El poeta Francisco Brines, Premio Cervantes 2020

Se esperaba este último reconocimiento para coronar la fructífera carrera de uno de los poetas vivos más destacados de la Generación del 50, la de esos niños de la guerra que, ya muchachos, visitaron la tumba de Antonio Machado en Colliure para constatar que seguían viviendo, en medio del siglo y en medio del franquismo, en una patria que había expulsado a sus mejores cantores. Entre aquellas plumas renovadoras de la poesía de posguerra figuraban también Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente o José Agustín Goytisolo, ya en el otro mundo, es decir, el de los lectores que siguen manteniéndolos vivos a través de su palabra. El anuncio, hace apenas una hora, del ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, de que le conceden a Brines el Premio Cervantes de este raro año 2020 (galardón dotado con 125.000 euros) ha sido recibido en el mundo literario como lo que es: un acto de justicia que este poeta valenciano (Oliva, Valencia, 1932) reciba el que está considerado como el Nobel de las Letras hispanas.

Este año sonaban también en las quinielas la poeta malagueña María Victoria Atencia o el novelista catalán Enrique Vila-Matas, además del poeta venezolano Rafael Cadenas o la escritora y periodista mexicana Ángeles Mastretta. El jurado estaban los ganadores de las dos últimas ediciones (Joan Margarit e Ida Vitale) y también el novelista Eduardo Mendoza, Premio Cervantes en 2016.

Brines es también coetáneo de algunos de los novelistas más célebres de este país, como Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio o Carmen Martín Gaite. Su poesía, siempre tan elegíaca, ha profundizado como pocas en el último siglo en el que es quizá el tema más universal de la lírica: el paso del tiempo. Su poemario El otoño de las rosas (1986), con el que ganó el Premio Nacional de Literatura, se considera una de las cimas de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX.

La primera obra de Brines, Las brasas, se publicó justo el año en que se conformó oficialmente su generación, 1959. Con ella ganó el Premio Adonais. Luego, en 1966, apareció Palabras en la oscuridad, con el que consiguió el Nacional de la Crítica. En 1998 recibió el premio Fastenrath que otorga la Real Academia Española -de la que forma parte desde el año 2000. En 2010, recibió el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que reconoce la aportación literaria relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España, realizada por un autor vivo.