le echan cuenta, con la excepción del estupendo libro del ya citado investigador local. No nos extrañemos si un día de estos le ponen una placa en alguna de las ciudades extranjeras por donde estuvo, como Río de Janeiro (Brasil) o Montevideo (Uruguay), antes que en la ciudad que le vio nacer, esta Sevilla tan olvidadiza e injusta con sus grandes artistas.

A lo mejor se animan en la Junta de Andalucía, ahora que hay un nuevo gobierno. Estaría bueno, después de ciento treinta años olvidado.