Bienal de Flamenco

Dorantes, la clave del flamenco

El músico lebrijano llena de soniquete, alegría y jondura la Iglesia de San Luis de Los Franceses con el estreno de su personal tributo al compositor clásico italiano Domenico Scarlatti

Dorantes en la actuación de la Bienal de Flamenco

Dorantes en la actuación de la Bienal de Flamenco / Juan Bezos

Sara Arguijo

Sara Arguijo

Las manos de Dorantes abarcan la música de ayer, la de hoy y la del mañana. Primero porque conoce a la perfección lo que toca y segundo porque, con enorme fluidez y destreza, hurga en las tripas y exprime cada composición marcando un excitante viaje emocional que nos lleva de la alegría a la congoja y al revés. ¿Qué es la música sino una aventura? ¿Qué es el flamenco sino una búsqueda?, anotamos con euforia en un momento del concierto que ofreció este domingo por la mañana (repite pase a las 21 horas) en San Luis de los Franceses.

Así, después de mostrarnos en 2020 su Identidad, en un inolvidable recital donde pudimos ver su piano de cola en el centro mismo de esta imponente iglesia, el lebrijano volvía a la Bienal con un estreno absoluto, titulado Scarlattianas, que rinde tributo al italiano Domenico Scalatti. El primer compositor “que supo integrar a la perfección las cadencias y melodías flamencas sin citarlas explícitamente sino haciéndolas suyas”, llevando de alguna manera lo jondo a la música clásica estructural “para el reconocimiento y admiración de los compositores de la época que, sin duda, no contemplaban a esta música del pueblo llano, como música con identidad nacional”, se explica en la sinopsis.

En ese concepto se fija aquí Dorantes para orquestar un concierto sublime donde evidenció no sólo su virtuosismo sino la riqueza melódica de sus creaciones y la naturalidad con la que transita por las épocas, de lo clásico a lo contemporáneo, manteniendo el pulso jondo y, sobre todo, el corazón. Con ritmo, compás, musicalidad y un extraordinario manejo de la intensidad.

Con su perfil derecho en el clave, instrumento protagonista de la obra, el izquierdo en el piano y la espalda en el piano eléctrico, y arropado por dos excelentes músicos y el cante de Cristian Guerrero, el lebrijano enlazó tientos, guajiras, zambra, malagueñas y abandolaos, ecos de sevillanas, la tarara y una vibrante seguiriya con la que pareció que la iglesia se hizo más grande y más alta. 

Como decimos, no es ya que el clave en los dedos de este gitano parezca un instrumento nuevo, es que las melodías, los estilos y las épocas confluyen en un apasionante universo sonoro que únicamente puede nacer de él mismo. En este sentido, en la hora y cuarto que duró la propuesta, el músico pasó del frenesí a la melancolía más conmovedora y del colorismo barroco al que nos evoca el clave a la profundidad de sus solos de piano o de los emotivos diálogos junto al soberbio contrabajista Antonio Torres. O al soniquetazo con que cabalgó de un instrumento a otro, a veces al unísono, y le acompañó el entusiasta y apasionado percusionista Sergio Fargas, al que vimos disfrutar casi tanto como nosotros.

Sabemos que las entradas se agotaron en horas y que estos dos únicos pases se quedaron cortos. Ojalá un San Luis de los Franceses abierto siempre para que Dorantes toque lo que quiera.

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