Bienal de flamenco

El Ballet Flamenco de Andalucía de Patricia Guerrero clama libertad en la Bienal

 En su primera producción como directora de la compañía pública, la granadina empodera a ‘Pineda’ con una solemne y comprometida versión del drama de Lorca

La Mariana Pineda de Lorca borda el taconeo en La Bienal casi un siglo después

El Correo

Sara Arguijo

Sara Arguijo

Tras su estreno en los Jardines del Generalife de Granada y su paso por el Flamenco On Fire de Pamplona, Pineda llegaba este lunes a la Bienal de Flamenco con un Maestranza lleno de espectadores expectantes por ver la primera obra de este renovado Ballet Flamenco de Andalucía dirigido por Patricia Guerrero.

Aquí la bailaora granadina asume el reto no sólo de reactivar la actividad de una compañía pública raquítica y subrayar el importante papel que cumple, sino de plantear una renovada versión del poema dramático que Lorca estrenó en 1927, centrándose en la faceta más comprometida de esta heroína universal ejecutada por bordar en secreto una bandera liberal.

Guerrero empodera a Pineda para clamar libertad en una obra solemne y compleja que busca señalar la fuerza y la valentía del personaje, huyendo de la mirada amable o naif. Juega con el baile enérgico, vigoroso y robusto de las coreografías corales del joven elenco, los silencios, la delicadeza de los pasos a dos, sus momentos en solitario, quizás demasiado escasos.

En la obra, por tanto, reconocemos el sello de la Premio Nacional de Danza en su imaginario (Catedral, Deliranza…), la sobriedad y una carga expresiva que se nota, sobre todo, en la vibrante recreación de la batalla del Albaycín o en la escena final, donde, vestida de rojo, encontramos a la bailaora más pasional, visceral y firme. La mujer imperturbable que acepta los riesgos de ser libre.

En realidad, en esta Pineda, con dramaturgia de Alberto Conejero, la artista demuestra una vez más su frescura, versatilidad (que nos deja momentos de absoluta elegancia y vulnerabilidad como el paso a dos con Eduardo Leal o cuando canta la nana), el estoicismo con el que mantiene los silencios, y su capacidad para construir composiciones en varios planos dibujando espacios con movimientos secos y espasmódicos que, por cierto, los volúmenes de un desacertado vestuario no dejaban disfrutar en plenitud.

En cualquier caso, pensamos que a la primera parte de la propuesta (larga y tediosa) le falta carga emocional y relato y es a partir de la imponente y regia soleá de Alfonso Losa, con su vertiginoso zapateado, donde empieza de verdad la trama y la obra va ganando en ritmo, flamencura, solidez y emoción.

Por lo demás, la austera escenografía contrasta con la riqueza musical con dirección de Dani de Morón y Agustín Diassera e interpretada por un soberbio elenco que mantiene el dramatismo con coherencia y delicadeza y la exquisita iluminación de Juan Gómez Cornejo. Sin duda, una solvente apuesta con la que devolver la ilusión por el Ballet Flamenco de Andalucía.