Cuarenta años de ‘El Patio’

Con la reedición de ‘El Patio’, de Triana, se revive el nacimiento de uno de los mayores fenómenos musicales del siglo XX en nuestro país: el rock andaluz

30 jul 2015 / 17:10 h - Actualizado: 30 jul 2015 / 18:21 h.
"Rock Andaluz","Gonzalo García-Pelayo","Grupo Triana"
  • Eduardo Rodríguez Rodway, Jesús de la Rosa y Juan José Palacios ‘Tele’.
    Eduardo Rodríguez Rodway, Jesús de la Rosa y Juan José Palacios ‘Tele’.
  • Portada del disco ‘El Patio’.
    Portada del disco ‘El Patio’.

Manuel Molina, quien tanto tuvo que decir en la página que de rock andaluz se escribió en la Sevilla de los estertores dictatoriales, del underground del garrotín y la poética del flamenco de los años 70, decía que si el grupo Chicago, que eran de Chicago, tenían que llamarse Chicago, el grupo Triana, debería llamarse Triana pese a la diferencia de que ninguno de sus componentes eran de ese barrio. Solo Molina lo era, y eso ya fue suficiente para crear un nombre y un estilo que a muchos, entre los que me incluyo, puso la banda sonora prácticamente a toda una vida.

El destino y la magia quisieron que un buen día las carreras de esos tres músicos que no eran del barrio de Triana se unificaran y formasen ese triunvirato que tanta gloria casi desconocida en sus orígenes dio a la música nacional, que por aquel entonces andaba despegándose de Manolo Escobar descubriendo la movida madrileña. Jesús de la Rosa, vocalista, teclista y alma, quien la carretera de Burgos nos arrebató una noche de octubre de 1983 dejándonos huérfanos sonoros, venía de una formación llamada Nuevos Tiempos. Juan José ‘Tele’ Palacios provenía de la última formación de Gong y era un Ginger Baker a las sevillanas maneras capaz de tocar por bulerías la batería. También está ausente, aunque repose muy cerca de su compañero. Y un tercero, Eduardo Rodríguez Rodway, guitarra y voz, originario de Los Payos, quien ahora vive ajeno a todo en el centro de ese universo cada vez menos bohemio que radica en Los Caños de Meca.

Dicen que la buena música es la conexión perfecta entre espacio y tiempo, que como canta Antonio Vega, «juegan al ajedrez». Lole y Manuel y Smash fueron ejemplos de esa conjugación, como antecedentes de aquella chispa que emergió entre aquellos intelectuales incomprendidos de pelo largo que escuchaban a Pink Floyd o a Led Zeppelin en la sevillana Glorieta de los Lotos, desde aquellos discos que llegaban de las bases americanas de Rota y Morón, con los que consiguieron cambiar el tono de la música que se hacía por aquel entonces. Llegó Gonzalo García-Pelayo como creador, maestro, productor y mago, y llegó Máximo Moreno con sus pinceles cambiándole el color al destino, con una portada que captó a la perfección la esencia de la combinación entre ese espacio y tiempo, modernidad y tradición, que ese triunvirato de músicos, se había encargado de crear para satisfacción de la música venidera.

El álbum recibió el nombre de El patio. Las manos del pintor no solo inmortalizaron a Dolorcitas, esa señora bajita, vestida de negro, con delantal, de pelo blanco recogido en un roete seguro que con moña de jazmines que aventaba los fogones, sino a los tres miembros del grupo en un patio andaluz combinando costumbrismo y modernidad. Tres hippies en un sevillano corralón de vecinos, toda una muestra de lo que se encontraba en su interior. Ese disco fue una explosión de sensaciones, aunque tuviese en su momento, una acogida fría. Quizás nadie fuese capaz de calibrar la maravilla que surgió de fusionar en una coctelera la esencia del rock progresivo con el flamenco. Procol Harum, Steve Winwood, King Crimson, Emerson, Lake and Palmer, Pink Floyd y La Niña de los Peines. Una valiente reivindicación de lo andaluz fuera de tópicos que aportó personalidad auténtica a la música española y el nacimiento de un estilo que brillaba con su propia luz. Ya lo dice una de sus canciones fundamentales y emblemáticas, que es más que una canción, Luminosa mañana, «esa luz que todos llevamos dentro» fue la luz con la que Triana consiguió encender en el corazón de cada uno de nosotros.

Con el paso del tiempo, El Patio se acabó convirtiendo en uno de los discos más importantes de la música española, una obra fundamental del rock andaluz y piedra angular para muchos que han seguido dicha tónica, como Alameda o Medina Azahara. Lleno de temas imprescindibles, caso de Sé de un lugar, Abre la puerta, o la obra maestra Recuerdos de una noche, es el alfa y omega del rock andaluz, y algo más que un disco. La época que se vivía en España, coincidiendo con los últimos años del franquismo, configuró el elepé que salió a la luz un republicano 14 de abril de 1975, mismo día que curiosamente se publicaba y con esa fecha como título, el primer disco del grupo Goma, con miembros también de peso específico dentro del rock andaluz, como Antonio Smash y Manuel Imán, del grupo Imán, califato independiente. Algo diferente estaba pasando en la música, la gente que ponía el disco notaba una alquimia que a nadie pasaba desapercibida, como algo nuevo, innovador y fantástico. Diálogo era un blues, pero al mismo tiempo, sonaba a marcha de Semana Santa, y En el lago era la libertad pura hecha canción: «nos reunimos allí y todo comenzó a surgir como un sueño»...

Fue con su segundo disco, Hijos del Agobio en 1977, cuando verdaderamente el grupo comenzó a notar el éxito de ventas, gracias a los conciertos y al boca a boca.

Ahora se celebra que ya han pasado cuarenta años de aquel 14 de abril y se ha reeditado ese patio con cuatro temas extra grabados en directo en 1975 y una Dolorcitas algo más «remasterizada». Las letras de sus canciones siguen invitando a volar, a querer y a soñar, son casi experiencias místicas que hablan del amor, de la libertad, de la luz y de la guitarra, de una Andalucía psicodélica y valiente, diferente, toda una delicia para los sentidos que es latente cuarenta años después. Solo hay que escuchar cómo la reivindicación de lo que te corresponde por raíces se te cuela por los poros de la piel directamente al corazón. Música hecha para producir ese efecto, apasionante, muy lejana a lo comercial y nada elaborado que hoy se vende y se escucha.

Te invito a notar la diferencia. Ponte cómodo, déjate ir, cierra los ojos y no te esfuerces en intentar comprender cómo el espacio y el tiempo puede llegar a no debilitarse en cuarenta años, porque el sentimiento es el mismo cuando lo que se ha creado, se ha creado con pasión. «Yo quise subir al cielo para ver, y bajar hasta el infierno para comprender»...