«Creo en la buena suerte de lo que da miedo»

Ecuatoriana en Madrid, se da a conocer como autora de cuentos tremendos con ‘Pelea de gallos’, recién salido en Páginas de Espuma. Hoy lo presenta a las 20.00 en La Red

02 may 2018 / 19:12 h - Actualizado: 08 may 2018 / 22:02 h.
  • La ecuatoriana María Fernanda Ampuero, en una imagen promocional. / Jorge Luis Narváez
    La ecuatoriana María Fernanda Ampuero, en una imagen promocional. / Jorge Luis Narváez

—Vienen a la Feria dos guayaquileñas, Mónica Ojeda y usted. ¿Qué comen allá para que esto se les dé tan bien?

—Gran pregunta. Comemos, masticamos, digerimos, vomitamos cantidades enormes de violencia. La desigualdad social es una violencia que se manifiesta con la fuerza de un latigazo en el racismo, la injusticia, la delincuencia, el clasismo, la pretensión automática de superioridad si eres blanco o tienes dinero, el miedo al otro, la criminalización del otro, el abuso al otro. Y luego están las otras violencias: el machismo aceptadísimo y asumidísimo, la dictadura de la estética, la omnipresencia de la culpa católica, el horror al qué dirán, las máscaras, las risas que parecen enlatadas, los tabúes sexuales. Todo eso comemos, imagínate.

—Ambas tienen obras crueles. ¿Marca local, también?

—Sí, de hecho me he inventado el neologismo guayacrueleña para Mónica y para mí. Es muy jodido ser una niña que piensa y repiensa y siente y resiente las cosas en Guayaquil. El mundo es muy cruel, pero en una sociedad en la que las desigualdades son tan enormes la perversidad se vuelve todopoderosa, se vuelve la norma. Si tienes ojos ves crueldad. Y Mónica y yo tenemos ojos.

Pelea de gallos, trece cuentos. ¿Le han traído suerte?

—Puede parecer intencional y no lo fue, pero agradezco que sean trece: es un número que me gusta mucho, como los gatos negros, la brujería, los espejos rotos. Creo en la buena suerte de lo que da miedo.

—Aliento feminista y alusiones a la Biblia. ¿Religión y patriarcado van de la mano?

—Por supuesto. ¿Tú te imaginas que todas las monjas, todas las siervas del señor, todas las damas de la caridad que colaboran con la iglesia decidieran a la vez que hasta aquí llegaron y que se acabó de limpiar, planchar y cocinar gratis para los señores de la iglesia? Se les cae el asunto. Aquello está sostenido por mujeres en la sombra, silenciadas, y por eso no hay sacerdocio femenino: sería darnos voz. Y luego está el tema de meterse en la vida sexual y reproductiva de la gente de esa manera tan enfermiza... Pero vamos a ver, ¿los célibes y sin hijos deciden sobre las que tienen relaciones y se reproducen?

—«Soy inmigrante». En Madrid hay 113.824 ecuatorianos. ¿No se siente en casa?

—En Madrid me siento como en casa, pero no tiene tanto que ver con la cantidad de ecuatorianos que viven allí, que también, sino con que vivo en Lavapiés, un barrio de inmigrantes en el que se cumple eso que dice Julia Kristeva de «si todos somos extranjeros, ninguno es extranjero».

— Debutó con Lo que aprendí en la peluquería. ¿No desaprovecha una ocasión para crecer?

— Está muy mal desaprovechar las ocasiones para crecer, o descrecer). Hay que vivir de tal manera que la viejita que vas a ser te diga: «qué locura de viaje, ¿no?».

—Primera vez en Sevilla. ¿Qué espera llevarse de vuelta en la maleta?

— Voy a ser muy cursi y muy cliché, pero espero llevarme alegría de vivir. Un guiño al temazo de Ray Heredia.