«Esta novela me ha hecho mejor persona»

Pérez-Reverte regresa a las librerías con ‘Hombres buenos’, una obra sobre los libros y la amistad

07 abr 2015 / 12:00 h - Actualizado: 07 abr 2015 / 17:33 h.
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  • El escritor Arturo Pérez-Reverte, en el hotel Colón de Sevilla. / Pepo Herrera
    El escritor Arturo Pérez-Reverte, en el hotel Colón de Sevilla. / Pepo Herrera

Miembro de la Real Academia de la Lengua desde hace más de diez años, Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) ha querido romper una lanza por la Docta Casa en su última novela, Hombres buenos, que acaba de ver la luz en Alfaguara, y de cuyo resultado no oculta el autor su satisfacción. Hoy (20.00 horas) la presentará en el hotel Alfonso XIII.

«La Academia es una especie de órgano diplomático que mantiene la unidad del idioma en 22 países», explica. «Un trabajo complejo, delicado, realizado desde una institución que en el siglo XVIII quiso modernizarse. Por eso me he apoyado en ella para explicar aquel momento y proponer una reflexión sobre España, lo que somos y lo que podríamos haber sido», agrega.

Los protagonistas de Hombres buenos son precisamente dos académicos, el bibliotecario don Hermógenes Molina y el almirante don Pedro Zárate, que viajan a París con la intención de hacerse con los 28 volúmenes de la Encyclopédie de D’Alembert y Diderot, que estaba prohibida en España.

«Es una novela sobre los libros y la amistad como analgésico, vademécum o guía de entendimiento», subraya Pérez-Reverte. «Es la historia de dos hombres que en un viaje azaroso y molesto se hacen amigos. El marino cartesiano, ateo, y el bibliotecario religioso demuestran ser compatibles en una serie de diálogos cervantinos, bajo la sombra de los escritores de la época: Feijoo, Moratinos, Jovellanos».

Claro que en Hombres buenos también hay malvados: el ultraconservador Manuel Higueruela, o el ilustrado radical Justo Sánchez Terrón, empeñados en poner todo tipo de obstáculos para que la misión fracase, así como el sicario Pascual Raposo, a sueldo de éstos. «Ahí tenemos al reaccionario coriáceo y al demagogo hipócrita, dos figuras que siguen existiendo, dos extremos en medio de los cuales está la gente buena. El mercenario Raposo es más noble que ellos, porque se mete en el asunto por dinero, no por maldad», apunta el escritor.

La peripecia de estos personajes sirve al autor de El club Dumas, El maestro de esgrima, La piel del tambor y la saga del capitán Alatriste para describir cómo era la vida en el Madrid ilustrado de Carlos III y en el París prerrevolucionario, libertino y políticamente convulso, lleno de cafés y burdeles.

Por otro lado, Pérez-Reverte ha querido enriquecer su relato introduciendo una narración paralela en la que cuenta el proceso de elaboración de la propia novela, incluyendo conversaciones con académicos como Víctor García de la Concha, Carmen Iglesias, Javier Marías o Francisco Rico, aunque admite que «con ninguno hablé de verdad». Y lo mismo dice de las pesquisas en bibliotecas y librerías de viejo. «Me gusta este tipo de juegos, viejos trucos que el lector avisado reconoce y aprecia, o no. Este iba a ser un relato lineal, pero me di cuenta de que había partes muy tediosas, tiempos muertos que tenía que cortar. Este recurso, además, me permitía hablar de libros dentro del libro, del proceso de documentación».

Aprender escribiendo

«Lo bueno de estos proyectos es que aprendes un montón. Es un año y medio el que te pegas viviendo en ese mundo, y el que termina la novela no es el mismo que el que la empezó. Espero que el lector tampoco lo sea», asevera Pérez-Reverte. «Es maravilloso que un tío como yo, que tiene 63 años y canas en la barba, descubra que aún hay cosas que van a enriquecer tu vida».

Y no solo desde un punto de vista intelectual: según asegura el cartagenero, Hombres buenos le ha reconciliado con el ser humano. «No me hago muchas ilusiones, soy bastante pesimista, pero la novela me ha obligado a buscar la parte buena y noble del español. Me ha devuelto el respeto y la compasión, me ha hecho mejor persona», agrega.

Cuando se le pregunta dónde cree que están hoy las Luces en España, duda un instante. «Desde luego, no es el Estado el que cuida hoy de las Luces, de hecho hace dejación de sus obligaciones y las deja bastante indefensas», denuncia. «Las Luces están, como siempre, en manos de gente particular, de héroes solitarios, maestros de escuela que intentan salvar a dos o tres alumnos de los 15 o 20 que tienen, historiadores, modestos cronistas de pueblo... Nunca van a ser héroes en grandes batallas, pero nos recuerdan que hay justos en Sodoma», dice. «Por otra parte, la mirada al pasado nos recuerda la mala suerte que hemos tenido, cómo la gente buena, cada vez que ha intentado levantar la cabeza, han tenido que volver a meterla en el agujero».

Y concluye con un deseo respecto a Hombres buenos: «Que el lector acabe la novela con una sonrisa. Y con ganas de salir a la calle a buscar a la gente buena».