«El Derecho tiene que fundamentarse en principios de la ética»

Entrevista al letrado Diego García Paz, autor de Entre la ley y la honestidad

16 jul 2022 / 10:04 h - Actualizado: 16 jul 2022 / 10:08 h.
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El letrado jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid, Diego García Paz (León, 1979), acaba de publicar el libro Entre la ley y la honestidad, editado por Literatura Abierta (Grupo Torre de Lis), que es un “canto a la ética y al verdadero Derecho”. En su obra insiste en que la moral debe fundamentar la norma jurídica, ya que si no es así se convierte en mera “apariencia”. Es todo un alegato a la aplicación de la ética como base del Derecho. Su faceta literaria y filosófica (se confiesa un “iusnaturalista“), es un complemento a su vida profesional, volcada en temas duros y de corrupción que le competen como acusación cuando se producen daños al erario público.

P- En su libro usted plantea que la verdadera naturaleza del Derecho debe fundamentarse en principios de la ética. ¿Si no es así, se desvirtúa su función que es aplicación de la justicia?.

R- Estoy totalmente convencido. Y no solo desde el pensamiento; también lo digo desde la experiencia práctica. Durante mucho tiempo, han existido corrientes de la filosofía jurídica que han considerado que la ética (o la moral) y el Derecho debían recorrer caminos separados, evitando toda injerencia mutua. Pero, para mí, un Derecho separado de la ética queda desprovisto de su razón de ser, de su fundamento. Se trataría de una cáscara, como un cuerpo sin alma. El Derecho no es autosuficiente sin la ética. Tenemos que considerar que lo que a día de la fecha vemos esencial, como pueden ser los derechos humanos, tienen un origen ético, más allá de las normas jurídicas que los han materializado. Con antelación a la norma jurídica escrita ha existido su causa primera, el arjé al que se refería Tales de Mileto, algo que por el hecho de no verse no significa que no exista; y hasta tal punto existe y es necesario que justifica la propia existencia de los ordenamientos jurídicos. La norma jurídica puede, en ciertos momentos históricos, reconocer, esto es, positivizar, un determinado derecho; pero el que puntualmente no lo haga (por razones transitorias, políticas, vinculadas al devenir del poder) no significa en modo alguno que dejen de existir, porque en el plano que les es propio y del que proceden, esos valores humanos primigenios permanecen inmutables; a esto lo denominamos Derecho Natural.

P- Junto a la ética, reivindica la importancia de la educación y la lucha contra la injusticia como bases para que la sociedad emprenda un camino hacia la prosperidad. Parece ser una tarea ardua, dada la pérdida de valores que padecemos en la actualidad.

R- Cada vez que más vivo y más experiencias tengo, me ratifico en que la educación es el servicio público de mayor importancia. El gran emperador romano Marco Aurelio, caracterizado por ser más un filósofo que un político, referente del estoicismo, ya dijo que era vital que al frente de la educación de la ciudadanía estuvieran los mejores profesores, y que la población contara con las herramientas imprescindibles, que se obtienen a través de una enseñanza rica, completa y libre, para cuestionarlo todo, pues en el conocimiento reside la capacidad crítica. Desde luego, si un poder pretende tener a la población dormida, y además conseguirlo durante generaciones, donde va a actuar, sin duda, va a ser primero en la educación. Es un verdadero pilar, y el peldaño que proporciona impulso para percibir la injusticia y reaccionar frente a ella.

P- Su obra se compone de 30 artículos, encabezados por nombres de personas relevantes de la historia, la política, la religión, las artes, el feminismo, etcétera, donde hace una fina crítica a la actual situación social. Tengo entendido que se ha servido de estos personajes (Platón, Aristóteles, Francisco de Quevedo, Benito Pérez Galdós, Julio Verne, Juan Pablo II... e incluso Blancanieves), que son un reflejo de usted mismo, y ofrecen sus visiones enfocadas al Derecho.

R- Exactamente; todos los personajes que transitan el libro (grandes personalidades en sus campos) reflejan lo que pienso. Al tratarse de una obra que recopila artículos de corte filosófico, me valgo de sus vidas, de sus obras, o de los relatos o películas en los que se insertan, para darles una orientación nueva: la del Derecho, pero este, a su vez, desde la perspectiva de la ética. Es decir, que llego a conclusiones propias, originales, como debe ser la Filosofía: no reproducir lo ya dicho, sino innovar de una forma razonada; crear, en definitiva, una línea de pensamiento, una tesis. Como antes dije, la bifurcación entre ética y Derecho es una cuestión antiquísima, objeto de un debate que se pierde en la noche de los tiempos; pero creo que nunca se ha presentado de esta manera. Se trata de ser original y ameno en una temática tan compleja y a la vez tan importante para la humanidad como es ésta.

P- En su artículo “San Isidoro de Sevilla: La Ética, fundamento del verdadero Derecho”, señala que este gran teólogo de la España visigoda, considerado uno de los Padres de la Iglesia, contribuyó determinantemente a la expansión de la cultura clásica y jurídica. ¿De qué manera?

R- San Isidoro fue un destello de luz en una época oscura. Por una parte, canalizó todo el saber existente y con ello ilustró al pueblo visigodo; y además, genuinamente, fue un gran pensador, con aportes de suma relevancia. Fue San Isidoro quien estimó, en sus Etimologías, que la Justicia se encuentra dentro de la ética. Nada más elocuente puede afirmarse.

«El Derecho tiene que fundamentarse en principios de la ética»

P- El artículo “Alfonso X el Sabio: Cuando Filosofía y Derecho son uno”, también recoge a otro personaje que tuvo gran transcendencia en la historia de Sevilla en particular y de España en general. Usted explica que junto con el gran rey Alfonso IX, tendió los puentes para que tuviera lugar la consagración del Estado Moderno que personificaron los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. ¿La característica más eminente de este monarca fue su concepción de su reinado y poder centralizado con las bases de la Filosofía? ¿Las Partidas se asientan en la justicia como base del Derecho?

R- Nos encontramos ante un rey muy especial. Su sensibilidad y amor por la cultura eran increíbles. Bien apodado “el Sabio”, pues con fino criterio entendió que el verdadero conocimiento tiene un carácter poliédrico, en el que todas las ciencias no son sino las facetas del saber, sin exclusión de ninguna, fundamentó su obra legislativa en la Filosofía, dando lugar a una auténtica obra maestra de cómo legislar, que a día de hoy se sigue citando. No debe de ser ésta una tarea sencilla, pues a día de hoy, tantos siglos después, nadie se le parece siquiera.

P- “Séneca: Entre la ley y la honestidad” es otro de sus interesantes artículos que le sirven como referencia para el título de su libro. El filósofo cordobés intentó instruir al mediocre y psicópata Nerón, pero sólo consiguió que el emperador lo condenara a muerte. La faceta filosófica de Séneca, como bien recoge usted, se basó en la más alta consideración de la ética y la moral aplicada a todos los aspectos de la vida personal y social. Quizás por ello tuvo detractores y envidiosos que lo obligaron a suicidarse. ¿No existen ciertos paralelismos con la realidad política actual donde los dirigentes actúan obviando estos principios éticos tan necesarios?

R- Precisamente por ese paralelismo el artículo sobre Séneca es el epicentro del libro; de hecho, el libro está dedicado a él, y el filósofo cordobés junto con el emperador ilustran la portada. Séneca es la personificación de la Filosofía, de la ética, de la honestidad; Nerón, por su parte, materializa el poder, la cólera, la furia. Sus expresiones, como se puede apreciar en la portada del libro, son muy esclarecedoras. A Nerón no le gusta lo que Séneca le dice. Ambos deberían compensarse; aquél neutralizar a éste, pero como sabemos, por desgracia, no fue así. La ética no está para arropar decisiones que se sabe que no son correctas, sino que su función es advertirlas y corregirlas, hasta llegar a una completa imbricación de poder y ética, de ley y honestidad. Por eso, la necesidad de que el Derecho se fundamente en la ética. Si no lo hace, el resultado nunca puede ser justo.

P- El sabio Averroes, también cordobés, es abordado en su libro, al que considera un precursor del empirismo y, desde la perspectiva del Derecho, del iusnaturalismo racionalista. ¿Este filósofo y juez supremo qué enseñanzas nos ha transmitido?

R- Han sido muchas las aportaciones de Averroes; sobre todo yo me he decantado por la tesis de la unidad del intelecto, conforme a la cual el conocimiento de la realidad se obtiene por medio de la conexión entre las percepciones sensitivas y el razonamiento interior del individuo que las recibe. La una sin la otra no permiten conocer el mundo: no cabe el sentido sin la razón que entienda lo que percibe; ni cabe un razonamiento sin unas premisas sobre las que se asiente. Del mismo modo ocurre con Derecho y ética. El primero es un instrumento para materializar, a través de las normas, la ética en la vida social; la segunda fundamenta a la norma jurídica y precisa de ella para que los valores que nacen desde su plano tengan una eficacia vinculante. La unión entre Derecho y ética, como se puede ver, es necesaria para ambas disciplinas.

«El Derecho tiene que fundamentarse en principios de la ética»

P- La Comisión Europea ha instado a España para que refuerce el estatuto de la Fiscalía y elimine la dependencia del Ejecutivo, garantizando su independencia y credibilidad. Precisamente en su artículo “Juana de Arco: La manipulación del proceso y la independencia judicial como base de la justicia”, trata este tema. El falso juicio a la que se sometió a la patrona de Francia, condenada a morir en la hoguera, es ejemplo de un ejercicio visceral de búsqueda de legitimación para un premeditado ajusticiamiento que derivó en un crimen revestido de formalismo procesal. ¿Un elemento esencial de la justicia es la independencia del poder judicial?

R- Lo acontecido con Juana de Arco es la viva imagen de la injusticia. Decía Platón que la mayor injusticia posible es parecer justo pero sin serlo. En este caso tenemos un tribunal ad hoc, donde la imparcialidad brilló por su ausencia, pues lo conformó el enemigo; a ella no se le permitió tener asistencia letrada y además se fabricaron las pruebas de cargo. El resultado de esa ignominia fue su muerte, un ajusticiamiento. La conclusión es clara: si el proceso se desvirtúa de sus principios esenciales (y la independencia es uno de ellos) jamás va a cumplir su fin, que es hacer la Justicia. La independencia judicial no es un mero elemento procesal, sino un auténtico valor, una garantía que bebe de fuentes éticas, y como vemos, sustenta la propia materialización de la Justicia. Para ello hoy se prevén mecanismos como la recusación. Evidentemente los principios de la ética deben estar tras los ordenamientos jurídicos, y también tras quienes los aplican.

P- En su libro explica que en la Filosofía del Derecho, detrás de la norma positiva, tiene que haber algo más. Se trata de una idea muy antigua en la propia Historia del derecho. ¿Hoy en día es algo que ha caído en el olvido o que se pretende desvincular?

R- Uno de los fines de este nuevo libro es, en efecto, recordar que todo Derecho tiene un componente filosófico del que no se puede prescindir; porque si se obvia, si se omite, el Derecho deja de cumplir su fin. Si la Justicia forma parte de la ética, el Derecho se convierte en el vehículo de la ética en la sociedad.

Tal vez no se trate, solo, de que esta visión de la materia se haya soslayado involuntariamente; es posible que quizá tampoco interese, pues no deja de ser otra vía más de crítica, y tal vez una de las más importantes: porque si la sociedad se da cuenta de que el Derecho debe siempre fundarse en la ética, la injusticia se acabó.

P- Usted, en su condición de letrado de la Comunidad de Madrid, tratará asuntos duros y de corrupción. ¿Qué casos son los que más daño han hecho en el erario público?

R.- No se trata de cuantificar: el hecho, la acción sola de atentar contra bienes jurídicos de la Administración, que, en definitiva, es una prestadora de servicios a los ciudadanos, implica un daño para éstos, supone un ataque a los ciudadanos; y por lo tanto, cualquiera que sea su nivel, por el reproche ético y jurídico que supone por sí mismo, reviste gravedad.