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Vista del jardín desde el interior de la Fundación Calouste Gubelkian de Lisboa.
Casas, chalets, villas, mansiones residenciales, Auditorios, Pabellones, viviendas unifamiliares y unos pocos ejemplos de edificios vecinales, dan cuenta de la atracción que siente el autor sevillano, catedrático de dibujo en la Facultad de Bellas Artes en la que además es Decano, por la arquitectura integrada en el paisaje natural y en la Naturaleza misma -integrada o aislada de cualquier vestigio constructivo- para ser parte de ese intento de armonía que comienzan a establecerse en las culturas occidentales de tradición europea y norteamericana a comienzos de los años 30 del pasado siglo, y a expandirse por esas otras culturas minimalistas, algunas de las cuales ya tenían una larga tradición en lo que significa el respeto a partes iguales entre el hábitat, el hombre y la naturaleza.
“Rietveld Pavilion”, una de las obras de Daniel Bilbao expuestas.
Muchos son los Homenajes de Daniel Bilbao hacia los creadores que admira, con los que se identifica por su simplicidad elemental y su complejidad estructural, por la pureza de las líneas que demarcan los volúmenes que parecen haber sido previamente dibujados en planos, croquis, cortes axiales, plantas, alzados y proyectos definitivos, que desde su tablero real e imaginario, ha subido a los lienzos, a los papeles o a las tablas donde los ha plasmado versionando la geometría intrínseca de cada uno.
“Villa Saboye” de Le Corbusier
Mies Van der Rohe, Alvar Aalto, Le Corbusier, Walter Gropius, Guerrit Rietveld, Jonr Vizon, Arne Jacobsen, Graham Phillips, Estudio 57, John Blacke, Javier Terrados, los autores míticos de La Bauhaus, las obras emblemáticas del Movimiento Moderno, los Centros de toda índole que acabarían por convertirse en referentes de la arquitectura contemporánea y las construcciones que comenzaron a cambiar la fisionomía del mundo gracias a una clientela que buscaba apartarse del ruido y buscar la soledad y el silencio, logradas por las superficies diáfanas, los jardines interiores y exteriores, la distribución articulada de los espacios, el juego de las formas puras y los volúmenes rectilíneos, las láminas de agua,...son los escenarios donde suele fijar su atención Daniel Bilbao, aunque la arquitectura siempre ha sido uno de sus asuntos preferidos.
“La Tourette”, de Le Corbusier.
Estas construcciones parcas en sus elementos constructivos, quedan como lecciones magistrales para bastantes Escuelas y autores que han venido después, identificados como modelos representativos del diseño de lujo y habitacional en todos los sentidos, estuvieran en los cascos urbanos o a bastantes kilómetros de población, donde montañas, ríos, lagos, cascadas, arboleda y fauna se mimetizaran con el entorno del que forman parte.
Todo eso se puede captar perfectamente en las obras que ahora presenta Daniel Bilbao en la Sala de Exposiciones de la Casa de la Provincia, exposición que permanecerá abierta al público hasta el 13 de febrero.
“Grande Auditorium” del Gubelkian, de Ruy Jervis D´Autoguia, êdro Cid y Alberto Pessoa.
El Arte del Espacio y del Tiempo que es la Arquitectura, se manifiesta en este tipo de edificaciones en todo su esplendor. El Arte del Aire y de la Luz que es también, y el placer de vivir, de recorrerlos, visitarlos y ahora verlos intentando comprender que es lo que pasa dentro y fuera de esas paredes que para nada ocultan sus interiores acristalados.
La Fundación Galouste Gubelkian de Lisboa, la sede primitiva de la Bauhaus en Dessau, las Unidades Habitacionales derivadas del Modulor, edificios emblemáticos de la arquitectura internacional y el paisajismo en el que se sitúan, nos remiten -en sus lienzos, dibujos a lápiz, grafitos, tintas, puntas de plata, óleos y técnicas mixtas- a un pasado ya casi remoto ante la masificación de las macrourbanizaciones, los rascacielos, los otros modelos plotocráticos procedentes de los Emiratos Árabes, o Shanghai (en China), o Tokio (por ejemplo), las grandes megalópolis de la que la pintura de Daniel Bilbao se aparta para centrarse en la Escala humana, en la unidad que significa la trilogía perfecta: persona-arquitectura-paisaje.
“Lee House”, de John Blacke.
Por otra parte no hay que desdeñar el denostado estudio que Daniel Bilbao hace de las técnicas, revitalizando sobre todo un instrumento tan antiguo como la punta de plata, lo que le supone un ejercicio de virtuosismo para el que debe de contemplar la densidad y consistencia de los soportes, las imprimaciones, los procedimientos que va a aplicar sobre sus superficies.
Uno de los dibujos a punta de plata de Daniel Bilbao expuestos.
Lo mismo que ocurre en sus nocturnos, atardeceres o la plenitud de la mañana o la tarde con sus luces y sombras cambiantes sobre un mismo edificio, las praderas de hierba, la transparencia de los cristales. Posibilidades de entonaciones que van casi desde la bicromía a la intensidad del color negro sobre fondo negro o las sutiles tonalidades en las que a veces introduce una leve y matizada policromía.
Edificios y paisajes que nos permiten pensar lo que ocurre dentro, aunque la presencia humana haya que imaginarla por su ausencia y si acaso, por algunos animales en los ranchos y campos cercanos, cuando lo que predomina es esa parte de las Bellas Artes que en su pintura reúne arquitectura, ingeniería, paisajismo, interiorismo, ambientalismo y la monumentalidad que la sencillez (aparente) siempre llevan consigo.
La exposición se llama “La Mirada de un Nómada” y en eso estamos, en la peregrinación por la belleza de los edificios, la naturaleza y la humanidad, por todo lo que acontece en nuestras vidas mientras viajamos físicamente o a través de un arte tan delicado, minucioso, que llega al puntillismo y rayonismo sin perder la figuración, en estas obras que Daniel Bilbao fue “cosntruyendo” desde el 2013 hasta el 21, que seguro seguirán en los próximos años en los que volverá a sorprendernos con sus nuevas obras. Hasta entonces: ¡a disfrutar de esta!