El romántico jardín ruso

CÁMARA ROSS ****

03 abr 2016 / 18:54 h - Actualizado: 03 abr 2016 / 18:55 h.
"Música"

Primera cita con músicos de la Sinfónica tras el bochornoso anuncio de un nuevo recorte en sus sueldos. Una decisión de nuestra decepcionante clase política, que insiste en su táctica de abandonar para cuando llegue la hora de recuperar alguien se cuelgue una medalla que no merece y el coste sea muy superior al del mantenimiento. Cuántas veces se ha tenido que regenerar el Jardín Americano, qué hay de las nuevas líneas de metro tan necesarias para la tercera ciudad de España con más problemas de tráfico. Decisiones de quienes cada vez aportan menos y se permiten controlar el destino de quienes sí lo hacen, pues como bien dijo una buena aficionada al término del concierto, la vida sin música sería horrorosa. Nuestros músicos irán perdiendo paulatinamente el interés y su trabajo podrá irremediablemente resentirse si no se remedia, no sólo con los necesarios apoyos institucionales sino también con una buena e imaginativa gestión que aproveche el tirón turístico de la ciudad y mantenga la oferta cultural de la ciudad viva, incesante y lucrativa.

La baja médica de la arpista Daniela Iolkicheva obligó a cambiar el programa y prepararlo apresuradamente, a pesar de lo cual los resultados fueron altamente satisfactorios y nos permitieron disfrutar del arte pianístico de la joven y hermosa Natalia Kuchaeva, que evidenció un control absoluto de las partituras, la técnica y la expresividad en páginas que demandan mucho de todo ello, y a pesar de unas condiciones emocionales no siempre óptimas. Aunque compuesta durante una crisis nerviosa del compositor de Ruslán y Ludmila, el Trío patético en su versión para piano, violín y violonchelo, destila tanta desesperación como esperanza, lo que exige una interpretación que refleje su carácter doliente y a la vez su exuberante lirismo juvenil, de todo lo cual se hicieron eco, con un virtuosismo técnico notable, la pareja compuesta por Dmitrenco y Natsvlishvili, acompañados por una pletórica y muy atenta Kuchaeva.

Por su parte el Trío nº 1 de Arensky refleja el lamento por la muerte de Karl Dadidov, gran violonchelista y director del Conservatorio de San Petersburgo. Por eso la responsabilidad aquí, especialmente en el adagio, recae en este instrumento. Natsvlishvili evocó así la tristeza de la pérdida con una elegía hermosamente recreada desde la melodía y la emoción, destacando el alcance casi sinfónico de la interpretación, su carácter sombrío y dramático, el lirismo del violín y la superación de una escritura muy exigente para la pianista. En la propina la emoción, unida a la solidaridad con los músicos, acabó de aflorar con una preciosa y muy meditada recreación del Oblivion de Piazzola.