El legado inacabable de las escritoras

Una asociación de profesoras de Secundaria recupera, desde hace dos años, los nombres de auténticos referentes femeninos en la Literatura española para subsanar la injusticia de que la presencia de autoras en los libros de texto alcance solo un 7%

María Victoria Atencia

María Victoria Atencia / Álvaro Romero

Álvaro Romero

Está claro que la lucha del 8-M no se reduce a una jornada del año, porque hay hombres y mujeres defendiendo la igualdad a diario, pero, más allá del día a día, también hay mujeres –y hombres- que indagan en el pasado para recuperar los nombres de autoras que fueron decisivos en la constitución de diversos movimientos y épocas y que, por el solo hecho de ser mujer, quedaron invisibilizadas, tantas veces por detrás de sus maridos, por ejemplo. Lo supieron bien Tània Balló y sus compañeras cuando, hace más de una década, recuperaron a todas las mujeres de la Generación del 27 en aquel proyecto –luego diversificado en libros y documentales- bautizado con el nombre de Las Sinsombrero. ¿Quién se acordaba hasta entonces de Concha Méndez, Josefina de la Torre, Ernestina de Champourcín o María Teresa León, entre otras muchas? Y eso que vivieron y hasta escribieron tanto como sus compañeros de generación. Pero nacieron mujeres.

Y como no solo del 27 vive la Literatura española, en 2019 se ha constituido una asociación nacional que, bajo el nombre de “El Legado de las Mujeres”, busca subsanar la ausencia de referentes femeninos en los libros de texto y en el currículo de la Educación Secundaria. Según un estudio realizado en la Universitat de Valencia por Ana López-Navajas, la presencia de mujeres en dichos manuales alcanza solo el 7,6%. Ya se sabe: de Santa Teresa de Jesús a Rosalía de Castro y poco más. Lo demás, son nombres masculinos, muchísimos, centenares, en esas listas de autores que el alumnado memoriza generación tras generación. Si se estudia a Juan Ramón Jiménez, por ejemplo, apenas asoma la sombra de Zenobia Camprubí, su abnegada esposa, como si Camprubí no hubiera sido una excelente escritora, traductora e investigadora y su legado por sí mismo no mereciese atención. Y es solo un destacadísimo ejemplo.

La asociación El Legado de las Mujeres (www.legadodelasmujeres.es) tiene su sede en el IES Vaguada de la Palma, en Salamanca, pero agrupa a muchas profesoras –y también profesores- de toda Castilla y León, Valencia, Asturias y Andalucía. En los últimos meses, no solo se están uniendo docentes del resto de comunidades autónomas de España, sino que el proyecto de ir publicando mapas de escritoras también se está ampliando al resto de la geografía nacional. De momento, al margen de esas comunidades, ya se han publicado también los mapas de Galicia, Aragón y Castilla La Mancha. Cada mapa con decenas, a veces centenares de escritoras, provincia por provincia. Escritoras que a veces son mínimamente conocidas; a veces ni siquiera eso, y no porque sus obras carezcan de valía, sino porque nacieron mujeres. Y la labor continúa, enmarcada además en otro proyecto europeo de educación, un Erasmus+KA201 titulado “Women’s Legacy(El legado de las mujeres: nuestro patrimonio cultural para la igualdad)”, cuyo objetivo es ofrecer instrumentos de intervención didáctica que sirvan para recuperar el olvidado patrimonio cultural europeo de autoría femenina y corregir la visión androcéntrica de la cultura transmitida en la educación.

“Estoy poeta”

Al margen de escritoras muy conocidas cuya singularidad fue incluirse heroicamente en un mundo dominado por los hombres, como es el caso de la burgalesa Florencia Pinar, dama de la corte de Isabel la Católica cuya obra integró aquel Cancionero general del siglo XVI, siguió habiendo en Burgos, por poner solo un ejemplo, escritoras valiosísimas pero cuyos nombres se fue tragando el olvido. Ya a mediados del siglo XX, por ejemplo, nació Begoña Abad, una escritora que seguramente al lector no le suene de nada pero que ya tiene una ingente obra poética e incluso un libro de relatos, Cuentos detrás de la puerta (2013). Abad empezó escribiendo cuentos para sus hijos. “Escribir era tan natural en mí como respirar, pero otra cosa era compartirlo, hacerlo visible, hacerme yo visible”, dijo en una entrevista, hace ya un lustro. En 1979 ganó el premio de la Asociación de Amas de Casa de Logroño y aquel galardón le cambió la vida. Begoña en ciernes, La medida de mi madre o Cómo aprender a volar son títulos suyos en los que se refleja de alguna manera esa sensación suya de que, durante medio siglo, no viviera su vida, sino la de una madre y esposa abnegada y sujeta al papel que la historia había reservado desde siempre para las mujeres. “A los cincuenta me nacieron alas”, dice en un poema, al recordar el momento en que se independiza económicamente porque consigue un trabajo en una portería de Logroño y un piso propio. Abad insiste en que no es poeta, sino que “está poeta”, como reza un título suyo de 2015: Estoy poeta (o diferentes maneras de estar sobre la tierra).

Esta misma diferencia extrema –en épocas y circunstancias- entre Pinar y Abad se encuentra en cada una de las provincias españolas que van repasando los mapas de este legado. En La Coruña, por ejemplo, es muy conocida la novelista del Naturalismo Emilia Pardo Bazán, pero quizás no tanto sus contemporáneas del Rexurdimento Filomena Dato, poeta, o Sofía Casanova, también poeta, novelista y periodista y, además, la primera española que se convirtió en corresponsal permanente en un país extranjero en tiempos de guerra. En esa misma provincia gallega, y mucho más recientemente, también destaca la poeta Blanca Andreu, quien más allá de haber estado casada con el novelista Juan Benet, marcó un hito en la poesía española por haber inaugurado la generación postnovísima con aquella obra surrealista suya titulada De una niña que se vino a vivir en un Chagall. Pero su nombre apenas si aparece referido en algún libro de texto, como les ocurre a las escritoras asturianas Aurora de Albornoz –contemporánea de tantos del 27 y generaciones posteriores- o Ángeles Caso –destacada novelista y periodista de las últimas décadas-, o a la exitosa escritora de Lugo Marina Mayoral... o la muy premiada novelista de Guadalajara Clara Sánchez, o a la novelista de León Josefina R. Aldecoa, cuyo apellido adoptó de su marido, Ignacio Aldecoa o, hasta hace bien poco, a la novelista salmantina Carmen Martín Gaite –hoy incluida en la nómina de lecturas para la Prueba de Acceso a la Universidad- o a la vallisoletana Rosa Chacel, tanto tiempo exiliada en Brasil y Argentina...

Escritoras andaluzas

En Andalucía, el mapa de autoras no para de crecer, gracias a la labor de investigadoras como la sevillana Rocío Fernández Berrocal, entre otras. En Sevilla no solo aparecen los nombres de escritoras de reconocido prestigio y trayectoria como Cecilia Böhl de Faber, históricamente más conocida como Fernán Caballero, sino autoras más recientes como la poeta Julia Uceda o la actual directora del Centro Andaluz del Libro, la novelista y periodista Eva Díaz Pérez. La lista de escritoras sevillanas casi alcanza el centenar, desde Qamar, del siglo IX, hasta escritoras jóvenes de hoy como Marina Perezagua, Lara Moreno o Victoria León, pasando por autoras destacadas en diversos géneros como Trinidad Begines, Rosario Pérez Cabañas, Esther Garboni o Rocío Hernández Triano.

En Cádiz, no solo se citan a Mercedes Formica, Pilar Paz Pasamar o Ana Rossetti, sino también a autoras mucho más conocidas como Elvira Lindo o mucho menos, y actuales, como las poetas Josefa Parra o Rosario Troncoso. En Huelva, el listado se encabeza con la escritora del Barroco Sor María de la Trinidad, pero también se incluyen nombres mucho más conocidos en las redes sociales, como el de María Luisa Domínguez Borrallo. En Córdoba, no solo se citan autoras andalusíes como Lubna de Córdoba o Muhya bint al-Tayyani, sino otras del siglo XX que ya merecerían aparecer en los libros de texto, como Concha Lagos o Juana Castro, o más jóvenes como Ángeles Mora o Elena Medel... En Granada, por su parte, aparecen autoras hasta del siglo VIII, como Hassanna Al-Tamimiyya, pero también escritoras e investigadoras mucho más recientes como Antonina Rodrigo, Elena Martín Vivaldi u Olaya Castro... De Jaén, no solo aparece María Carvajal y Saavedra, del Siglo de Oro, sino una poeta y periodista tan actual como Carmen Camacho. En Almería, no solo la escritora y periodista de comienzos del siglo XX Carmen de Burgos, sino la poeta, traductora y profesora actual Aurora Luque.

En Málaga, no solo se citan nombres tan conocidos como los de Victoria Kent o María Zambrano, sino el de poetas tan fundamentales como María Victoria Atencia, algunos de cuyos sonetos merecerían aparecer en los libros de texto como ejemplo de muchas cosas:

Ya está todo en sazón. Me siento hecha,

me conozco mujer y clavo al suelo

profunda la raíz, y tiendo en vuelo

la rama, cierta en ti, de su cosecha.

¡Cómo crece la rama y qué derecha!

Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo

de vivir y vivir: tender al cielo,

erguida en vertical, como la flecha

que se lanza a la nube. Tan erguida

que tu voz se ha aprendido la destreza

de abrirla sonriente y florecida.

Me remueve tu voz. Por ella siento

que la rama combada se endereza

y el fruto de mi voz se crece al viento.

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