Pretender que El último milagro es una novela sobre fútbol es tan estúpido como afirmar que Asesinato en el Orient Express va de trenes o que El viejo y el mar trata de peces espada. El libro que el argentino Horacio Convertini va a presentar este martes en Sevilla con el sello editorial de Barrett es pura novela negra como no se veía otra igual desde el esplendor del género, pero con toda la mala leche, el humor corrosivo, el tremendismo, el sentido de la fatalidad y la ternura salvaje que han dado un lugar en el mundo a la narrativa moderna de aquel país y que engancha desde la primera coma. Es posible que este talento, como se barrunta en el propio libro, tenga algo que ver con el detalle de que el autor fue responsable de sucesos en el diario Clarín, y que por lo tanto aprendiera a contar tragedias del natural, como hacía el irlandés William Orpen cuando se paseaba con su caballete por los campos de batalla para retratar, en nombre de Su Graciosa Majestad, la inverosimilitud del horror de la Primera Guerra Mundial.
Puestos a buscar la fórmula, Convertini da a entender que los ingredientes son una pizca de ciencia ficción, bastante de novela negra, cucharadas generosas de humor y doble ración del disparate que rodea al fútbol en su país (y en este, para qué ir más lejos). El último milagro viene con varias credenciales: premiada en Buenos Aires y con una nominación al Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón, esta edición tiene el aval en forma de prólogos de Jorge Valdano, Paco Camarasa y Alexis Ravelo, es decir, una selecta representación del mundo del balón y de la literatura criminal.
La novela pone el foco en el Racing Club de Avellaneda, uno de los clubes más populares del fútbol argentino, que ante el riesgo de bajar a la Segunda División se arriesga al insólito experimento propuesto por una corporación japonesa: insertarle un chip a su goleador para transformarlo en un crack superior a Maradona y Messi, que será manejado desde las gradas por el campeón mundial de PlayStation. Lo que parece el remedio a una crisis terminal termina abriendo las puertas de un infierno de conspiraciones y sangre. Lo apunta Ravelo en el prólogo, hablando de Horacio Convertini: «Un magnífico escritor, capaz de involucrarme como lector en un mundo al que soy absolutamente refractario (el del fútbol)», y «de convertir una novela negra en una sátira perfecta, en un cuento moral sin moraleja, en una sórdida imagen especular del caos que rige el mundo».
En eso coincide en cierto modo, paradójicamente, con el propio autor: «El fútbol me interesa como laboratorio de las pasiones humanas. Y si esas pasiones son bajas, mejor», apunta Convertini. «Por debajo de cada gol gritado hasta el hartazgo, hay negocios sucios, violencia, muerte. García Márquez decía que un escritor no puede inventar cualquier cosa porque corre el riesgo de decir mentiras, y las mentiras son más graves en la literatura que en la vida real. Alcanza con leer las últimas noticias del fútbol argentino para darse cuenta de que el proyecto de manejar a un jugador insertándole un chip en el cerebro no suena tan ridículo. Hace unos días, Racing fue noticia porque su avión despegó con una puerta abierta», opina Convertini, quien el año pasado recibió el Premio de Literatura otorgado por la Ciudad de Buenos Aires y en España ya ha publicado la novela New Pompey.
Los personajes están trazados con esa maestría que los hace familiares al lector desde el primer instante, sin ser óbice para ello (más bien al contrario) el repertorio de descripciones crueles que pesan sobre los mismos. De Mabel, la esposa del presidente del club, dice por ejemplo que «se había vuelto una ballena caprichosa e intratable que roncaba plácidamente en ese sarcófago asfixiante que compartían por fórmula y cansancio». Oso, un matón descerebrado, atiza de lo lindo al representante de la estrella del equipo y todo cuanto acierta a decir es esto: «¿Qué querés? ¡Me ponen nervioso los tartamudos!».
Valdano, que de niño era simpatizante de Racing, se apunta a las alabanzas hacia El último milagro: «Es difícil novelar el fútbol porque se trata de un juego que escribe cada día una historia increíble con la que resulta difícil competir. De hecho, el guionista de cualquier partido nos sorprende con una insólita frecuencia con giros que ningún autor puede mejorar. Pero alrededor de ese universo emocional hay mucho que explorar y Horacio Convertini lo hace con tanta inteligencia y humor, que uno termina mirando con ternura a los auténticos idealistas del mal que pueblan el libro».
«El fútbol, hoy, se ha vuelto una pasión malsana», opina Convertini. «En nombre del amor por el fútbol se mata a un hincha rival y, en el mejor de los casos, se lo humilla con cantos racistas. Y este comportamiento atraviesa todas las clases sociales: la bestialidad surge tanto en los palcos caros de los estadios como en los sectores donde se agrupan los ultras»,
El escritor canario Alexis Ravelo cree que «es una novela cruel, pero también, y por lo mismo, es una novela llena de compasión. Que cuenta lo que le ocurre a unos concretos personajes cuando olvidan por un instante que la persecución de sus sueños es inútil, que habitan en un sitio donde las ilusiones te traicionan siempre».