La crónica de la Bienal

Bienal de Flamenco

Arcángel, la voz del atlántico

El onubense baña el Maestranza con ‘Un mar de cantes’, un elegante, dinámico y exquisito recital en el que revisita los paisajes jondos de nuestra tierra desde sus propios orígenes

Arcángel en la Bienal de Flamenco / Juan Bezos

Sara Arguijo

La voz de Arcángel es atlántica. Limpia, clara, expansiva, fresca y valiente, como el océano que baña su tierra y la conecta al Nuevo Mundo. Por eso, este sábado salimos del Maestranza con la misma sensación que después de un placentero y reconfortante chapuzón en un atardecer de septiembre. Sintiendo en nuestro cuerpo el suave vaivén que nos empuja a una orilla siempre nueva.

De esta forma, con Un mar de cantes el cantaor hilvanó una propuesta exquisita, dinámica y elegante que revisita y reivindica los paisajes de nuestros territorios jondos a través de sus palos, estilos y personalidades, pero removiéndolos con el mismo fulgor de las olas. “Nuestras raíces gozan de muy buena salud y tienen muchos admiradores, por más que nos intenten convencer de lo contrario”, defendió.

Arcángel en la Bienal de Flamenco / Juan Bezos

En este sentido, sentimos reencontrarnos con el Arcángel de los inicios y, al mismo tiempo, redescubrir otro que es capaz de acercar lo clásico desde el afecto. Porque si algo tiene este cantaor es una enorme facilidad para hacer accesible lo viejo, sin imposiciones ni estridencias.

Es decir, lejos de avasallar o de presumir de virtuosismo o conocimiento, Arcángel se preocupó de sumergirnos lentamente en el agua para invitarnos a escuchar el eco de Chacón, Vallejo, Morente, Mairena, Caracol o Marchena, entre otros, en un diverso repertorio de bulerías, tangos, soleares, rumba, taranta, taranto, seguiriya, zambra, guajira, cantiñas, un “sueño por fandangos” y las sevillanas de Pareja Obregón que bailó con mantón Macarena López.

Fue especialmente emotivo, además, volver a escucharle composiciones de sus primeros álbumes como Mirador de San Nicolás, Azucena o Abre la ventana que forman parte de una de las discografías más fecundas e influyentes de los cantaores de su generación. Entre otras cosas, porque tras convertirse en Hereje, con su último disco compuesto por artistas del rock y del pop, esta vuelta a la Bienal desde 2016 ha supuesto de algún modo un regreso a sus propios orígenes.

En cualquier caso, lo mejor del recital, el más cuidado y con más sentido estético y musical de lo que llevamos de Bienal, es que tampoco hacía falta reconocer las referencias porque el artista las reviste con arreglos actuales y las muestra desde lo universal. Y porque cuando hay riqueza de estilos el tiempo pasa volando. Igual que se nota la búsqueda del onubense por renovar las letras jondas, tan desgastadas en estos días, y se agradece el esmero, la escrupulosidad y el buen gusto con el que ocupó la escena.

Arcángel en la Bienal de Flamenco / Juan Bezos

Encadenando los cantes con sus vistosos melismas, el artista embelesó con un selecto atrás formado por un trío de hermanos -Los Mellis, las hermanas Olivia y Carmen Molina y los hermanos Álvaro y Fernando Gamero- que pusieron el compás y los coros, la percusión precisa de Lito y cuatro excelentes guitarras de distintas generaciones y personalidades que le permitieron afrontar todas las mareas. Esto es, Miguel Ángel Cortés, Salvador Gutiérrez, Benito Bernal y Francis Gómez, encargado de la dirección musical.

Lo que no se entendió es la molesta iluminación cenital que lo dejó constantemente en penumbra, estando el foco sólo sobre el cuadro, ni el sonido algo enlatado, que a veces devolvía un incómodo eco, algo completamente inusual en el artista.

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En cualquier caso, Arcángel es de los pocos capaces de crear espectáculos distintos desde el cante tradicional y de conectar con el público desde dentro. Sosteniendo hasta el final ese ole que aguarda paciente y que, mientras tanto, se disfraza de silencio. 

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