La cultura que nos alumbra

Aunque nació como una idea navideña del Ayuntamiento sin mayores pretensiones para unir participación popular, espectacularidad, alumbrado creativo y bajo presupuesto, Luces de barrio se ha revelado como una de esas grandes ocurrencias que dejan al descubierto vetas de talento y de imaginación vecinal capaces de generar todo un proceso transformador en las ciudades. Tanto es así que el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS) –instrumento cultural de la municipalidad hispalense– y responsables de la plataforma Nomad Garden –comisarios de la iniciativa– van a llevar este proyecto al III Encuentro de Cultura y Ciudadanía en Madrid los próximos 28 y 29 de septiembre. No es una cita cualquiera: es la reunión de treinta ciudades donde han tenido otras tantas grandes ocurrencias, lo que abre una puerta a la posibilidad de ponerlas luego en práctica aquí. Sergio Rodríguez, cofundador de Nomad Garden y uno de los padres y desarrolladores de Luces de barrio, destaca que, en el caso sevillano, lo que se ha hecho ha sido «poner luz a los sueños de gente anónima» en zonas alejadas del centro y de las rutas habituales de navegación de la cultura, y donde el vecindario «ha sabido hacer de la necesidad virtud».

El objetivo del plan era tirar de creatividad popular para alumbrar en Navidad esos «lugares urbanos excepcionales», como los llama el ICAS, «barrios que, cuidados y cultivados por colectivos cívicos, encarnan y propician alianzas con su entorno todos los meses del año con luz propia». Sergio Rodríguez cuenta que han participado una docena larga de estas entidades, alrededor de 150 artistas y creadores diversos y unos 1.500 paisanos. «Luces de barrio es un proyecto muy coral», advierte el arquitecto, natural de Villablanca (Huelva) pero curtido académicamente en Sevilla, Milán y Barcelona. No le cogió de sorpresa: Nomad Garden, creada en 2014, tiene como objetivo relacionar naturaleza y cultura, buscando «procesos de transformación urbana mediante acciones colectivas» que a menudo demuestran cómo «muchas personas pequeñas, juntas, podemos llegar a hacer cosas grandes». Y en esta ocasión, en Luces de barrio, lo que han hecho no ha sido presentar propuestas verticales, por así llamarlas (llegan los artistas, dicen lo que hay que hacer y los vecinos lo hacen), «sino poner el foco en procesos que la ciudadanía ya estaba realizando, dar voz a fenómenos que ya están ocurriendo». Y no ya en Navidad, sino en cualquier momento del año. «El espacio público tiene lugares casi hostiles a la vida, y esta gente ha tomado la responsabilidad de transformarlos y cuidarlos», dice Rodríguez.

De modo que ellos no son los que proponen qué hacer. Puesto a dar con un ejemplo lo más cinematográfico posible de lo que supone comisariar algo así, el experto alude a la película de Wim Wenders El cielo sobre Berlín y a esos ángeles de negro, imperceptibles y mudos, cuya presencia basta para que la gente siga sus corazonadas.

«No todo es idílico», advierte, «y no han faltado los problemas en el encuentro con algunas asociaciones». Pero también ha habido, como dice el nombre, mucha luz. «En las ciudades hay una necesidad de expresión y de creación que ya no está circunscrita a ciertos sectores y grupos. Pero también es verdad que no todo lo colectivo tiene un valor per se; de hecho, se han cometido muchas locuras en el nombre de lo colectivo. El valor está en producir situaciones. Es más importante desvelar lo que no se ve de gente que ya está produciendo cosas que la idea de generar procesos participativos, y en el ICAS han mostrado mucha sensibilidad hacia eso que ya está ocurriendo». En Madrid, al amparo de esta cita organizada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, intentarán ver «qué pasa hoy con el paradigma de la cultura, por qué está cambiando y cuáles son las ganas de la ciudadanía de participar e intercambiar experiencias».