Bienal de Flamenco
Diego del Morao y Tomatito nutren el 'Caudal' de Paco de Lucía en la inauguración de la Bienal en el Maestranza
Miguel Poveda regresará con dos fechas más este viernes 13 y este sábado 14 en el mismo escenario donde presentará 'Federico y el cante'
Miguel Poveda en la inauguración de la Bienal de Flamenco / Juan Bezos
En general no me gustan los homenajes ni cómo se manosea el nombre de nuestros artistas más universales para sacar rédito económico y presumir de llenar los teatros, sin importar demasiado si responde al respeto que estos merecen o hace honor mínimamente a sus legados.
Normalmente, como digo, en estas propuestas improvisadas en las que cada invitado va a hacer lo que puede y no suele existir una dirección que encamine el concepto y le dé coherencia, asistimos a un batiburrillo de actuaciones que nos obligan a recordar la grandeza del homenajeado, pero por lo que se evidencia su ausencia.
Por eso, reconozco que me escamaba el ‘Caudal' que abría este jueves en el Teatro de la Maestranza la Bienal de Flamenco con un cartel iluminado de artistas mediáticos como Miguel Poveda, Israel Fernández, Aurora Vargas o Farruquito que poco o nada han bebido de la fuente directa del maestro -más allá de lo que ha podido hacer cualquier artista- y en el que, por contra, echamos de menos a otros que sí que compartieron escenario y experiencias con el genio de Algeciras, al que se dedica esta XXIII edición por el décimo aniversario de su fallecimiento.
El regreso de Miguel Poveda
De hecho, la inauguración se presentaba más como el regreso a la cita de Miguel Poveda, que hace triplete en su vuelta tras catorce años de su última visita con dos fechas más este viernes 13 y este sábado 14 en el mismo escenario donde presentará Federico y el cante. Otro tributo, por cierto, al poeta que más se ha pervertido desde lo jondo.
Sin embargo, pese al tufillo impostado y superficial que envuelve la idea y su evidente foco en lo comercial, el encuentro de este "puñao de artistas célebres que se salen un ratito de la verea para brindar por el maestro, el compañero y el hombre que era y es, Paco de Lucía", como reza el programa de mano, resultó una propuesta digna y apta para todos los públicos que permitió escuchar de nuevo esos ansiados oles que buscaba el director de la cita, Luis Ybarra, quien previamente había calificado la apuesta de "histórica".
Lejos de esa pátina de sufrimiento que Paco confesaba sentir siempre antes de pisar el escenario, lo que se vivió esta noche fue un espectáculo gozoso y amable que convenció a un patio de butacas lleno entre el que se encontraba el hermano del artista Pepe de Lucía, a quién Tomatito agradeció “todas esas letras que nos ha regalado para siempre”.
Fue precisamente el almeriense, quien se confesó un “privilegiado” por haber podido tocar con “el mejor guitarrista que ha dado la historia”, el que trajo uno de los momentos más emotivos cuando le dedicó una composición en la que sus notas traían el eco del maestro “del que aprendimos todo”. Para después, recordar “esas falsetas que le hacíamos a Camarón”. “Casi me da algo cuando después de la Leyenda del tiempo me dijo que íbamos a tocar con Paco en Como el agua”, contaba antes de regalar su toque vivo y próspero por bulerías.
En realidad, fue Tomatito y Diego del Morao quienes bañaron, nutrieron y refrescaron la fuente del caudal del algecireño, arrancando entre los espectadores lo más efusivos aplausos y oles. Sobre todo, cuando el jerezano presumió de flamencura, fuerza y creatividad en las bulerías.
Ellos, por tanto, inyectaron pulso a las dos horas y media de un espectáculo que resultó tedioso y cansino, en parte por culpa de un repertorio repetitivo (con sobredosis de tangos y bulerías) y de las distracciones que producían las continuas entradas de los técnicos para colocar la escena (contamos más de quince) o la pelea que el Piraña, otro de los más jaleados por el público, parecía tener con el sonido. “Me tienen explotado”, bromeó al final el percusionista que tanto compartió con el guitarrista y que tanto habla desde su cajón del concepto musical que éste impuso para siempre.
La delicadeza y el recogimiento la puso el toque pausado y dulce de David de Arahal que, junto al sobrino del músico, Antonio Sánchez, interpretaron unas preciosas sevillanas en las que parecía que las cuerdas bailaban. Al igual que el joven José El Tomate mostró su gusto y solvencia en Almoraima y el propio Sánchez recuperó la efusividad y el pellizco de su tío, como demostró en el fin de fiesta con la mítica rumba Entre dos aguas.
En este sentido, salvo los guiños por seguiriyas y los desplantes por tangos de un deslumbrante Farruquito, la guitarra terminó por imponerse en la propuesta eclipsando al resto de invitados que no lograron brillar ni conectar en sus intervenciones. Por lo demás, frenesí de estribillos y compases a cargo de Kiki Cortiñas y Los Makarines, que se echaron a las espaldas todo el ritmo de la noche, y algún destello en el que, aunque de lejos, percibimos el reflejo nuestro flamenco más universal.
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