«En todos los libros trato de descubrir algo»

16 sep 2016 / 20:54 h - Actualizado: 16 sep 2016 / 21:09 h.
"Literatura"
  • El escritor, en Formentor horas antes de recibir su premio, ayer.
    El escritor, en Formentor horas antes de recibir su premio, ayer.

En la persona de Roberto Calasso (Florencia, 1941) coinciden el editor legendario, el narrador de largo aliento y el profesor de vasta erudición, entre otras facetas. Este fin de semana se encuentra en Formentor (Mallorca), donde anoche recibió el premio que posee el nombre de esta bahía paradisíaca; el mismo galardón que en ediciones anteriores obtuvieran autores de la talla de Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Saul Bellow, Carlos Fuentes o Ricardo Piglia, entre otros.

Un poco cansado después de una larga mañana de entrevistas, el autor de títulos tan celebrados como Las bodas de Cadmo y Harmonia, Follie Baudelaire, El rosa Tiepolo o Ka comenta que para él nunca ha sido un problema la dificultad de definir sus obras en un género concreto. «Mi literatura nació con esta forma narrativo-especulativa, es así. De hecho, en las clasificaciones de los periodistas o de los libreros a veces aparecen como ensayos y a veces como narraciones. Creo que no hay límites precisos entre unos géneros y otros. Me interesa sobre todo el modo de narrar y de pensar, uno dentro del otro», explica.

Muy conocido también por su mastodóntica labor al frente de la editorial Adelphi, uno de los grandes referentes de la edición italiana, Calasso resume su secreto en unas pocas palabras: «En todos los libros trato de descubrir algo: una forma, un pensamiento... cada libro es una singularidad. Nuestra regla para Adelphi siempre fue publicar solo libros que nos importaran mucho a nosotros. Y así ha sido siempre», comentan el responsable de que sus compatriotas hayan podido leer a Thomas Bernhard, Vladimir Nabokov, Milan Kundera, Spark o Joseph Roth, entre muchos otros.

Ayer, después de asistir a los elogios de destacados ponentes como Ramón Andrés, Victoria Cirlot, Edgardo Dobry, Vicente Verdú o el editor Jorge Herralde, Calasso pronunció un discurso en el que elogió la importancia del galardón y desarrolló algunos aspectos de la literatura que no siempre se oyen en labios de alguien tan acreditado. Por ejemplo, la importancia de la publicidad.

«Toda forma de literatura, lo quiera o no, está enredada en esta superficie temblorosa y ubicua», aseveró. «Esa atracción por la clandestinidad y el camuflaje, que fue la vocación de eso que se denominó lo moderno y hoy aparece como un objeto obsoleto, se volvió entretanto una necesaria medida de autodefensa y supervivencia».

Y recordó también el premio Formentor del año 1961, concedido ex aequo a Borges y Beckett, para decir que en aquel tiempo «la impresión que tuve fue que era un premio iluminado, a pesar de que ningún ex aequo resulta del todo justo», pero «parecía evidente el fundamento de la elección: la literatura», evocó.

«Difícilmente hoy un grupo de editores encontraría un territorio común en el que debatir, eligiendo al fin dos guardianes comparables a Borges y Beckett para sellar la paz», prosiguió Calasso. «Difícilmente se encontraría un público amplio, que corresponde a una ya fantasmagórica République des Lettres, que pueda aprobar las motivaciones de ese acuerdo final. Tanto más feliz parece entonces el hecho de que en este magnífico lugar, en el que parece haberse recogido la magia del cielo, un grupo de personas afines se haya reunido para dar continuidad a esta historia improbable y luminosa».

Noción de sacrificio

Calasso, que acaba de publicar en España una nueva obra, El ardor (Anagrama), en la que reflexiona sobre la tradición védica de la India para acabar proponiendo algunas reflexiones de profundo calado sobre los tiempos actuales, cree que vivimos una «venganza de la seculatidad» que ha interrumpido la relación de la Humanidad con lo invisible. «El hecho de que no tengamos necesidad de religión lleva a los hombres a aligerar su carga, pero esa circustancia se vuelve contra ellos, porque la realidad es que el mundo secular no es más ligero», afirma.

Aunque el autor bromea con el hecho de que el título de este libro pueda tener «un significado también erótico, como todo en esta vida», subraya que el ardor al que se refiere es un concepto equivalente «al calor y la energía de la que nace el mundo».

Para el italiano, aquella civilización védica que no dejó restos arquitectónicos, pero sí unos textos de enorme valor, tenían en el sacrificio como un modo de comunicar lo visible y lo invisible. «Hoy esa palabra solo se usa para referirse a cuestiones econímicas. El desplazamiento de la religión por el dinero forma parte de ese mismo fenómeno que mencionábamos antes», agrega el escritor, que espera la próxima salida a la luz en nuestro país de otra obra, ya publicada en Italia, titulada El cazador celeste.