El poeta brasileño que más amó a Sevilla

La editorial de la Universidad Hispalense publica un estudio del sevillano de El Viso Antonio Jesús Jiménez Benítez sobre el escritor João Cabral de Melo Neto, el desconocido poeta que, tal vez, más poemas dedicó a nuestra ciudad

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
15 ago 2020 / 18:41 h - Actualizado: 15 ago 2020 / 18:46 h.
"Poesía"
  • João Cabral de Melo Neto. EmbBrasilChile
    João Cabral de Melo Neto. EmbBrasilChile

João Cabral de Melo Neto, un diplomático brasileño que se metió a escritor sin querer vincularse a ninguna generación en concreto, ni siquiera a la del 45 –que funcionó allí como nuestro 27 aquí-, es todavía un poeta muy desconocido en nuestro país, pero según el profesor y escritor Antonio Jesús Jiménez Benítez, polifacético vecino de El Viso del Alcor al que la Universidad de Sevilla le acaba de publicar un estudio sobre su vida y su obra, es quizá el poeta que más poemas dedicó a Sevilla: un total de 106.

El dato no es baladí si se tiene en cuenta que Melo Neto no solo funcionó en la Literatura de su país como un Cernuda en la nuestra, o que fue galardonado con el Premio Camões en 1990, el Reina Sofía de Poesía Iberoameriana en 1994 o que, en 1999, al morir, llevaba años sonando como posible Nobel, sino que, después de publicar una veintena de libros, coronó su carrera con uno dedicado a la ciudad hispalense, Sevilha andando (1990), en el que no solo materializaba en versos ese antiguo deseo de identificar a Sevilla con una mujer y viceversa, sino que lanzaba un potentísimo alegato no suficientemente valorado desde aquí: el de sevillanizar el mundo. La fonética portuguesa intensifica ese significado, pues sevilhizar se parece mucho más a civilizar. De modo que el poema en cuestión, “Sevilhizar o mundo” (Sevilizar el mundo) termina funcionando como un himno internacional de defensa de la vida en una ciudad que debería copiar toda la humanidad. Traducido por el propio Jiménez Benítez dice así:

Como es imposible, por ahora,

civilizar toda la tierra,

lo que no veremos, ni verán,

de cierto, nuestros tataranietos,

infundir en la tierra esta alerta,

hacerla una enorme Sevilla,

que es a contrapelo, donde una viva

guerrilla del ser, puede la guerra.

Lo dejó dicho Melo Neto: “Há que sevilhizar a vida. Há que sevilhizar o mundo”. Y a esa tarea se dedicó más allá de sus funciones de embajador desde que conoció la ciudad del Guadalquivir a mediados de los años 50, cuando arribó a Sevilla después de quedar absuelto de pertenecer a una “célula comunista” y haber sido relegado de sus funciones diplomáticas por el gobierno de Getulio Vargas, una época en que incluso la prensa de Río de Janeiro lo atacó sin contemplaciones. Fue luego, a partir de 1956, cuando João Cabral de Melo Neto pudo compatibilizar su tarea de diplomático con una exhaustiva investigación sobre la historia de su propio país en el Archivo de Indias que el Ministerio Brasileño de Relaciones Exteriores habría de reconocer como “la mayor realizada por un brasileño en un archivo de España”.

El poeta brasileño que más amó a Sevilla

Desde entonces, desde sus primeros poemarios (O cão sem plumas, Quaderna...), Melo Neto retratará a Sevilla “como el lugar perfecto para vivir, construyendo por medio del lenguaje una urbe ideal para su proyecto poético; pues observa una ciudad enmarcada en un medio ambiente que ofrece una perfecta construcción simbólico-material, constituyendo a la misma vez un escenario que permite adaptaciones en busca del significado final”, según explica Jiménez Benítez en Sevilla: ciudad y mujer en la poesía de João Cabral de Melo Neto, el libro que se terminó de imprimir en pleno confinamiento y que estará en las librerías en cuestión de días.

De la poesía pura a la pureza de Sevilla

De Melo Neto (Recife, estado de Pernambuco, 1920 – Río de Janeiro, 1999) nació a la poesía bajo la influencia francesa de Paul Valéry y otros puristas que huían del sentimentalismo, que no debía remitir “a quien habla ni a aquello sobre lo que habla, sino que se revela como un lenguaje que se habla en el vacío”. Se configuró a sí mismo como poeta –después de un concienzudo estudio de la literatura española, desde el Cid hasta la Generación del 98- en la frialdad –le achacaban sus críticos- de un escritor que funcionaba como un arquitecto o un ingeniero (el título de uno de sus primeros libros), o un zapatero, símil que llegó a usar él mismo. Sin embargo, solo su contacto con el aire, la cultura, el arte, la arquitectura y la esencia de Sevilla, adonde volvió entre 1962 y 1964 –su última estancia fue durante la Expo del 92-, le fue transformando su mirada poética masculinizada por otros paisajes de España y Europa en una mirada femenina a la que no tuvo más remedio que sucumbir en una ciudad que era lo más parecido a una mujer. En este sentido, su libro definitivo y último, Sevilha andando, funciona no solo como una radiografía de la ciudad que más amó, sino como una metáfora urbana del andar de su propia esposa, la también escritora Marly de Oliveira.

De Melo Neto había tenido antes otros destinos como diplomáticos (Cataluña, donde intimó como Tapies y Miró; Madrid), pero solo Sevilla, según el autor de este concienzudo estudio sobre su obra, centrado especialmente en los poemas dedicados a la ciudad, lo marcó para siempre. Aquí, después de descubrir a Manolete, el Litri y otros toreros de la época, descubriría la poesía inherente al toreo, el “prisma puro de Sevilla” que es la Giralda, el flamenco, las gracias de sus barrios y el nervio de la ciudad, y hasta se atrevió a discutirle a otro novio de la misma, Joaquín Romero Murube, “que la ciudad pide la delicadez del verso y no de la prosa”:

De Joaquín Romero Murube

oí cierta vez: ‘De Sevilla

nadie jamás dijo todo.

Mas espero decirlo un día’.

Moriste sin haber podido

la prosa de aquel proyecto;

Sevilla es un estado de ser,

menos que la prosa pide el verso.

Querido amigo Joaquín Romero,

ni andaluz soy yo, siquiera,

mas digo: el todo de Sevilla

está en el andar de su mujer.

Y a veces, raro, trae Sevilla:

pude encontrarlo muy lejos,

en el andar de una no sevillana,

el todo que buscas. ¿Aún? ¿Dónde?”

Dedicado a encontrar el secreto de Sevilla (otro concepto de Romero Murube), de Melo Neto escribió en sus poemas sobre el trazado de la ciudad, sobre el flamenco, sobre el pueblo gitano, las fiestas y hasta el carácter del sevillano. Y todo ello, concentrado y estudiado en esta obra, hace que su autor, el profesor de Física y Química Antonio Jesús Jiménez Benítez se erija también en un arqueólogo de nuestras propias esencias. No en vano, hace cuatro años publicó (en Anantes) una interesante monografía sobre el devenir gremial de los costaleros desde sus inicios en el siglo XVI hasta nuestros días, bajo el título de Historia del mundo de abajo. Ahora, con esta obra sobre un poeta brasileño que tanto anduvo por Sevilla y la amó, nos descubre otra perspectiva para esta ciudad ombliguista, la que nos regala un hombre que vivió ateo y que murió, sin embargo, rezando con las manos de su mujer cogidas. Seguramente también en eso tuvo Sevilla que influir lo suyo.