Cogato y la flauta cantante de Morelló
La flauta de Vicent Morelló puso voz a un arrebatado romanticismo que Tommaso Cogato acompañó con su habitual destreza y elegancia al piano
Juan José Roldán
Ni Tommaso Cogato ni Vicent Morelló, ni la excelencia que les caracteriza, necesitan presentación alguna, al menos en esta ciudad que tan encantada y acostumbrada está de disfrutar de sus aptitudes. Juntos defendieron anoche un recital que cambió radicalmente de forma, conjugación y hasta significado después de que el acompañante original del pianista, el violinista Joaquín Torre, diera positivo en covid. Con Morelló a la flauta, y dando un protagonismo especial a la relativamente insólita flauta en sol, el programa se centró en obras de distinto calado, quintaesencia del romanticismo, con el instrumento solista dando voz a otras, muy especialmente la humana. El instrumento, una variante de la flauta travesera de mayor longitud, también denominada flauta alto, está afinado una cuarta por debajo de lo normal, un registro inferior que añade expresividad a su sonido, una mayor calidez y un color muy particular, ideal para sustituir la voz humana y llegar a transmitir la fuerza y la intención que ésta posee. La que Morelló utilizó para la ocasión es de cabeza recta, frente a la curva que al estar más cerca del oído del intérprete, permite una afinación más fácil y precisa. Con ella el flautista de la ROSS acometió la tarea de poner una voz distinta de la habitual a los Lieder ohne Worte (Canciones sin palabras) de Mendelssohn, originales para piano solo y jamás ideadas para ser cantadas, ni siquiera cuando se le propuso al autor años después de su estreno.
Hay que reconocer que la aportación del instrumento añadido fue de escaso relieve, aunque Morelló, que evidenció cierta dificultad en el control de la respiración, potenciada por la amplificación, mantuvo un fraseo elegante y exquisito y una cantabilidad notable en cada una de las tres piezas elegidas, desde la muy evocadora nº 1 del opus 19, a la más animada nº 1 del 38, y especialmente la nº 4 del 67, también conocida como La hilandera, donde a las ornamentaciones agitadas de Morelló se unió la fuerza arrebatadora de Cogato en esa suerte de imitación del zumbido de las abejas que tan fatigoso puede llegar a resultar. Una impecable reinterpretación a la flauta de la Sonata nº 2 para clarinete de Brahms, ocupó la parte central del recital y la más valiosa en su conjunto. Es cierto que el instrumento fue incapaz de recrear el color y la intensidad original de la pieza, que efectivamente nunca experimentó en sus múltiples adaptaciones para otros instrumentos, especialmente la viola, la gracia y la riqueza que mantiene el original. Pero Morelló salvó con nota alta sus dificultades y logró en conjunto una interpretación sobresaliente, ya con la respiración más controlada y siempre con la complicidad de Cogato, que en las cadencias del allegro central evidenció su elegante majestuosidad aunque fuera en detrimento de la flauta, esta vez convencional, que quedó algo apagada en ese momento. Ambos mantuvieron intactos los planteamientos virtuosísiticos y poéticos de la obra, sobre todo en las variaciones que integran su andante final, destacando la fuerza exuberante de los últimos compases.
La melancólica belleza del célebre Vocalise de Rachmaninov, que sirvió además para conmemorar el ciento cincuenta cumpleaños del compositor, con la flauta sustituyendo la habitual voz de soprano con la que se interpreta, y añadiendo algunas y muy atinadas ornamentaciones de cosecha propia, precedió al último bloque de la velada, una selección de tres de los lieder de Schubert recopilados a modo de cajón de sastre en el ciclo inconfeso Schwanengesang (Canto del cisne, por tratarse de una colección póstuma), ampliados a cinco merced a las propinas. Morelló mantuvo el pulso amable de Das Fischermädchen (La pescadora), el lirismo y al sensualidad de Ständchen (Serenata) y la inusitada alegría de Abschied (Despedida), en unos arreglos propios que acentuaron el carácter desenfadado de una pieza a la que Morelló añadió magia y mucha fantasía, como también sucedería en Liebesbotschaft (Mensaje de amor) y Taubenpost (Correo de palomas, ideal para sustituir al electrónico cuando como sucede ahora somos víctimas de un monstruoso ciberataque), que ambos intérpretes añadieron al programa e hicieron las delicias de un público rendido a la belleza romántica de la feliz propuesta.
VICENT MORELLÓ y TOMMASO COGATO
XXIV Noches en los Jardines del Alcázar. Vicent Morelló, flauta; Tommaso Cogato, piano. Programa: Selección de Canciones sin palabras, de Mendelssohn; Sonata para clarinete y piano OP. 120 nº 2, de Brahms; Vocalise, de Rachmaninov; Selección de lieder de Schubert. Viernes 8 de septiembre de 2023
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