Gabriel Díaz con complejo de Admeto

Un obligado giro del destino ha provocado que el concierto de clausura de temporada de la Barroca sea al mismo tiempo el de arranque de otra nueva

13 oct 2020 / 09:30 h - Actualizado: 13 oct 2020 / 09:33 h.
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Después de medio año en desuso, entre la nueva edición del Festival de la Guitarra y este concierto de reencuentro de la Barroca con su público de Sevilla, el Espacio Turina ha vuelto a cumplir su cometido, llenar de música y felicidad nuestras vidas, aunque también aquí como en tantas cosas un halo de tristeza se haya apoderado del ambiente. Tiene que ver con el uso generalizado de mascarillas, la distancia de seguridad, y sobre todo los múltiples varapalos que ha recibido la cultura. Y en este punto nos unimos al aplauso unánime que mereció el contratenor sevillano Gabriel Díaz en su breve, y a ratos divertida, locución cuando se refirió a los héroes del repertorio programado como esa cultura herida que recibe muchas puñaladas y aún le queda aliento para seguir dando lo mejor de sí. Quizás por tratarse del final de un puente, o porque se ha asentado en el público una animadversión tan inexplicable a acudir a espectáculos públicos como cuando nos aprovisionamos de papel higiénico al principio de la pandemia, pero lo cierto es que a pesar de los miles de miembros que tiene la Asociación de Amigos de la Barroca, hubo muchos huecos en el aforo limitado del Turina, y sin apoyos la cultura tardará mucho en remontar, lo que no deja de ser una tragedia.

Este concierto de la Barroca tras meses de inactividad tuvo aires de reencuentro y arranque, a pesar de que se trataba en realidad del último de la malograda pasada temporada. En concreto tenía que haberse desarrollado en junio, aunque con un programa ligeramente distinto, y con Xavier Sabata, a quien pudimos disfrutar la pasada temporada en la Agripina del Maestranza, muy poco antes de darse el cerrojazo a la antigua normalidad, como voz solista. Un avanzado catarro parece haber sido la causa para que en el último momento Sabata fuera reemplazado por Gabriel Díaz, a quien hemos oído muchas veces en agrupaciones como el Coro de la Sociedad Musical de Sevilla o el grupo Vandalia, pero pocas veces hemos disfrutado como solista en el seno de la Barroca, apenas recordamos un Aci, Galatea y Polifemo de Haendel. Tiene mérito enfrentarse a un programa tan exigente como el diseñado para el temperamental Sabata, y sobre todo hacerlo con tan poco tiempo para prepararlo, pero Díaz salió airoso del empeño para regocijo de quienes tuvimos ocasión de disfrutarlo.

Una voz entonada y refulgente

Gabriel Díaz con complejo de Admeto

Ni heridos de muerte como los héroes invocados en este concierto, dejan sus voces de entonar con el brío y la fuerza característica del barroco, y así se hizo sentir un Gabriel Díaz que acusó múltiples cambios de color para llegar a las notas más graves, sacrificando la voz impostada para proyectar la suya natural, más cercana a la de barítono. Pero fueron cambios tan bien administrados que no desmerecieron el resultado final, para lo que Díaz se empeñó controlando la respiración y el legato con absoluto dominio de la situación. Así ocurrió fundamentalmente en Gelido in ogni vena de Farnace, acompañado por la cuerda en ostinato bajo la dirección del muy involucrado Hiro Kurosaki, otro habitual de nuestra escena y puntual director de la orquesta. Faltó aquí como en el resto de la función más temperamento expresivo por parte del solista, pero compensó con mucha elegancia y un dominio absoluto del fraseo y la entonación. Aprovechó el personaje de Admeto para hacer ese símil entre el Rey de Tesalia, herido de muerte pero capaz de seguir cantando, y la actual agonía de la cultura, y dejó un Chiudetevi, miei lumi refulgente y autoritario, habiendo antes exhibido también fuerza y agilidad en Al lampo dell’armi de Julio César en Egipto. Cerró sus intervenciones con el más popular Vaghe pupile de Orlando y, ya en la propina, con un emocionante Sol da te, mio dolce amore de Orlando furioso de Vivaldi, con un impecable Guillermo Peñalver dándole réplica con una apasionada expresividad y un lirismo exacerbado.

En sus solos, sendos conciertos para flauta de Vivaldi y Haendel, Peñalver alcanzó su máximo esplendor en el breve larghetto vivaldiano, mientras se quedó corto en un allegro final haendeliano ahogado por la orquesta. Entrambos volvió a exhibir elegancia y delicadeza, mientras Kurosaki, que también ejerció de forzado locutor para introducir cada pieza, llevó a la orquesta desde unos inicios puntualmente estridentes a su habitual y arrolladora fuerza expresiva. También Ventura Rico cumplió con su cometido de fundador y miembro histórico agradeciendo este anhelado reencuentro y nombrando uno a uno cada músico convocado para la ocasión, otro gesto que define su calidez humana.

ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA ***

Orquesta Barroca de Sevilla. Temporada de conciertos 2019/2020. Gabriel Díaz, contratenor; Guillermo Peñalver, flauta; Hiro Kurosaki, violín y dirección. Programa: Obertura de la veritá in cimento, aria de Farnace y Concierto para flauta RV440, de Vivaldi; Arias de Admeto, ré di Tessaglia y Orlando, y Concierto para flauta HWV314, de Haendel. Espacio Turina, lunes 12 de octubre de 2020