Cultura
El 'backstage' de lo jondo, los flamencos invisibles de esta Bienal
Detrás del escenario conviven decenas de profesionales a los que no vemos, pero cuyo trabajo es fundamental para disfrutar de este arte: el regidor Jorge Fernández, la productora Marta Tenorio, el técnico de sonido Fali Pipio, la diseñadora de iluminación Gloria Montesinos y el representante Hugo Pérez cuentan cómo viven la Bienal
Jorge Fernández, regidor / El Correo
“Quedan cinco minutos para que dé comienzo el espectáculo”, avisan por los altavoces en la trastienda del teatro mientras que hombres y mujeres vestidos de negro (el color que los invisibiliza en escena) activan a través de sus móviles, auriculares y pequeñas linternas el dispositivo necesario para que todo esté listo cuando el telón se abra. Casi con toda seguridad horas antes habrán estado resolviendo in extremis dificultades técnicas que a cualquiera le pondría de los nervios, o tratando de que el artista no note los contratiempos, impedimentos o problemas que se producen siempre que se pisa un escenario. Mucho más en un estreno.
Son regidores, productores, mánagers, técnicos de iluminación y sonido que, junto a otros profesionales de la escenografía, vestuario, distribución o comunicación, son parte imprescindible en los elencos de las compañías, aunque rara vez aparezcan en las fichas de las propuestas y casi nunca se les ponga nombre o rostro.
Marta Tenorio, productora. / El Correo
Su papel, detrás del foco, pasa en la mayoría de los casos desapercibido hasta el punto de que normalmente sólo se les menciona si la cosa falla. Una ingratitud que asumen con sana resignación porque entienden que lo suyo es trabajar en la sombra. Y así, con pulcritud, discreción y paciencia, realizan su trabajo, conscientes de que “quien al final se la juega es quien se pone delante del público”, cuentan a este periódico entre ensayos, pruebas y gestiones Marta Tenorio (productora), Hugo Pérez (representante), Jorge Fernández (regidor), FaliPipio (sonido) y Gloria Montesinos (diseño de luces), en estos días frenéticos de la Bienal de Flamenco donde suman unas veinte fechas entre todos.
“Antes me hacía 28 en una sola Bienal, pero era más joven y tenía otra idea del trabajo”, bromea Pipio, responsable de que estos días suenan a la perfección las propuestas de Segundo Falcón, Paco Jarana y Rafael Rodríguez; Rafael de Utrera; José Valencia; Farruquito; Juan de Juan y el Ballet Flamenco de Andalucía.
El respeto sincero que sienten hacia los artistas y la pasión profunda que les mueve por este arte lo trasmiten en el entusiasmo con el que hablan de su día a día, pero también en el prudente silencio con el que se guardan las anécdotas y experiencias que puedan poner en un aprieto a las figuras que acompañan, o las tensiones y sensibilidades que sabemos que soportan a menudo.
Hugo Pérez, representante / El Correo
Puede que, como reflexiona Tenorio, que estará el 27 en el Maestranza con Farruquito con quien comenzó hace un año tras una larga etapa con Lucía La Piñona, pertenecer a esta comunidad jonda y pasar tanto tiempo junto a los creadores, les haya convertido también a ellos en “un poco raritos”, bromea. Al fin y al cabo, sus vidas, tal y como cuentan, tienen más que ver con la de los bailaores, cantaores o guitarristas que con las de “una persona normal con un horario de oficina”.
Como productora Tenorio se encarga de la gestión que implica una compañía: viajes, traslados, compras, alojamientos, comidas, decorados, coordinación de comunicación, asesoría… Es decir, un fallo suyo (en un billete de avión, un presupuesto mal planteado o una subvención no justificada) puede suponer importantes pérdidas o desajustes por lo que se siente “tan responsable como quien da la cara”.
Este sentido de la responsabilidad lo comparte Hugo Pérez, desde cuya oficina maneja las carreras de los bailaores Águeda Saavedra, Juan Tomás de la Molía, Manuela Carrasco y Manuela Carrasco hija (presentes el día 29 en el Maestranza) y los cantaores José El Berenjeno, La Tana, Anabel Valencia y María Terremoto (que estrena Asta regia con Jesús Méndez el 2 de octubre). Y que durante esta Bienal se encarga de la producción de parte de la programación paralela en Alameda viva, Fiesta en Sevilla (en Sevilla Este) y el espectáculo de Cristina Heeren.
Aprender el oficio
Todos han tenido que ir aprendiendo sobre la marcha porque apenas existe una formación reglada específica para las funciones que desarrollan, una carencia que lamentan y reclaman por ejemplo de la Asociación de Autores de Iluminación a la que pertenece Gloria Montesinos. Ante esto, algunos como Jorge Fernández o Tenorio reconvirtieron sus respectivas carreras como auxiliar de enfermería y contable, respectivamente, y otros como la propia Montesinos, Pipio o Pérez cursaron estudios de luces, sonido o gestión cultural, completando sus perfiles con cursos específicos, y el mismo oficio. “Además de estudiar tienes que estar en el tajo para saber manejarte en estas lides”, considera Pipio que, con formación de guitarra clásica, lleva desde los 12 años “moviendo altavoces y manejando mesas de sonido” hasta convertirse en referente en este campo, junto a nombres como los de Manu Meñaca o Ángel Olalla.
Todos han tenido que ir aprendiendo sobre la marcha porque apenas existe una formación reglada específica para las funciones que desarrollan
El hecho de que el flamenco haya sido un arte poco profesionalizado donde muchos de estos perfiles no existían ha llevado además a que sean los propios artistas los que reclamaran esta ayuda entre gente de su entorno, animándolos a introducirse en este mundillo. De ahí que agradezcan tanto la confianza y la mano tendida que les otorgaron en sus comienzos.
Marta Tenorio, por ejemplo, no olvida su etapa con Esperanza Fernández, a la que reconoce “deberle toda mi carrera”, porque fue ella la que le enseñó todas las pautas y puso a su disposición sus contactos. “Entré por la puerta grande”, apunta. Igualmente, Jorge Fernández -Limonista- agradece el “apoyo incondicional” que le brindaron Antonio Molina El Choro, La Piñona o Ana Morales, con quienes empezó en 2018 en la regiduría y maquinaria. Pero también la ayuda que ha sentido de compañeros como Balbi Parra (regidora de Israel Galván) o tantos otros que le han regalado “una enseñanza gratuita” porque, al contrario de lo que pueda pensarse, “en el flamenco existe muchísimo compañerismo y muy poca guasa”, añade el regidor, que estará esta Bienal el 27 con Farruquito en el Maestranza, el 28 con Mercedes de Córdoba en el Central y el 29 con Rosario La Tremendita y La Kaíta en el CAAC.
Jorge Fernández, regidor. / El Correo
Para Montesinos, que lleva más tres décadas en el diseño de luces, fue clave coincidir durante sus prácticas en 1990 en el Teatro Albéniz con el creador de iluminación Keith Yetton, quien le ofreció sumarse a la compañía en la que el coreógrafo Ramon Oller le dio su primera oportunidad y donde acabó quedándose durante trece años. A partir de ahí, de manera autodidacta, ha ido desarrollando un sello propio por el que la reclaman habitualmente compañías de danza flamenca de primer nivel como las de Olga Pericet, David Coria, Marco Flores, Helena Martin o Manuel Liñán, Florencia Oz y Rafaela Carrasco a quienes iluminará en esta cita sevillana.
Ha tenido que pasar mucho tiempo para que el flamenco incorpore y valore funciones como el diseño de luces, la escenografía, dirección artística... aspectos hoy prioritarios en la obra
Es verdad que ha tenido que pasar mucho tiempo para que el flamenco incorpore y valore funciones como la que ella realiza y se entienda que, como arte escénica, el diseño de luces (al igual que el sonoro, vestuario, escenografía, dirección artística, etc.) es un aspecto prioritario en la obra.
Otras maneras de sentir el flamenco
Claro que el flamenco, según comentan, es un arte especialmente sensible que exige un conocimiento y un compromiso más allá de prestar tus servicios y marcharte a casa. De hecho, al menos los entrevistados, confiesan que lo primero es la afición. Es decir, que antes de formar parte del backstage de lo jondo ya eran unos apasionados de este arte y se relacionaban con él de algún modo.
De ese amor, por tanto, construyen su carrera. Entre otras cosas porque “si esto no te apasiona es muy difícil que le pongas la motivación y la dedicación que hace falta”. Más aún cuando, a diferencia de otras profesiones, trabajar en este sector supone “no tener horarios y estar operativo 24/7”, admiten.
Además, explica Limonista, en el flamenco se trabaja mucho desde la improvisación por lo que es imprescindible aprender sus códigos para desarrollar bien el trabajo. En esto coincide Pipio que incide en la complejidad del flamenco respecto a otras músicas. “De ti depende que el artista, los músicos y el público se sientan a gusto”, defiende el técnico.
Para las luces, opina Montesinos, no es tan necesario saber de flamenco como “implicarte mucho con el proyecto, investigar, estudiar y, por supuesto, tener sensibilidad, musicalidad y ritmo”. En cualquier caso, aunque no haga falta ser un “erudito” sí piensan que es importante tener una base y, sobre todo, “conocer las particularidades de cada artista”.
Marta tenorio, productora / El Correo
En esta línea, como matiza Pérez, ser mánager implica también aconsejar u orientar al artista…y hacer que se sientan lo más cómodos posible. “Es importante conocer hasta dónde quieren que les ponga el agua”, mantiene. Manías, por cierto, que ‘El Limo’ conoce de sobra: “hay desde artistas que pasan el palo santo antes de cada actuación a quienes piden seis horquillas y dos gomillas, o un suelo de baile en camerino para calentar”. Es decir, ya sea tanto para “vender el producto”, “aportar ideas” o “mantener una comunicación fluida con el artista” es preciso saber lo que se está haciendo encima del escenario, comentan.
Paciencia y tacto, claves
En cualquier caso, las cualidades que los ha convertido en cinco de los profesionales más reclamados por las grandes figuras del flamenco en sus respectivas tareas, van más allá del amor al arte. La paciencia, la constancia o la honradez son atributos que mencionan como imprescindibles junto a la creatividad, saber mirar, escuchar, trabajar en equipo y ser organizado. Para el papel del mánager, el representante de Terremoto, que cuenta que ya de adolescente “vendía grupitos a las ferias de los pueblos” añade “ser avispado y estar siempre en el sitio” pero, sobre todo, “levantarse a las 8 de la mañana y llamar y llamar y llamar”.
Marta Tenorio con Farruquito, en el camerino antes de una actuación. / El Correo
A estos dones hay que añadir la sensibilidad que muestran cuando explican lo afortunados que se sienten de convivir con los artistas a quienes consideran “seres especiales, con una forma diferente de percibir el mundo”. “Se expresan de manera diferente, se enamoran de manera diferente… Hay que agradecerles todo lo que nos dan y lo que nos hacen sentir”, describe el regidor.
Compartir con ellos momentos tan íntimos y de tanta vulnerabilidad y comprobar el esfuerzo y la valentía que requiere tirar adelante con una compañía, hace que los admiren más si cabe. Sobre todo “porque una persona normal sería incapaz de soportar esa exposición ante el público”. “A veces escucho los aplausos y pienso que tiene que ser una puta locura que muevas un brazo y la gente te diga ole”, piensa la productora que desmiente además su fama de soberbios o altivos.
Por eso, no sólo comprenden los “nervios” sino que consideran fundamental tener tacto, delicadeza y saberles escuchar. Y diferencian entre la relación fuera de la escena con la de antes de una actuación. “Una cosa es salir a tomar cervezas, comer o viajar con ellos y otra cuando llega el momento de ponerse delante de tanta gente porque ser artista implica ser responsable y sellar un compromiso con los tiempos o con el arte”, explica Pipio. Es en esos momentos donde, bromea Limonista, “al regidor le toca ser amigo, psicólogo y compañero”.
Adrenalina, viajes y anécdotas
Cuando se les pregunta por su rutina dividen entre los “estresantes” días de oficina (papeleo, reuniones, llamadas, emails…) en los que trabajan para que todo esté controlado o investigando, estudiando, viendo los ensayos… para preparar los planos de luces o rider técnicos. Y, de otra parte, los días de “adrenalina y tensión” cuando hay bolos.
Para tratar de cumplir -y no olvidar- sus respectivos cometidos combinan agendas de mano, alarmas y cientos de notas porque “olvidarnos de algo no es nunca una opción”. De ahí que estén continuamente pegados al teléfono y, entre sus necesidades básicas señalen “un móvil con buena memoria para apuntarlo todo y buena batería”.
Este trajín, sin embargo, les otorga “grandes privilegios” como haber podido viajar “a todos los continentes, conocer todo tipo de culturas y abrir la mente” y vivir anécdotas “increíbles” como las que rememora Pipio entre el Bobote y Eléctrico o “la vez que Enrique Morente se puso a cantar en una tienda de discos de Londres dejando a los clientes boquiabiertos”. O meteduras de pata como “una vez que un artista salió cuando no debía y se sentó en la corbata del teatro pensando que el espectáculo había terminado”, dice Fernández.
Quizás, por eso, aunque no reciban aplausos y muchas veces el público ni siquiera sepa de su existencia, ninguno se imagina dedicándose a otra cosa y viven pensando siempre en la próxima función.
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