Esto tiene más futuro que los villlancicos

Música. Estas tradicionales canciones viven un gran renacer en una época que ha vuelto a ponerlas en valor

06 dic 2016 / 07:55 h - Actualizado: 06 dic 2016 / 07:59 h.
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  • Músicos del grupo Artefactum, en uno de sus tradicionales conciertos de Navidad. / El Correo
    Músicos del grupo Artefactum, en uno de sus tradicionales conciertos de Navidad. / El Correo
  • Imagen de archivo del Concurso de Villancicos Morera & Vallejo 2015. / José Luis Montero
    Imagen de archivo del Concurso de Villancicos Morera & Vallejo 2015. / José Luis Montero

La palabra villancico, etimológicamente, está conectada con villano, que además de ser el malo de la función, también hace referencia, según la RAE, al vecino o habitador del estado llano en una villa o aldea. Concluiremos fácilmente entonces que un villancico es patrimonio del pueblo. Así ha sido y es en Sevilla, en Écija y también en las Islas Feroe. Los villancicos sobreviven porque así lo quiere la gente que los canta y los escucha. Algunos agoreros dijeron hace unos años que estaban en retirada y, de repente, volvieron en tromba los coros de campanilleros y los centros comerciales rescataron el Gatatumba y el Ya viene la vieja como banda sonora para las últimas compras antes de Reyes.

Los villancicos no van a desaparecer nunca, sería como pensar que, por el auge de los cupcakes, la gente en Navidad cambiará los polvorones y los mazapanes por magdalenas con sirope de fresa y pepitas de chocolate. «El villancico forma parte de nuestra historia, pasa de generación en generación y cada pueblo tiene los suyos propios», asegura el sociólogo Javier Madero.

Por ejemplo, en esta casa, el Grupo Morera & Vallejo celebra este mes la cuarta edición de su Concurso de Villancicos (el 14 de diciembre a las 18.00 horas), donde participarán los mejores coros de Sevilla y su provincia. Con el tema La panaera, el coro Nuestro Padre Jesús Nazareno de Las Cabezas de San Juan se alzó el año pasado con el primer premio del certamen que se celebró en el cortijo Gota de Leche.

Hay muchas formas de mantener viva la tradición; algunas más estilizadas, otras más pegadas a lo popular. Entre las primeras sobresale el concierto de Navidad que, cada año, celebra la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (cuya próxima edición será el día 18 en el Maestranza). Participará el Coro St. Mary’s School. Para muchos, a villancicos suenan también las arias y coros del oratorio El Mesías de Haendel (los días 21 y 22 en el coliseo del Paseo Colón) aunque, siendo ortodoxos, y por más que nos recuerde a época de anís y polvorones, la música del alemán nada tiene que ver con los villancicos.

Sí que están relacionadas, a su manera, muchas de las piezas que interpretará el conjunto Artefactum el 12 de diciembre en el Espacio Turina. Musica ad Navitatis tempus es el título del programa (y del cedé) que presentan y en donde recorren algunos de los temas medievales más directamente relacionados con el solsticio de invierno.

Una de las instituciones señeras de la ciudad, la Fundación Cajasol, tampoco se limitará a enjaretar su tradicional y mastodóntico Belén. Un año más, y enclavado dentro del ciclo Los gozos de Diciembre, se alumbrará un nuevo disco de la colección Así canta nuestra tierra en Navidad, en esta ocasión con villancicos interpretados por el cantante Manuel Lombo. La recaudación de este cedé, que puede adquirirse en la Sala Murillo de la Fundación Cajasol y cuesta cinco euros, irá destinada al comedor social de la Orden de Malta en Sevilla.

Por lo demás, no hay hermandad que se precie que no albergue dentro de sus actividades de este mes algún concierto de villancicos, como también son numerosos los centros comerciales que aglutinan a papás e infantes alrededor de certámenes de campanilleros. A vuela pluma, nadie diría que los villancicos son cosa del pasado. Tampoco han necesitado de ningún barniz especial para su supervivencia; singularmente porque no hay forma razonable (ni necesidad) de modernizarlos. «El vals y el villancico son la banda sonora de la Navidad», escribió el compositor Franz Lehar. Y de uno y otro hay en estos lares, por más que el primero venga importado de la fría Centroeuropa. «Cuando pasa Nochebuena se impone un aire de fiesta, de cierta sofisticación también, y en eso el vals tiene la partida ganada al villancico», dice Ana Ortiz, experta en protocolo. En todo caso, el villancico acompaña las fiestas hasta la llegada de los Reyes Magos, sencillamente porque hay canciones que hacen directa referencia a ellos.

Christmas carol, en inglés; noël, en francés o Weihnachtslied, en alemán; el villancico tiene una generosa expansión geográfica aunque guarda muy bien sus esencias raciales, porque no se mezcla. Aquí escuchamos Pastores venid y Ay del chiquirritin con la misma delectación que en Manchester o en Wisconsin –por poner– oyen We wish you a merry Christmas y Santa Claus is coming to town.

«También es un signo de los tiempos que oigamos con total normalidad canciones navideñas en inglés, y que hasta las sintamos nuestras; sin embargo es una globalización, diríamos, unidireccional. Porque en ningún otro lado podrá oírse Hacia Belén va una burra... digamos que el amplio calado de lo británico, de lo norteamericano, llega también hasta el villancico», explica Madero.