Curro Romero y el flamenco de pellizco

El Faraón de Camas será homenajeado por artistas de un género que le gusta y que conoce como el mejor crítico de este arte

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
11 feb 2016 / 21:47 h - Actualizado: 11 feb 2016 / 22:37 h.
"Flamenco","La Gazapera","Curro Romero"
  • Curro Romero, en una imagen de archivo durante el homenaje que se le brindó en el festival de Mairena del Alcor. / El Correo
    Curro Romero, en una imagen de archivo durante el homenaje que se le brindó en el festival de Mairena del Alcor. / El Correo

{El flamenco y el toreo han tenido siempre buena relación. De hecho, muchos de los artistas del XIX combinaban un arte y otro. Silverio Franconetti fue picador y cantaor, y la lista sería interminable: Juan de Dios El Isleño, El Mellizo de Cádiz, Manuel Centeno, el gran saetero sevillano, etc. Se ha dicho alguna vez que los primeros flamencos andaluces que actuaron en Madrid fue porque iban enrolados en las cuadrillas de los toreros, y algo hay de cierto. Pero lo que es innegable es que los grandes toreros fueron siempre muy aficionados al cante, y los grandes cantaores, al toreo. Algunos matadores se gastaron verdaderas fortunas metiéndose en fiestas con los artistas, como el Niño de la Palma, padre de Antonio Ordóñez, que aparece en muchas fotografías del álbum flamenco. Y podríamos citar también a Antonio Fuentes o a Juan Belmonte, entre otros. Joselito el Gallo, cuando veía a la Niña de los Peines, le decía que era la emperadora y que tenía hambre de ella. La muerte del torero fue para la artista gitana un tremendo mazazo, hasta el punto de que cuando iba a cantar a algún pueblo, en una época en la que la recibían con bandas de música, llegó a prohibir que le tocaran Gallito. No es de extrañar, pues, que el día 1 de marzo los flamencos vayan a rendirle un homenaje a Curro Romero, el Faraón de Camas, quizás el torero más flamenco de todos los tiempos.

Es imposible entrar en un teatro sevillano en el que haya un espectáculo de flamenco y no ver a Curro Romero en el patio de butacas, sobre todo si en ese espectáculo hay un cantaor de pellizco gitano, un bailaor de los que bailan en una losa o un guitarrista de los que mojan los dedos en vino de solera. A Curro le gusta el flamenco con alma, puro, sin adornos innecesarios. Moría con Camarón, el cantaor de su vida, y no se pierde ni una actuación de Pansequito o Rancapino, o Aurora Vargas, si está a su alcance. Y le gustan sobre todo las fiestas, las reuniones de buen gusto, donde el artista suele dar siempre lo mejor de sí, lo más natural de su arte. Por supuesto, Curro canta y apunta bien los matices. Y, sobre todo, sabe escuchar. Nunca discute de cante, solo lo disfruta, se lo refriega por la piel, se emociona y aplaude lo que le llega al alma. Los flamencos lo adoran y eso le hace inmensamente feliz.