No nos referimos a esa exquisita receta roteña, familia del gazpacho y el salmorejo, aunque el adjetivo de este titular bien le serviría para figurar en la carta de un restaurante de cocina creativa, combinado con sardinas, melva, caballa o lo que se antoje. Pero lo cierto es que un inicio de temporada como éste provoca lo mismo al oído que un exquisito plato como ese al paladar, una inmensa felicidad, la que deriva de una educación exquisita y una exigencia a la vida que en lugar de estar al alcance de algunos y algunas, quienes supuestamente velan por el bienestar del pueblo deberían poner a disposición de toda la gente.
La temporada de música de cámara de la Sinfónica arrancó de manera excelente, previas las obligadas y necesarias presentaciones, con el patrocinio un año más del English Language Institute y la concurrencia de la joven violista Ariadna Boiso, una de las más recientes incorporaciones de la orquesta, como simpática y elocuente encargada de ilustrar las páginas programadas. En los atriles unas muy exigentes obras de dos grandes del Clasicismo enmarcando a un no menos extraordinario Schumann, de quien se interpretó el tercero y último de sus cuartetos de cuerda. Pero si algo llamó especialmente la atención en esta primera cita de la temporada fue la maestría, agilidad, nervio y talento del violinista Nazar Yasnystkyy. Estamos más que acostumbrados a verlo y escucharle pero nunca hasta ahora habíamos tenido oportunidad de reparar en el excelente violinista que es, capaz de llevar todo el peso del programa sin desfallecer ni reflejar fatiga alguna, así hasta casi dos horas, y sin intercambiar papeles con el segundo violín, como es habitual. Vamos que si le proponen tocar los cinco conciertos de Mozart del tirón seguro que lo hace. Su protagonismo en las piezas de Schumann y Mozart dio al conjunto un inconfundible aire concertante, de la misma manera que hicieron los trompistas en la de Beethoven.
El Sexteto para dos trompas de Beethoven se presentó con el bajo doblado en violonchelo y contrabajo, así que fueron siete los artistas sobre el escenario. El carácter virtuosístico de las trompas fue espléndidamente resuelto con el buen hacer de Parkes y Lasheras, demostrando cómo la sección de metal de la orquesta mejora a pasos de gigante. El Op. 41 nº 3 de Schumann sonó intenso y poético en manos de este cuarteto concebido sólo para la ocasión, lo que ya es mérito. Los músicos pasaron del patetismo inicial al júbilo final sin ahorrar en matices siniestros, brillantes juegos de imitaciones y ternura liederística. En el sofisticado Divertimento nº 17 de Mozart pudimos apreciar la calidez de Sasha Crisan al violonchelo y la jovial implicación de Boiso Reinoso a la viola; pero la sensación volvió a ser Yasnytskyy, que con un bajo y unas trompas muy bien integradas logró una lectura vibrante de esta jubilosa página de texturas y proporciones sinfónicas. Alguno del público dejó el móvil encendido para seguir el partido del Sevilla, provocando que sonara e interrumpiera el concierto, mereciendo así un tirón de orejas... lo de la educación.
CÁMARA ROSS ****
Concierto nº 1 del XXIX ciclo de música de cámara ROSS-ELI. Nazar Yasnytskyy y Stefan Zygadlo, violines. Ariadna Boiso Reinoso, viola. Sasha Louise Crisan, violonchelo. Matthew Gibbon, contrabajo. Ian Parkes y Ángel Lasheras Torres, trompas. Programa: Sexteto para dos trompas Op. 81b, de Beethoven. Cuarteto nº 3 Op. 41, de Schumann. Divertimento nº 17 K. 334, de Mozart. Espacio Turina, domingo 23 de septiembre de 2018