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El golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera un siglo después

Hablamos con Roberto Villa, autor del exitoso libro ‘1923. El golpe de Estado que cambió la Historia de España’, de la editorial Espasa (Grupo Planeta) en el centenario de aquella dictadura militar personalista

Ezequiel García ezegarcia85 /
14 sep 2023 / 08:49 h - Actualizado: 14 sep 2023 / 08:59 h.
"Libros"
  • Roberto Villa posa junto a su biblioteca personal. Planeta
    Roberto Villa posa junto a su biblioteca personal. Planeta

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La Historia de España está plagada de momentos claves. Tras un convulso siglo XIX, la nueva centuria se iniciaba con cierta estabilidad política, gracias al turismo entre conservadores y liberales. Todo cambió la madrugada del 13 de septiembre de 1923. Miguel Primo de Rivera cumplió su ultimátum al rey y al Gobierno, y declaró el estado de guerra en Barcelona. Al amanecer, su golpe de Estado había vencido y Alfonso XIII había fracasado en su tentativa de encauzar el acto de fuerza por vías constitucionales.

Tal día como hoy hace un siglo, el 14 de septiembre de 1923, un directorio revolucionario gobernaba ya en Madrid y, el día 15, Primo de Rivera tomaba el poder, suspendía la Constitución y establecía una dictadura militar. Aquel suceso iba a imprimir el viraje más radical en la Historia de España del siglo xx hasta la muerte de Franco.

El golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera un siglo después
Ejemplar de 1923 junto al primer número de El Correo de Andalucía.

En ‘1923. El golpe de estado que cambió la historia de España’, Roberto Villa, profesor granadino de la Universidad Rey Juan Carlos, aborda en este libro editado por Espasa los convulsos meses finales de la monarquía parlamentaria, reconstruye minuciosamente las claves del golpe de 1923 y aclara una de las cuestiones más controvertidas de nuestra Historia reciente: cómo fue posible que un golpe tan rápido, incruento y sorprendentemente popular destruyera el régimen constitucional más longevo de España hasta la fecha.

-Se cumple este 13 de septiembre el centenario de un golpe de estado que cambió la historia de España. ¿Tan determinante fue?

Fue el acontecimiento más relevante de la Historia política de nuestro siglo XX. Destruyó el régimen constitucional más longevo hasta entonces y cortó abruptamente la transición hacia la democracia liberal que venía operándose en España desde décadas atrás. La quiebra de una legalidad ampliamente aceptada hasta entonces nos metió de lleno en un largo periodo constituyente y en una serie de regímenes que, entre 1923 y 1975, funcionaron con dinámicas excluyentes y que sólo pudieron establecerse o consolidarse por la fuerza.

-Todo nace en 1917. ¿Qué ocurrió aquel año en nuestro país, además del preludio a la nefasta gripe de 1918 que sesgara tantas vidas?

La gripe, a pesar de su nombre, fue una pandemia global. Pero la referencia que haces en 1917 es capital porque fue justo en ese año cuando se desencadenó la crisis que desembocó en la quiebra de 1923. En 1917 hubo un pronunciamiento militar, el de las juntas de defensa, que dislocó e incluso destruyó las convenciones constitucionales por las que España se había regido hasta entonces, y que otorgó una oportunidad a las fuerzas antisistema a izquierda y derecha de desestabilizar la Monarquía liberal.

-Curiosamente, un siglo después, una pandemia y una crisis de nuestra democracia han hecho tambalear sus cimientos. ¿Qué semejanzas tienen estos dos momentos históricos?

Aunque aquella España no es la nuestra, sí que hay problemas de larga duración que nos unen muy estrechamente a aquellos españoles. Además, nuestra Monarquía parlamentaria y sus problemas guardan más semejanzas con aquella Monarquía constitucional que con todos los regímenes que hubo entre 1923 y 1975. A bote pronto, podemos señalar la fragmentación del sistema de partidos, las dificultades en la articulación de mayorías parlamentarias y de gobiernos estables, las repeticiones electorales, el debilitamiento de los dos grandes partidos que habían gobernado España, la eclosión de un nacionalismo abiertamente secesionista, la seguridad de nuestra frontera sur y, específicamente, la conservación de Ceuta y Melilla. No está mal.

-¿Cómo era Miguel Primo de Rivera?

Un militar vocacional al que, con el tiempo, se le despertó también una vocación política irresistible. Dentro del Ejército, se había mostrado como un militar enérgico y resolutivo, pero también cercano y complaciente. Tenía dotes de caudillaje y eso explica que, siendo el teniente general más joven, fuera el único capaz de unir al Ejército para ejecutar un golpe que probablemente fue el mejor preparado de nuestra historia reciente. Eso sí, antes de 1923 había fracasado en sus tentativas de formar parte de la elite política. Su «abandonismo» radical en Marruecos tampoco le favoreció.

-¿Fue Alfonso XIII un traidor a la patria, tal como lo califican algunos?

Bueno, los historiadores no usan esos calificativos tan gruesos. Pero si te refieres a si Alfonso XIII concertó con Primo de Rivera el golpe de 1923, o se implicó en él de alguna manera directa o indirecta, la respuesta es no. Al contrario, los militares necesitaron imponerse en un golpe porque el Rey se alineó hasta el final con su Gobierno. Alfonso XIII tampoco fue un “Rey perjuro”. No podía violar una Constitución que, tras el golpe, había quedado suspendida; y carecía de un margen autónomo de actuación una vez establecida la dictadura.

-¿Por qué el ejército español ha estado detrás de los golpes de estado y alzamientos del siglo XX?

No sólo el Ejército. Como también ocurrió en el XIX, se sublevaban militares metidos a políticos acompañados siempre de políticos que acudían a los cuarteles para intentar ganar en una insurrección lo que no podían a través de la Corona, el Parlamento y las elecciones. Luego están las acciones en las que el Ejército, imbuido en su misión primordial de garantizar la pervivencia de la sociedad política a la que sirve, interviene en procesos de crisis y quiebras políticas como restaurador del orden perdido o estableciendo otro nuevo. Nuestra Historia no es, en todo ello, distinta de la del resto de los países del mundo occidental.

-La Restauración dio a España cierta estabilidad política tras un siglo XIX convulso con varias guerras civiles. Sin embargo, la realidad del pucherazo y el caciquismo siempre ha estado ahí. ¿Qué hay de mito y de verdad en estas afirmaciones?

Durante aquella Monarquía liberal había elecciones fraudulentas y clientelismo político. Lo que distorsiona el análisis es atribuir esos fenómenos a la Restauración, cuando existían ya antes de 1875. De hecho, la alternancia pacífica entre conservadores y liberales, y las dinámicas inclusivas del sistema, fueron poco a poco eliminando las peores prácticas electorales. Durante el reinado de Alfonso XIII ya no pueden catalogarse las elecciones, sin más, de fraudulentas. En 1923, España estaba a las puertas de la democracia, y sólo quedaba abandonar la regla no escrita de pactar las elecciones.

-¿Cómo era la Monarquía liberal española?

Una Monarquía que se sostenía sobre dos grandes poderes, a la vez constituyentes y constituidos: la Corona y las Cortes. Ambos se encargaban de dispensar la confianza a los Gobiernos, para los que el Rey solía escoger con bastante automatismo al jefe de la mayoría parlamentaria, si la había. El sistema se sostenía sobre la alternancia concertada y pacífica de dos grandes partidos, el Liberal y el Liberal-Conservador, que marchaban siempre de acuerdo en lo fundamental y discrepaban en lo demás. Todo esto dejó de funcionar en junio de 1917 y eso nos condujo de cabeza a septiembre de 1923.

-¿Fue la Guerra con Marruecos la detonante de ese golpe de Estado en 1923?

España no estaba en guerra con Marruecos, sino que era una de las potencias protectoras de aquel Sultanato. La otra era Francia. Llamamos guerra de Marruecos a las operaciones políticas y militares que España llevó a cabo, fundamentalmente a partir de 1919, para ocupar en nombre del jalifa de Tetuán el extremo norte de Marruecos. Los tratados internacionales habían reconocido esa concesión a España, interesada en evitar que otra gran potencia se asomara al Estrecho de Gibraltar y pusiera en riesgo nuestra frontera sur y la conservación de Ceuta, Melilla y los presidios. La guerra fue de baja intensidad antes del desastre de 1921, que se produjo a raíz de una rebelión de una parte de las tribus del Rif acaudilladas por Abd-el-Krim.

Marruecos explica, en buena medida, el gran apoyo que Primo de Rivera encontró en un Ejército antes internamente dividido. El último Gobierno constitucional, de la Concentración Liberal, suspendió cualquier operación ofensiva para negociar con Abd-el-Krim. El líder rifeño sabía que en Madrid se quería una paz a cualquier precio y atacaba constantemente los puestos españoles, pensando que la suma de bajas de soldados españoles haría desistir al Gobierno de la guerra y que acabaría ordenando el abandono del territorio. Ante la perspectiva de una derrota militar, el Ejército en pleno se alineó contra el Gobierno y eso explica los apoyos que el golpe suscitó.

-¿Existía terrorismo en España en aquella época?

Existía, como en casi toda Europa en aquellos convulsos años. Especialmente grave fue el anarquista, que se incrementó a partir de 1917, con el fin de desestabilizar la Monarquía constitucional y abrir una coyuntura revolucionaria exitosa como había ocurrido en Rusia. Fue uno de los factores que explican, además, por qué el golpe vino de Barcelona, la provincia sin duda más castigada por un fenómeno que comenzó a ser, en 1923, ya nacional.

-¿La cuestión catalana ya marcaba la agenda política?

Sí, si te refieres a las demandas del nacionalismo catalán.

-Correcto. Al nacionalismo catalán me refería.

De hecho, en Cataluña ya había un gobierno regional, la Mancomunidad, que en este periodo siempre presidió un miembro de la derecha catalanista, la Lliga. La situación se hizo especialmente grave en 1923 porque, justo entonces, se consolidó electoralmente una escisión de la Lliga, Acció Catalana, abiertamente republicana y secesionista. Y estaba, a su izquierda, Estat Catalá, partidario de imponer la independencia mediante la lucha armada, y que en el verano de 1923 había comenzado ya los preparativos.

-¿Cómo se gestó dicho golpe de Primo de Rivera? ¿Qué provocó su caída tan sólo seis años después?

La caída de Primo de Rivera se produjo básicamente porque perdió el apoyo de quienes habían propiciado su Gobierno: el Ejército.

En cuanto al golpe de 1923, no hay que verlo sólo como una acción de los militares. La iniciativa fue, desde luego, militar, pero Primo de Rivera tenía en mente replicar algo parecido a la «Gloriosa Revolución» de 1868. Por ello, consideró determinante que su acción fuera también un «arrastre de opinión» que hiciera ver que los españoles estaban con él y que desalentara toda posible resistencia por parte del Gobierno. Como reflejan la fotografías de época, lo consiguió plenamente.

-La última. De no haberse producido el golpe de Estado, ¿qué hubiera sido de España?

Los contrafactuales son algo así como el «pecado capital» del historiador. Un vicio que debemos evitar, pero al mismo tiempo, algo enormemente atractivo e irresistible. A largo plazo, no sé qué hubiera sido de España. Sólo puedo decirte que el golpe, pretendiendo resolver una crisis de eficacia, acabó metiéndonos en una crisis mucho peor: una de legitimidad, que explica en buena medida por qué no pudo retornarse a la Monarquía constitucional en 1930 y, a partir de ahí, la sucesión de regímenes exclusivistas que padecimos hasta 1975.

A corto plazo, sí que hay algo seguro y que te refiero en exclusiva: el Gobierno de la Concentración Liberal hubiera dimitido ante las Cortes el 2 de octubre de 1923, fecha de su reapertura. Es decir, que no había señales de que el bloqueo político que antecedió al golpe pudiera solventarse de alguna forma.

El golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera un siglo después
Ejemplar de El Liberal del 15/09/1923 con la declaración del Estado de Guerra firmada por Miguel Primo de Rivera. BNE

Sobre el autor

Roberto Villa García es profesor titular de Historia Política en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, primer premio de investigación de su Consejo Social e investigador invitado en las Universidades de Wisconsin- Madison y Paris IV-Sorbonne.

Ha publicado una decena de libros y varios artículos sobre partidos, elecciones, violencia política y crisis de la democracia en la España y la Europa contemporáneas.

Sus libros más recientes son La República en las urnas. El despertar de la democracia en España (2011); España en las urnas. Una historia electoral (1810-2015) (2016); Lerroux. La República liberal (2019); Ricardo Samper. La tragedia de un liberal en la Segunda República (2023) y los bestsellers de investigación 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular (2017, con Manuel Álvarez Tardío) y 1917. El Estado catalán y el Soviet español (2021), ambos publicados por Espasa.


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