El impulso juvenil de Eva Zaïcik y Le Consort

El joven conjunto francés desplegó en el Espacio Turina su viveza y energía junto a la mezzo Eva Zaïcik, estupenda a nivel dramático expresivo y musical

26 nov 2022 / 09:59 h - Actualizado: 26 nov 2022 / 10:03 h.
  • Luis Ollero
    Luis Ollero

Solo seis días después del extraordinario sabor de boca que nos dejó Vivica Genoux en este mismo espacio, comparecieron anoche una versión reducida del joven conjunto galo Le Consort, sin maderas, junto a la rutilante mezzo Eva Zaïcik, en la cumbre de su carrera y con un matiz muy dramático en su forma de abordar la música. En los atriles se trataba de recrear el fenómeno que Haendel, Ariosti y Bononcini provocaron en el Londres inmediatamente posterior a Purcell, cuando a través de la creación de la Royal Academy of Music acercaron la ópera italiana al público y la alta burguesía londinense, con la que todavía no se sentían muy familiarizados. Todas las arias programadas en este singular y celebrado concierto, fueron compuestas allí en ese período, salvo la famosísima Lascia ch’io pianga, perteneciente a la ópera Rinaldo que Haendel presentó en Londres como punta de lanza para esa inminente evangelización.

Gente muy joven sobre el escenario, exhibiendo mucho impulso y un considerable ahínco, virtuosismo por descontado y muchas ganas e ilusión por hacer eso que más les gusta, interpretar música, como muy bien supieron transmitir al público. Zaïcik puede presumir también de juventud, cuando se encuentra en un momento álgido y dulce, rubricando junto a esta formación el reciente título que han publicado con un programa prácticamente idéntico al propuesto en esta comparecencia sevillana. Un concierto recital que arrancó con la exuberante obertura de Rinaldo, que el conjunto resolvió con esa energía e impulso apuntados, pero que en su apasionamiento no pudo evitar algunos desajustes, especialmente en los pasajes tremolantes reservados al primer violín, Langlois. Haciendo gala ya de su dramatismo, la mezzo francesa hizo lentamente su entrada en el escenario para entonar Sagri numi, de la ópera Coriolano de Attilio Ariosi, natural de Bolonia y especialista en la viola d’amore, que compartió con Bonocini y Haendel la dirección de la Royal Academy. En perfecto castellano, el clavecinista Justin Taylor confesó la predilección del conjunto por esta aria que ellos mismos descubrieron en la Biblioteca de París, y que Zaïcik defendió con una sobrecogedora dosis de ternura, haciendo hincapié en sus sorprendentes armonías y el imaginativo uso de sus silencios. Del mismo modo atacó el aria de Rinaldo, siempre primando el buen gusto en las articulaciones y las ornamentaciones; y con fuerza y mucha energía L’aure che spira de Julio César, si bien las agilidades no son su fuerte. El acompañamiento se hizo visible en todo momento, con interpretaciones muy atentas y disciplinadas, siempre en busca de potenciar aún más la vehemente expresividad del genio alemán.

No pudo comenzar mejor la segunda parte, con ese hermoso y patético Stille amare de Tolomeo que la mezzo paladeó hasta el límite para inmediatamente después y sin pausa, algo que el conjunto intentó denostadamente hacer desde el principio del concierto, para lo que no dudó en abortar continuamente los aplausos del público, entonar Crude furie de Serse, con toda la fuerza que la pieza exige pero demostrando de nuevo sus limitaciones en cuestión de agilidades, si bien no hubo nada que reprocharle respecto al control de la respiración y un refinadísimo legato. Por idénticos derroteros deambuló Ah, tu non sai de Ottone y la breve aria de Giovanni Bononcini Strazio, scempio, furia e morte, de su ópera Crispo. El nivel de dramatismo expresivo llegó al máximo de sus posibilidades con Where Shall I Fly, del drama musical de un Haendel ya tardío, Hercules. En las propinas cantó el arrebatador Se lento ancora il fulmine, aria que Zanaida canta en Argippo de Vivaldi, y un conmovedor Lamento de Dido, regresando así de la mano de Purcell a las raíces de la ópera genuinamente inglesa.

En el apartado exclusivamente instrumental, aparte de ejercer en todo momento como unos estupendos y comprometidos anfitriones, con un acompañamiento visible sin eclipsar, acometieron un Concierto para violín HWV 288 de Haendel acaso algo flácido en sus pasajes más pausados, pero naturalmente impulsivo en los más agitados, con Bardonneche siempre atenta a Langlois, y un continuo efectivo dando cuerpo y presencia al conjunto. Fuera de programa, Taylor introdujo la Sonata Op. 1 n1 12 La Follia de Vivaldi con la transcripción que Bach hizo al clave del célebre adagio de Marcello en su Concierto en re menor BWV 974, exhibiendo una fluida y expresiva digitación, a veces algo atropellada. Después, ya con la sonata, el virtuosismo alcanzó el máximo esplendor de la mano de los violines y el violonchelo de Salzenstein. Fue en todo momento una estupenda exhibición de fuerza e impulso juvenil, que junto a la generosa proyección y sentido del drama de la mezzo, logró el entusiasmo unánime de un enfervorecido público. Y sin embargo, algunos nos resistimos a dejarnos encandilar por tanto virtuosismo y drama provocado, y nos quedamos algo fríos e indiferentes, sin por ello dejar de reconocer y celebrar una vez más esta juventud responsable y comprometida que provoca tanto entusiasmo, aunque sea ajeno.

EVA ZAÏCIK y LE CONSORT ***

Royal Haendel. Eva Zaïcik, mezzosoprano. Le Consort: Théotime Langlois de Swarte y Sophie de Bardoneneche, violines; Mathurin Bouny, viola; Hanna Salzanstein, violonchelo; Hugo Abraham, contrabajo; Justin Taylor, clave. Programa: Royal Haendel (arias de Rinaldo, Giulio Cesare in Egitto, Tolomeo re d’Egitto, Serse, Ottone re di Germania y Hercules, de Haendel; arias de Caio Marzio Coriolano, de Ariosti, y Crispo, de Bononcini; Concierto para violín en mi bemol mayor HWV 288, de Haendel; Sonata para dos violones en re menor Op. 1 nº 12 RV 63 “La Follia”, de Vivaldi). Espacio Turina, viernes 25 de noviembre de 2022