Bienal de flamenco

María Moreno, la flamencura vía bluetooth

 En su ‘Verso libre’ la artista gaditana presenta un original y divertido tour llenando de desparpajo y frescura los exteriores del CAAC  

María Moreno / Juan Bezos

Sara Arguijo

 Una vez entra al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, donde María Moreno presenta en esta Bienal su Verso libre, el personal del staff le entrega unos cascos en el que en un momento dado empieza a sonar una guitarra indicando el inicio de un inesperado recorrido por los exteriores del museo.

La situación descoloca ya de primeras por lo que tiene de novedosa en el terreno flamenco y porque la idea invita a una original y curiosa aventura que busca jugar con los propios códigos de este arte.

De esta forma, accedemos a un patio con una fuente donde espera el músico Raúl Cantizano y se ve a la gaditana asomarse por las ventanas de los balcones. A partir de aquí, la artista se reúne con el público, al que mira directamente a los ojos, para guiarlos en una suerte de happening en el que se intuye que “puede pasar de todo”, como explicaba a este periódico.

La experiencia del baile pasa así a un segundo plano para la artista, que busca más la interacción con el espacio y la sonoridad que le sugiere. De ahí que la persiga ese continuo rumor del agua o que sintamos cómo retumban los muros del jardín de inspiración oriental en el que la Moreno se para y nos pone la ranchera por bulerías Pa’ todo el año que popularizó en el flamenco Adela la Chaqueta y que escuchamos en Ángeles Toledano. -“¿Cómo la ves, tía? –“Genial, me ha encantao”, se oye ahora en un intercambio de audios al X2 entre María Moreno y la joven cantaora.

Al pasar por un pasillo empezamos a oír acordes roqueros que adelantan la traca que nos espera en el último de los patios con el percusionista Manuel Masaedo y Cantizano a la guitarra eléctrica (ambos geniales), a los que la artista baila, sonriente y feliz, dando rienda suelta a su lado más canalla.

“Hazme cositas, bebé, que estoy arriba”, le animaba con guasa la creadora dejando escapar su flamencura vía bluetooth y mostrando ese baile seductor y fresco que es su fuerte

Con el público metido ya en el ajo, la Moreno, con dos Giraldillos en esta cita, exhibe su desparpajo jaleándose y haciéndose compás en una divertida pieza de tiquitiquitan en la que se decía a sí misma de todo. “¡Venga María!, ¡Arsa! ¡Fuego! ¡Ole de los de la Bienal! ¡Ahí lo tienes!”, relataba cómica antes de exigirle a Masaedo que le echara una mano con el soniquete. “Hazme cositas, bebé, que estoy arriba”, le animaba con guasa la creadora dejando escapar su flamencura vía bluetooth y mostrando ese baile seductor y fresco que es su fuerte.

De hecho, es en este último escenario donde aparece la mejor versión de Moreno que a veces durante el resto de recorrido parece perdida, como si le faltaran recursos para llenar los espacios, más allá de lo percutivo. Ya sea la palabra o los silencios del cuerpo.

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En cualquier caso, la propuesta, de apenas una hora de duración, no sólo permite llevar el flamenco a espacios no convencionales, sino que lo zarandea quitándole esa pátina de solemnidad que pesa tanto. Sólo hay que ver las ganas de mover las caderas que había con el trap salsero que cantó Masaedo a una efusiva Moreno en el fin de fiesta.

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