El Teatro Central ha desaparecido

La compañía belga FC Bergman convierte toda la sala principal del escenario de la Cartuja en una sala del Museo Rubens para representar ‘El país de Nod’

04 may 2018 / 19:39 h - Actualizado: 04 may 2018 / 19:39 h.
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  • Los responsables de FC Bergan con el director del Central, Manuel Llanes, en la escalera al fondo. / Manuel Gómez
    Los responsables de FC Bergan con el director del Central, Manuel Llanes, en la escalera al fondo. / Manuel Gómez

La sala principal del Teatro Central ha desaparecido. Es literal. Ha sido engullida por el espectacular montaje desplegado esta semana por la compañía belga FC Bergman, que hoy y mañana representan El país de Nod. «Salió, pues, Caín de delante de Dios, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén», leemos en el Génesis. El sentido de la «culpabilidad, el dolor, nuestros orígenes culturales y religiosos como europeos», sobre todo eso reflexionan los seis actores y bailarines que forman una compañía que asegura «pensar a lo grande» cuando imagina sus espectáculos.

Junto con Belgiam Rules, de Jan Fabre, vista hace unos meses, este es el otro gran capítulo de la temporada del Teatro Central. «No creía que esto pudiera hacerse aquí», ha reconocido su director, Manuel Llanes, al respecto de una escenografía que ha reconvertido el espacio en una inmensa sala del Museo Rubens de Amberes. La obra, que es estreno en España, es rotundamente ambiciosa. «Se disfrutan en ella de todos los lenguajes que se pueden concentrar en el teatro contemporáneo», considera Llanes. Muda, sin una narrativa convencional, El país de Nod «es un espectáculo que supera cualquier límite» y ante el que, probablemente, lo de menos, sea comprender exactamente de qué va.

«Intentamos hablar en nuestros montajes de seres humanos a los que les pasan cosas», resume lacónicamente uno de los miembros de FC Bergman, Stef Aerts. Para esta obra encontraron la inspiración en el Museo Rubens, actualmente cerrado por reformas durante seis años. Entraron en él y quedaron «alucinados»: «Vimos el museo como un cuerpo moribundo; fue como contemplar un sitio que conoces perfectamente y que, de pronto, ves cómo se está muriendo delante de tus ojos», reflexiona otro de los integrantes, Thomas Vestraeten.

Los belgas hacen derivar el espectáculo hacia un ámbito surrealista, burlesco, cercano al universo de Jacques Tati, donde de pronto proliferan los números de equilibrismo, bailan no bailarines e intervienen el espacio hasta hacerlo cenizas. «Un museo enloquecido que acaba por convertirse en un campo de batalla», dijo la crítica cuando se presentó en el Festival de Aviñón en 2016. «Nos inspira más el cine que las artes escénicas», asegura Aerts. Por eso cada imagen de su País de Nod destila las mejores esencias del cine de autor europeo, pero también han bebido en las fuentes de Pina Bausch, Jan Lauwers, Alain Platel y Jan Fabre, todos ellos de sobra conocidos por el público del Central. «Cuando parecía difícil ir más allá, cuando era casi imposible pensar en que surgiera un nombre que lograra provocarnos sorpresa, aparecen ellos», asegura Llanes en referencia a FC Bergman.

«Nos halagan las comparaciones pero esperamos haber encontrado nuestro propio lenguaje», acotó Verstraeten. Y lo han conseguido en solo diez años de trayectoria, una década en la que, con grandilocuencia y con inteligencia, han desarrollado espectáculos en espacios como la Bolsa de Amberes, una playa e incluso un pueblo entero, tomando de rehenes a sus habitantes para intentar ir más allá, conseguir el triple salto mortal en la escena contemporánea.