Dulce (e imponente) pájaro de Lucas Macías
El músico onubense destaca frente a la ROSS en su doble faceta de oboísta y director con dos páginas rebosantes de belleza, dulzura y plasticidad
Juan José Roldán
Decíamos de Lucas Macías a propósito del recital de Ainhoa Arteta y Nancy Fabiola Herrera el pasado mes de marzo que era capaz de extraer de la Sinfónica un brillo y una suntuosidad solo al alcance de las batutas más sensibles y experimentadas. Pues bien, su experiencia como director se remonta a tan solo unos años, y sin embargo qué maestría y qué ideas tan claras a la hora de poner en pie dos páginas tan dispares y a la vez complementarias. Y es que si Richard Strauss se caracteriza por sus poemas sinfónicos y sus óperas, dejando sus conciertos y obras de cámara en un evidente segundo plano, Stravinski destaca por sus ballets, en su mayoría obras prodigiosas que ensombrecen al resto de su catálogo, en el que se incluyen muchas piezas menores. Una obra menor del alemán y otra mayor del ruso, juntas y servidas con el mayor de los respetos y el más afilado y portentoso talento. Tras unas semanas gloriosas poniendo la guinda a los últimos coletazos de la programación sinfónica del Maestranza, sumamos ahora la aportación del director y oboísta onubense, que nos dejó aún más epatados.
Para Strauss su Concierto para oboe era simplemente una obra bonita, aderezada con un evidente neoclasicismo rococó. Macías no se conformó con destacar este aspecto y ofreció un concierto compacto y hermoso, inspirador y brillante. Extenuante de cabo a rabo, con infinitos acordes seguidos que trascienden en su complejidad lo que su autor pensaba de él, Macías exhibió un control absoluto de la respiración y un gusto exquisito en el fraseo, lo que unido a una afinación y una entonación perfectamente equilibradas, dio como resultado un éxtasis para los oídos. Tanto en su aportación como solista como en su trabajo de dirección, Macías logró un desarrollo rapsódico lleno de sutiles deslizamientos armónicos, acertando en el tratamiento casi liederístico del mozartiano andante, y sin cargar las tintas en un final vivace de ritmo acentuado pero no desbocado. Todo eso sin descuidar el espíritu eminentemente straussiano, tan presente en la nutrida cuerda como en las maderas, con toda la orquesta plegándose respetuosamente a las inflexiones y ornamentaciones del oboísta sin eclipsar pero haciendo gala de una presencia arrolladora.
Descomunal Pájaro de fuego
Interpretar El pájaro de fuego completo, tal como fue concebido por Stravinski en 1910, y no en cualquiera de sus tres suites preparadas con posterioridad, hace justicia a una página fundamental e irrepetible en la historia de la música, y resulta imprescindible para comprender el desarrollo en el arte compositivo de su autor. Su primer triunfo con los ballets rusos de Diaghilev tiene unas exigencias orquestales y unos ostinatos entrelazados que se ven notablemente reducidos y anulados en sus preparados para concierto. Solo escuchándolo completo nos hacemos realmente la idea de su papel revolucionario, de esa posición de transición que juega en la música del compositor, todavía influido por su mentor, Rimski-Korsakov y esos temas populares rusos tan queridos por el autor de Scherezade, y por los impresionistas franceses, con Debussy y Ravel a la cabeza. De todo ello se hizo eco la batuta atenta y delicada de Lucas Macías, logrando una interpretación clara y sensual, cuidada en cada detalle y extrayendo de cada solista una excelente aportación. Aumentada en un tercio más de la plantilla utilizada en el concierto de Strauss, hasta alcanzar más de setenta efectivos, eso no impidió alcanzar una extrema claridad en las texturas y una formidable elegancia expresiva.
Pero lo más destacado de su interpretación fue su capacidad para narrar, como si delante de nuestros ojos tuviésemos una pantalla en la que pudiésemos seguir las aventuras de Ivan Zarevich, sus encuentros con el malvado Kastchei y el exotismo de las princesas. Así hasta alcanzar el clímax con esa recuperación de la frondosidad y el color de un paisaje largamente oscurecido por el mal y recuperado por un pájaro que si no es aquel dulce de juventud que creó Tennessee Williams, sí que obtuvo de Macías esa dulzura y flexibilidad que le dio esa singular personalidad y especial atractivo. Una ROSS esplendorosa y muy implicada ayudó poderosamente en el empeño, que resultó un éxito rotundo.
ROSS ****
8º concierto de abono Ciclo 30 aniversario de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Lucas Macías, oboe y dirección. Programa: Concierto para oboe en Re mayor, de Strauss; El pájaro de fuego (ballet completo), de Stravinski. Teatro de la Maestranza, jueves 1 de julio de 2021
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