Contar la realidad, soñar cambiarla

La literatura sevillana se ocupa de los más desfavorecidos y promueve valores solidarios

16 oct 2016 / 11:56 h - Actualizado: 16 oct 2016 / 11:56 h.
"Literatura","La Sevilla solidaria"
  • Manuel Machuca es el autor de ‘Tres mil viajes al Sur’. / J. L. Montero
    Manuel Machuca es el autor de ‘Tres mil viajes al Sur’. / J. L. Montero
  • Contar la realidad, soñar cambiarla
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  • Daniel Ruiz García. / Jonathan Palanco
    Daniel Ruiz García. / Jonathan Palanco

Antonio Ortega supo que era pobre el día que un chiquillo quiso reírse de él porque llevaba una rebeca de niña, y supo que su madre le vestía con ropa donada. Años después recordaba la precariedad del Polígono Sur en La Zúa (Ediciones En Huida), una novela en la que, según sus propias palabras, «quise que los que casi siempre aparecen en la literatura como los malos fueran reflejados como las víctimas».

La repercusión que tuvo esta obra demostró a este periodista y escritor de sangre gitana que «los libros pueden cambiar muchas cosas, conmover a mucha gente, mostrarle una realidad que desconocían», afirma.

Ortega lamenta que «hasta ahora, la literatura española solo se ha ocupado de los guetos desde un punto de vista amarillista, como vimos con el Javier Cercas de Las leyes de la frontera, que era una barbaridad. No hemos tenido nuestro Vasco Patrolini, no hemos sabido contar la realidad emocionando. Lo que se cuenta siempre es lo malo, no de dónde viene lo malo. Y que lo cuente alguien que lo ha vivido es algo extraordinario», agrega.

Daniel Ruiz García, flamante ganador del premio Tusquets de novela en su última edición, se ha ocupado de los marginados en varias de sus novelas, desde Perrera o Chatarra hasta su peculiar visión de la inmigración clandestina en clave de thriller, Moro. «Yo pienso que la literatura hoy tiene escaso poder en general, y desde luego como azuzador de conciencias. Es un espacio que han ganado otros medios de expresión, especialmente el cine. Dicho esto, la escritura que piensa en la desigualdad ha existido siempre, desde diversos prismas y puntos de vista, con más o menos nivel de condescendencia o paternalismo, con más o menos vocación doctrinaria», dice.

«Particularmente, siempre me ha interesado la literatura del subsuelo y los desfavorecidos, diría que entre mis autores favoritos se encuentran algunos que han escrito con maestría sobre este tema (me estoy acordando, a vuelapluma, de Nelson Algren o de Hubert Selby Jr.). La propia tradición del genero negro norteamericano bebe mucho de ese compromiso social, ya que son historias que se centran normalmente en ambientes en los que se mueven los que no tienen voz».

El escritor sevillano cree «como programa personal», que la literatura «debe abordar cuestiones, aspectos y puntos de vista que son dejados de lado por el discurso oficial o el relato que conforma nuestro día a día. Esos puntos de vista situados en el margen son los que más me han interesado siempre como escritor. Es algo que va mucho más allá del lumpen». «Es más», matiza, «los desfavorecidos de hoy representan una clase social que, por volumen, se va acercando bastante a lo que en otro tiempo fue la añorada clase media. Ayer, sin ir más lejos, leía la noticia de que más de 13 millones de personas en España se encuentran en riesgo de exclusión social. Nadie está construyendo el relato de esa clase depauperada que en otro tiempo fue clase media, y de sus miserias para sacar adelante su propia vida. La supervivencia de esa España invisible no está en ningún sitio, y merece ser contada».

En Manuel Machuca se da la coincidencia del activista –su profesión de farmacéutico le ha llevado a divulgar hábitos saludables en Las Tres Mil Viviendas– y del escritor, con títulos como Tres mil viajes al sur. «Yo creo que para conocer mejor a los olvidados de la sociedad este tipo de literatura es una oportunidad, claro que sí».

«La exclusión social incluye como una de sus consecuencias, la falta de conocimiento del otro», comenta. «Sin embargo, promover valores solidarios no sé yo. La sensibilidad puede conducir al paternalismo en la acción social y sólo una adecuada formación que considere al otro como a un igual, que busque la justicia social puede promover los verdaderos valores solidarios. Y eso tiene que partir del lector y de lo que extraiga de la lectura y no tanto de la novela. Creo que escritor no debe caer en dar lecciones morales a nadie», advierte.

«Me interesa mucho la literatura que fija su interés en personajes desfavorecidos o estigmatizados y es capaz de desvelar espacios sociales habitualmente ocultos, que nunca se nos muestran o no queremos ver porque nos incomodan. Ese foco de interés, bien desarrollado, ya es enriquecedor y tiene un potencial político en el sentido de poder ser compartido y provocar cambios, estimular algunas conciencias», dice Rosario Izquierdo Chaparro, autora del comprometido Diario de campo, sobre mujeres excluidas. «Viví la escritura como un proceso de reflexión libre y de búsqueda interior, preguntándome qué cambios había provocado en mí la toma de contacto con esas mujeres, contando a través del filtro de la subjetividad», afirma.

«Creo que tiene que haber un interés verdadero que nos lleve a buscar, mediante la escritura, respuestas sobre cómo funcionan los códigos de la exclusión, la estigmatización, el aislamiento y el encuentro entre personas de diferentes clases sociales, el poder. Si no existe antes el interés humano y la capacidad de empatía, será difícil transmitir verdad y dialogar con el receptor. He leído mucha literatura que solamente entretiene, pero prefiero la que me hace pensar y me ofrece miradas nuevas sobre la sociedad y sobre mí misma: eso me parece mucho más enriquecedor», concluye.