Festival Flamenco de Jerez, la cita imprescindible
El XXVI Festival Flamenco de Jerez comenzó el puente del 28 de febrero con una programación que resalta la condición contemporánea y tradicional del flamenco.
Dolores Guerrero
Si algo define y singulariza al flamenco es que es un ejercicio artístico tradicional y contemporáneo a un tiempo. El pasado fin de semana el XXVI Festival Flamenco de Jerez nos ofreció una hermosa muestra de ello con un abigarrado abanico de propuestas.
Olga Pericet abrió la programación el sábado 27 en los Museos de la Atalaya. En ese curioso espacio, la artista cordobesa nos ofreció un work in progress del que será su próximo espectáculo ‘El avance de la leona’, que tiene previsto su estreno a finales del año que viene, aunque salvo medir algunas escenas, como la del principio que resulta algo larga, y cuidar las transiciones no parece que le quede mucho más para estar terminado. Claro que tanto la Pericet como el coreógrafo y bailarín Daniel Abreu son una fuente incesante de creatividad y seguro que todavía pueden volver a sorprendernos. Al igual que sus músicos, el guitarrista José Manuel León y el bajista Juanfe Pérez.
José Manuel León nos brindó un toque tan colorista como virtuoso, y una composición musical sumamente envolvente que otorga un singular protagonismo al bajo de Juanfe Pérez, que por momentos parecía que cantaba, como en la petenera, con la que Daniel y Olga dejaron mudo al respetable.
En ese sentido cabe destacar cómo el diálogo entre el flamenco y la danza contemporánea discurre, con una fuerte impronta ritual, entre la abstracción del movimiento y la concreción de la materia. No en vano la obra se inspira en la figura de Antonio Torres, a quien se atribuye el primer prototipo de guitarra española.
Ya por la tarde, dentro del ciclo ‘Con nombre propio’ que tiene lugar en la Sala Compañía, pudimos disfrutar de ‘Ser Baile’, de Ángel Rojas Dance Project. Se trata del primer capítulo de una ambiciosa trilogía que lleva por título ‘Geografía Flamenca Del Pensamiento’, la segunda creación en solitario del bailaor y coreógrafo madrileño, Ángel Rojas.
Como su nombre indica, la trilogía se propone elaborar un análisis profundo sobre la relación entre flamenco y pensamiento, entre inquietud artística y compromiso social. Este primer capítulo se centra en el viaje emocional del intérprete, que se vuelca en el cuerpo mediante su interacción con los tres elementos que sustentan el flamenco: toque, cante y baile.
Para ello Ángel Rojas cuenta con una cuidada puesta en escena, en la que destaca el diseño de iluminación a cargo de él mismo y de Carlos Marcos Morín. Aunque su mayor acierto ha sido congregar en la obra la brillante guitarra de Jony Jiménez junto a la magistral percusión de Bandolero, que trasvasa las barreras del instrumento en uno de los números más redondos de la obra, y el cante de María Mezcle que hizo las delicias del público con la dulzura de su voz y su dominio del compás.
María se lució en todo momento, tanto cuando cantó para el baile como en solitario, con un singular recorrido que enlazó con sorprendente frescura los fandangos con las alegrías y los tanguillos. Y qué decir de Ángel Rojas, cuyo baile reúne esa doble condición de tradición y contemporaneidad que posee el flamenco. Algo que se apreció sobremanera en los tangos, con los que el bailaor alcanzó su objetivo de dejar que el cuerpo se disolviera para “Ser Baile”.
En ese mismo escenario pudimos asistir al día siguiente a uno de los espectáculos de baile mas memorables de esta edición, ‘Puro’, de Rafael Campallo. Hacía tiempo que no veíamos a Campallo con un espectáculo suyo, y desde luego que la espera ha merecido la pena. El bailaor sevillano nos dejó el corazón en un puño desde que salió al escenario, a compás de soleá por bulerías con el acompañamiento de la brillante sonanta de David Caro y las magistrales voces de Jesús Corbacho, El Pechuguita y Juan José Amador, con quien Campallo protagonizó un singular duelo que dio buena cuenta de su elegancia y su talante creativo. Una creatividad ajustada al flamenco tradicional, aunque con un marcado estilo propio. Porque Rafael no necesita ir más allá del código flamenco para ser plenamente actual. Le basta con la musicalidad de su taconeo -tan virtuoso como delicado- su perfecta colocación y la limpieza técnica de sus vueltas para desprender un torrente de dramatismo y solemnidad en la soleá, de rabia en los tarantos y de alegría y sensualidad en los tangos, con los que elevó el estandarte del baile flamenco a lo más alto.
Aunque no todo es baile en el Festival de Jerez. El cante tiene también su sitio en el ciclo ‘De la raíz’, que tiene como emplazamiento el hermoso espacio de la Bodega González Byass. Allí vimos el domingo pasado el magnífico recital de Pansequito y la noche del 27 pudimos disfrutar también del cante de una figura emergente, la lebrijana Anabel Valencia, una joven cantaora que nos sorprendió gratamente con el dominio de los cantes tradicionales de su tierra, de los que dio buena cuenta junto a la guitarra de Curro Vargas y las palmas de Juan de Dios Valencia, Manuel Valencia y Manuel Cantarote.
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