Hasta que la muerte nos separe: larga y pesada, una imagen del postureo vacío de estos tiempos

El conjunto no encuentra ni el tono, ni el equilibrio y solo se salvan algunas interpretaciones

16 feb 2020 / 13:13 h - Actualizado: 16 feb 2020 / 13:17 h.
"Cine"
  • Hasta que la muerte nos separe: larga y pesada, una imagen del postureo vacío de estos tiempos

Hasta que la boda nos separe (*)

España 2019 110 min.

Dirección Dani de la Orden Intérpretes Belén Cuesta, Álex García, Silvia Alonso, Adrián Lastra, Antonio Dechent, Mariam Hernández, Gracia Olayo, Salva Reina .

Comedia

Siguiendo la moda de estos últimos años, el barcelonés Dani de la Orden sigue versionando éxitos de películas de otras nacionalidades. Ya lo hizo con la atolondrada comedia familiar El mejor verano de mi vida (2018), remake del mayor éxito italiano del año 2013, Sole a catinelle de Checco Zalone y ahora lo hace con Hasta que la muerte nos separe, adaptación de Jour J (2017), la insulsa y remilgada película francesa de la actriz y directora Reem Kherici.

Marina, trabaja como “wedding planner”, como organizadora de bodas en español. Tras una aventura sexual con Carlos un joven que conoce al final de la fiesta de uno de sus casorios, se ve obligada tras rocambolescas casualidades, a cuestionar sus valores llegando a romper las amarras que sujetaban sus sentimientos.

De la Orden y sus guionistas han cogido el tallo y las ramas de la película original gala y lo han dejado sin frutos y sin hojas. El reto y su labor han consistido en volver a decorar el árbol, adornarlo de nuevo y con ello adaptarlo a los modos e idiosincrasia patria. Otro intento de sofisticada comedia para tratar los sempiternos conflictos de una pareja heterosexual, joven y guapa que decide casarse. Y como todo no puede ser de color de rosa, la película sólo tiene sentido si todo se enreda y se embarulla. Sexo, infidelidad y sentimiento de culpa acompañados de todo tipo de excesos con la idea de provocar una comicidad que pocas veces llega. Algunas situaciones de sitcom están conseguidas, pero otras, las menos, desentonan por disparatadas y soeces, algunas por mal resueltas y otras porque son de mal gusto; las secuencias del restaurante no pueden ser más inoportunas y groseras. El conjunto no encuentra ni el tono, ni el equilibrio y solo se salvan algunas interpretaciones. Al final, casi dos horas, se hacen largas y pesadas. Solo queda como una muestra representativa del pijerío adulto del que seguro hará sus delicias, y como ridícula imagen del postureo vacío de estos tiempos.