Creernos una cultura hecha a largo plazo

Los distintos agentes culturales de Sevilla aspiran a una mayor altura de miras política en este tema. Demandan programas a largo plazo, difusión y salirse fuera de la confrontación

24 sep 2017 / 21:11 h - Actualizado: 25 sep 2017 / 14:40 h.
"Cultura","Zafarrancho cultural"
  • Una imagen tomada durante el Mes de Danza, uno de los eventos culturales con mayor trayectoria en Sevilla. / Luis Castilla
    Una imagen tomada durante el Mes de Danza, uno de los eventos culturales con mayor trayectoria en Sevilla. / Luis Castilla
  • Creernos una cultura hecha a largo plazo
  • La Orquesta Barroca de Sevilla, en el Lope de Vega. / El Correo
    La Orquesta Barroca de Sevilla, en el Lope de Vega. / El Correo

El tejido cultural sevillano de hoy se parece poco o nada al de hace unos años. Los ciclos y eventos se han multiplicado, y también lo han hecho las voces autorizadas empeñadas en eso tan difícil solo hace algún tiempo como es resituar a Sevilla como destino cultural. Siempre en un constante vaivén, los actores de esta película en continua revisión centran el foco; hace falta estabilidad y una administración que facilite, que agilice, los trámites.

«En favor del ICAS de esta nueva legislatura tengo que decir que funciona mejor que la anterior, pero creo que queda mucho que hacer», explica Antonio García Villarán, impulsor del Festival de Perfopoesía. «Mi opinión es que funcionar, funciona, pero podría ser más operativo. La excesiva burocracia que nos encontramos a veces para llevar a cabo un proyecto hace que en muchas ocasiones perdamos la ilusión y el interés por llevarlos a cabo. Creo que podría mejorar bastante si se automatizaran muchas de las acciones que se hacen. Estamos en el siglo XXI y quizás es hora de invertir en la mejora de los procesos que se llevan a cabo para hacer posible la cultura en Sevilla. Quizás el problema venga de la falta de tiempo para pensar en la mejor manera de hacer posible este tipo de procesos, pero también podrían contar con personal especializado para conseguir este objetivo que, a la larga, les podría ser muy útil», afirma.

Para María González, organizadora del Mes de Danza, «hay muy buena voluntad de integrar a los diferentes agentes culturales de la ciudad, eso es sano y bueno. Por otro lado, la maquinaria administrativa está colapsada, hay muchos retrasos en los pagos». Por último, González señala que «la sensación que tengo es que no se trabaja con la suficiente antelación y planificación. Esto repercute sobre todo en la comunicación, se podría mejorar muchísimo la repercusión dentro y fuera de la ciudad. Cuando llegamos a Santa Justa a o al Aeropuerto, los eventos culturales no están comunicados y publicitados, como atractivo potente. Te reciben anuncios de ron y de cervezas, no de teatro, música o arte».

Ventura Rico, de la Orquesta Barroca de Sevilla (OBS), comenta diversas ideas: «La primera es que el ICAS tiene un equipo de funcionarios muy buenos. Llevo años trabajando con ellos, y son personas que funcionan muy bien y son grandes profesionales, y no es por hacerles la pelota. Luego, como institución administrativa es un desastre: está sometida a procedimientos tan farragosos, que la hacen difícilmente operativa. Para nosotros, eso se traduce en un enorme retraso en los pagos, porque cada paso son un par de meses. Hay un problema de lentitud en la tramitación muy grave, que nos afecta a todos».

Por otra parte, según Rico «el ICAS no deja de ser una herramienta administrativa. Es como un coche, puede ser mejor o peor, correr más o menos, tener mayor o menor capacidad. Pero el problema es la falta de política cultural consensuada, a medio o largo plazo. Hace falta una política cultural a 20 años vista, y luego, una vez la tengamos, esta se realizará a través del ICAS o de otra herramienta administrativa. Hace falta que se sienten los representantes de los cuatro grupos políticos mayoritarios y se pongan de acuerdo en algunos aspectos: ¿Cuál es el objetivo? ¿A quién queremos parecernos, adonde queremos ir en los próximos años? ¿Cómo se coordina esa política cultural con la oferta turística, cómo se proyecta a nivel internacional?».

«El ICAS debería lograr que las actividades culturales puedan plantearse con perspectivas de consolidación y de futuro pensado más allá de criterios políticos transitorios, priorizando la idea de potenciar a Sevilla como un lugar donde realmente se pueda hablar de cultura a todos los niveles posibles», considera, por su parte, Álvaro Garrido, responsable de Arcadiantigua, y fundador de grupos como Artefactum y Zejel, entre otros.

«No dudo de la buena voluntad de cada nuevo gobierno que asume las riendas de la gestión del tema cultural en Sevilla, pero este tema que comento es cíclico y veo pocos avances así que pasen nuevos equipos. Opino que es un problema que necesita un gran trabajo de profundización para ser solucionado.

Por otro lado pienso que asistimos a una excesiva burocratización y fiscalización del tema cultural que, por desgracia, ha entrado a formar parte de ese tufillo nacional donde todo está bajo sospecha y todos somos potencialmente ladrones, defraudadores, tenemos cuernos y llevamos un tridente en la mano. La gestión cultural del ICAS creo que participa en este proceso y, claro está, los directamente afectados por este exceso de celo somos los proveedores culturales que, en mayor o menor medida completamos las agendas culturales de cada día en esta ciudad. Tender, en la medida de lo posible, a una mayor fluidez y operatividad en este tema creo que sería vital a la hora de plantearse nuevos retos y, sobre todo, avances en la gestión cultural de esta ciudad desde su Ayuntamiento.

Finalmente, Rubén Barroso, director del Festival Contenedores, quiere pensar que el ICAS, más pronto que tarde, será «un organismo dúctil, flexible, con rendijas o huecos de los que poder escaparse incluso de su misma condición de organismo para poder acometer otras cosas que esa condición le impide por los reglamentos y las normas de la administración que en algunas ocasiones no están adaptadas a las necesidades de la cultura contemporánea. Sé que este es un camino que se ha emprendido, pero que es complicado al toparse con esas barreras. Esa flexibilidad a la hora de acometer otro tipo de acciones supondría también una mayor implicación de los agentes en el diseño del tejido cultural ciudadano y a su vez supondría un replanteamiento de qué cultura queremos y que cultura damos. La apertura de vías de investigación sobre aquello que, como decía Adorno, no es posible de compactar en unas pocas líneas o en una definición simple, es necesaria. Por mi parte vivo en un estado de excepcionalidad cultural y, en cierta medida, tomar la cultura como excepción y el pensamiento sobre y desde la cultura como norma sería una clave a mi juicio interesante».