Bienal de Flamenco

María Terremoto y Jesús Méndez: el cante megalítico

Los artistas jerezanos remueven al público de la Bienal en el estreno de ‘Asta regia’, un trepidante tributo a sus raíces desde el conocimiento, la pasión y el buen gusto

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El Correo

Sara Arguijo

Asta regia es el antiguo asentamiento, posiblemente de época megalítica, sobre el que se posa la actual Jerez de la Frontera. Una tierra, crisol de culturas, que ha regalado al arte jondo algunos de sus artistas más universales desde Tío Borrico a Agujetas, Chacón a La Piriñaca, o La Paquera a Terremoto, cuyos apellidos escriben orgullosos ahora en escenarios de todo el mundo Jesús Méndez (el millenial de su saga) y María Terremoto (la generación alfa que sigue la estirpe de su abuelo y su padre). Las soleares y bulerías de la Plazuela y las seguiriyas y bulerías del barrio de Santiago mantenidas en pie en sus gargantas como esos grandes bloques de piedra sin labrar que servían de refugio en la prehistoria con una función de culto o ritual.

'Asta Regia' en la Bienal de Flamenco / Archivo fotografico La Bienal de Flamenco @Laura León

Con la majestuosidad de estas imperturbables construcciones, los artistas jerezanos defendieron este miércoles en el estreno absoluto de su propuesta en el Nissan Cartuja, el que probablemente sea hasta ahora el mejor espectáculo de cante que hemos visto en la Bienal. Por la plenitud artística en la que se encuentran estos dos niños prodigio y por el conocimiento, la pasión y el buen gusto que desparramaron sobre las tablas en una propuesta entusiasta y bien armada que construyeron con admiración y generosidad. Por eso, tanto los aficionados cabales como los neófitos que descubrían por primera vez a alguno de los cantaores se mostraban noqueados a la salida y confesaban su asombro por el talento extraordinario de ambos.

Tanto los aficionados cabales como los neófitos se mostraban noqueados a la salida y confesaban su asombro por el talento extraordinario de ambos

La competencia se planteó aquí como un estímulo que compartieron y disfrutaron regalándonos juntos -por fin- momentos conmovedores como la exultante tanda de fandangos que profesaron desde los extremos opuestos de la escena, uno desde la elegancia y otra desde el arrebato. Cuando, uno desde la lágrima contenida y el grito sincero, y otra desde la furia y el requiebro enérgico, maldijeron los ojos verdes de la zambra que La Paquera llevó a la gloria con el excelente piano de Alejandro Cruz Benavides. O como cuando se empañaron los cristales del recuerdo en la canción Luz en los balcones de Fernando Terremoto.

En esta trepidante exaltación de cante las pautas se marcaron desde el inicio con los palmeros al centro y el eco de sus voces fundiéndose en un torbellino de aliandas y oles que culminaron en un encuentro por bulerías. El palo que, cerrando el círculo de la celebración del patrimonio sonoro que planteaba la idea, reunió de nuevo en el fin de fiesta a los dos con las guitarras flamenquísimas de Pepe del Morao y Nono Jero, y el soniquetazo y las pataítas de Juan Diego Valencia y Manuel Cantarote, en un fervoroso diálogo con el que izaron la bandera de su tierra.

'Asta Regia' en la Bienal de Flamenco / Archivo fotografico La Bienal de Flamenco @Laura León

De manera fluida, con ritmo y vehemencia, la diva y el galán se entregaron en sendos recitales donde el carisma arrebatador de la Terremoto, su fuerza y la belleza de su eco caliente (por malagueñas y abandolaos, tientos-tangos) eclosionó con la seguridad y contundencia de un exquisito Jesús Méndez por soleá y seguiriya. Esta vez la repetición de la seguiriya de María se justificó por la casa que representa y porque, como compartió con los espectadores, “hoy es de esos días que me he tenido que poner una máscara para subirme a cantar en una cita que es a la que más debo lo que soy. Para cantar seguiriya tengo siempre que tener un motivo y hoy lo tengo”, dijo antes de dedicarle el cante a su hijo Fernando.

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La expresividad de la joven, cada vez más madura, personal y con más matices, y la seriedad y el compromiso de él demostraron que la profundidad de una propuesta no está reñida con su expresividad. Y que la única fórmula para que el cante jondo conecte, emocione, te erice el vello y no te aburra es que sea bueno. Como en esta mágica noche que no olvidaremos.

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