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- Imagen de ‘El viejo roble’.
El pasado martes 7 de noviembre se colaba una noticia en algunos medios de comunicación. En los periódicos era una pequeña reseña al final de la página, un faldón de poco más de mil caracteres. En la radio sólo algún medio de tintes progresistas se hizo eco. La televisión obvió la información, no existía otra cosa que la amnistía que andaba preparando el gobierno. En ella se decía lo siguiente, “Casi 600.000 menores andaluces viven en situación de pobreza, la segunda peor tasa del país”. Esta información provenía según los datos de la última Encuesta de Condiciones de Vida analizados por la Plataforma de Infancia. Según esta entidad, Andalucía es la segunda comunidad con mayor tasa de pobreza infantil del país, con un 38,1 %, solo superada por Canarias. Además Andalucía es la comunidad con mayor tasa de menores en situación de pobreza severa, el 21, 9%, 342.000 menores.
Ante estos alarmantes datos lo que la sociedad espera del gobierno regional es que se alarme. Que se escandalice y que se ponga como loco a trabajar para intentar paliar la situación. Porque hay formas de solucionarlo. La misma Plataforma de Infancia propone algunas medidas que no son imposibles. Entre ellas implementar mejoras en el acceso a las rentas mínimas para que alcancen a mayor número de familias vulnerables. Desarrollar protocolos transversales que impliquen a los servicios sociales, el entorno educativo, el sanitario y que así se contribuya a identificar a los y las menores en situación de pobreza y/o exclusión social.
Y lo más sencillo, garantizar a las familias con niños, niñas y adolescentes recursos que les permitan atender las necesidades básicas como la alimentación, el material escolar, las actividades escolares, el transporte, el acceso a la vivienda así como la gratuidad a los comedores escolares hasta la educación secundaria. Tendría sentido pues, que una Consejería se denomine de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad. Recursos para ello hay, teniendo en cuenta que a la Junta no le duelen prendas gastarse 25 millones de euros en una actividad de un día como los Grammy Latinos. Por lo que uno esperaba que en el último Consejo de Gobierno de la Junta, la Consejera fantasma Loles López y el pazguato Moreno, salieran de inmediato con un conjunto de medidas tendentes a cambiar esta situación. ¡Ja!
En El viejo roble, la última película del veterano Ken Loach, hay escasez, pesimismos, penuria y también mucho racismo y xenofobia (la filosofía de la ultraderecha que se impone cada vez más, sobre todo, entre las personas más humildes). Y allí también en el Reino Unido, en uno de los países más ricos del mundo, niños, niñas y adolescentes pasan hambre. Y la solución no viene de parte de quien tiene la responsabilidad de hacerlo. Esta mezquina clase política que nos gobierna en una sociedad neocapitalista desangelada. Igual ocurre en Andalucía, en esto si nos parecemos a los países más desarrollados –liderando miserias- , con una clase política más preocupada en hablar insistentemente de Amnistía, como si no existiera otra cosa, o en salir con chaqué y pajarita en Canal Sur en la entrega de unos, prescindibles, premios de música. Para Loach, siempre optimista, la esperanza está en la solidaridad. Sólo con la unión y gracias ella se puede transformar las cosas.
La ficha
El viejo roble ***
Reino Unido 2023 110 min.
Dirección Ken Loach Intérpretes Dave Turner, Ebla Mari, Debbie Honeywood, Anday Sawson, Trevor Fox.
Drama