La culminación de un sueño

Treinta años después de su apoteósica inauguración, el Teatro de la Maestranza volvió a apostar por grandes voces españolas para celebrar su aniversario

Fotografías: Guillermo Mendo

Fotografías: Guillermo Mendo / Juan José Roldán

Juan José Roldán

No cabe duda de que en esta ciudad hubo un antes y un después de la creación de la Orquesta Sinfónica y la inauguración del Teatro de la Maestranza. La desaparición del coliseo lírico de la ciudad en los setenta del siglo XX, el Teatro San Fernando de la calle Tetuán, cuando llevaba además mucho tiempo sin destinarse a su intención original, y la vergonzosa transformación del Coliseo de España, que podría haber albergado este tipo de espectáculos con dignidad, unido a la esporádica representación de espectáculos operísticos en el Lope de Vega y la irregular y a menudo decepcionante labor que realizaba la Bética Filarmónica, hicieron de Sevilla durante muchos años un lugar desierto de buena música. Los fastos del 92 vinieron a solucionar este y otros desaguisados, y hoy celebramos la inauguración del Teatro de la Maestranza, que desde aquel 2 de mayo de 2021 y con la complicidad indisoluble de la ROSS, viene cubriendo con buena nota ese déficit cultural y convirtiendo a Sevilla en referente del sur en lo que a grandes eventos culturales se refiere.

El equipo técnico y artístico del Maestranza ha tenido que trabajar a contracorriente dadas las circunstancias, sorteando todo tipo de obstáculos para poder llevar a cabo esta merecida celebración, llegando incluso a proponerse dos días para dar respuesta a ese público que se había quedado fuera debido a las restricciones de aforo impuestas a los espacios culturales, aunque nada más salir de este espacio ventilado y protegido uno se tope con terrazas masificadas y sin mascarillas en el colmo del delirio y el disparate. En el programa una curiosa y angelada propuesta, piezas de óperas ambientadas en Sevilla y algunas otras compuestas por autores sevillanos. Otra culminación de un sueño que parecía ilustrar en su justa medida el espléndido catálogo que presentaron hace casi una década los profesores Andrés Moreno Mengíbar y Ramón María Serrera, con unos ciento cincuenta títulos relacionados con nuestra ciudad, en su mayoría olvidados pero con un buen ramillete protagonizando el repertorio habitual de cualquier coliseo lírico, un récord que ninguna otra ciudad es capaz de ostentar. A apenas un mes de recuperar Carmen para los y las sevillanas, la de ayer y hoy es una celebración que aplaudimos, la culminación del sueño de Mengíbar, Serrera y quienes nos dejamos cautivar por ese impagable recorrido que se erige en el mejor programa de mano para el concierto con el que celebramos los primeros treinta años del Maestranza.

Siete grandes voces

La repentina indisposición del barítono malagueño Carlos Álvarez obligó a sustituirlo por el canadiense Jean-Kristof Bouton, que se haya en Sevilla ensayando su papel de Escamilla en Carmen. Se da la curiosa circunstancia que de este modo los dos Escamillas, él y Simón Orfila, que se alternarán a partir del 24 de mayo, coincidieron en esta gala lírica. Una interpretación de la Obertura de Fidelio de texturas gruesas y algo desaliñadas dio paso al aria de Alfonso en los jardines del Alcázar con la que el rey de Castilla declara su amor a Leonor de Guzmán en La favorita, que Bouton defendió con buen gusto, timbre aterciopelado y tono equilibrado, aunque con una proyección algo justa que la dirección de Mena se encargó de eclipsar aun más. Y tras la Leonor beethoveniana y la que protagoniza La favorita, llegó la rutilante y cada vez mejor colocada voz de Leonor Bonilla, reciente su éxito en el recital que brindó hace un par de semanas en el Espacio Turina dentro del ciclo organizado por la ASAO. Con ella disfrutamos de la primera de las recuperaciones de esta cita, el Cristoforo Colombo de Ramón Carnicer, con el que junto al coro de Amigos del Maestranza la soprano sevillana exhibió dominio de la coloratura y unos agudos refulgentes que merecieron la primera gran ovación de la noche. Simón Orfila puso su buen oficio, potente y equilibrada voz y eficiente teatralidad al servicio de la romanza Cual rayo que aniquila, de la zarzuela María del Pilar del compositor sevillano Gerónimo Giménez, que Juan de Udaeta recuperó hace apenas tres años. De ahí pasamos a la potentísima voz de José Bros, que aunque con cierto exceso de nasalidad, defendió con eficacia el célebre canto desesperado de Don José en Le fleur que tu m’avais jetee de Carmen.

No podía faltar en el programa una obra de Manuel García, en este caso la obertura de La muerte de Tasse, ópera que pudimos ver en el Maestranza en enero de 2008, de la que Mena ofreció una interpretación algo desvaída y poca sustanciosa, para a continuación dar paso a la primera intervención en solitario del coro en Le diable á Seville del valenciano José Melchor Gomis, otra ópera recuperada recientemente, ambientada en el levantamiento del general Riego contra Fernando VII. Y de ahí a esa exaltación del españolismo que es el simpático dúo de Soleá y Rafael en El gato montés del maestro Penella, que Ainhoa Arteta, siempre tan generosa con nuestra ciudad, y Bros resolvieron con gracia y salero, como se suele decir. Faltó un mayor sentido del drama en la obertura de Don Giovanni de Mozart, ya desde un arranque poco amenazador, pero la también sevillana Rocío Ignacio cantó con buen gusto y considerable expresividad el aria de la Contessa de Las bodas de Fígaro. Luego tuvimos oportunidad de disfrutar con el notable sentido de la musicalidad que Carnicer fue capaz de dotar a su particular Don Juan (Il dissoluto punito) y comprobar de la mano de un inspiradísimo Orfila que en su catálogo de conquistas también figuraban mil tres españolas. Las dos voces más frescas de la noche, la de Bonilla y el descubrimiento que fue para nosotros el tenor tinerfeño Airam Hernández, con una voz poderosa, de precioso timbre y magnífica entonación, aunque se quedara algo corto en las agilidades, pusieron en pie una larga escena de este Don Giovanni de Carnicer. Y volviendo al de Mozart, Bonilla y Orfila rubricaron su talento con Per queste manine, mientras Hernández nos deleitó con Il mio tesoro in tanto hasta el estremecimiento.

Otras dos perlas siguieron en el recorrido, una magnífica interpretación del Coro de prisioneros de Fidelio, en el que sobresalieron los solistas de las voces masculinas, y la recuperación de Conchita, una ópera del siglo XX en la que Riccardo Zandonai redefine el mito de Carmen con una profusa orquestación, tintes straussianos y korngoldianos y el gratificante desparpajo de Rocío Ignacio. Arteta defendió después con enorme dramatismo y mucha sensibilidad el Pace de La forza del destino, obteniendo una gran ovación. Y junto a Bros y Orfila un Non imprecare, umiliati en el mismo registro y con un impecable acompañamiento de Mena a la batuta, que mantuvo en todo momento un loable respeto a las voces. El brindis de La traviata culminó esta celebración, como lo hizo hace treinta años de la mano de Domingo, Carreras, Lorengar, Caballé, Berganza, Kraus y otros cuando inauguraron este templo de la música. Pero esta vez se echó en falta algo de discurso que nos guiara por este fascinante recorrido y diera mayor empaque al evento que celebrábamos, o al menos introdujera con simpatía y oportunidad ese brindis final que merecemos todos y todas quienes hacemos posible este sueño que esperemos sea interminable.

Gala lírica ****

Concierto extraordinario 30 años del Teatro de la Maestranza. Ainhoa Arteta, Leonor Bonilla y Rocío Ignacio, sopranos. José Bros y Airam Hernández, tenores. Jean-Kristof Bouton, barítono. Simón Orfila, bajo. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Juanjo Mena, dirección. Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Íñigo Sampil, director. Programa: Obras de Beethoven, Donizetti, Carnicer, Giménez, Bizet, García, Melchor Gomis, Penella Moreno, Mozart, Zandonai y Verdi. Teatro de la Maestranza, sábado 1 de mayo de 2021

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